Cultura

9 noviembre, 2015

Spielberg entre dos puentes

El último proyecto de Steven Spielberg, Puente de espías, tiene como protagonista a Tom Hanks personificando a un abogado que termina involucrado en un canje de espías a fines de la Segunda Guerra Mundial. Un film técnicamente impecable que luego no está a la altura de las promesas iniciales.

Se estrenó en Buenos Aires la última película de Steven Spielberg, Puente de espías (Bridge of spies), basada en una historia ocurrida durante los años duros de la guerra fría. El abogado James Donovan (Tom Hanks), integrante de un prestigioso bufete estadounidense es designado defensor para el juicio del presunto espía extranjero Rudolf Abel (Mark Rylance).

No obstante el empeño puesto por el abogado para que el proceso tramite con todas las garantías de los derechos civiles que contiene la Constitución de los Estados Unidos, el acusado es condenado a prisión en todas las instancias. Las serias y contundentes objeciones de la defensa respecto de la legalidad del juicio resultaron vanas. Algunos años después de la condena, Donovan es convocado por los servicios secretos estadounidenses para negociar un canje de espías.

La película comprende dos momentos distintos, tanto que hasta podría pensarse en dos obras distintas, con mensajes diametralmente opuestos. Una es la del juicio al presunto espía, la otra muestra el trámite del canje de prisioneros en los puentes de Berlín.

La primera parte plantea la cuestión de la importancia de la defensa de los derechos civiles en Estados Unidos y su función constitutiva de la nacionalidad, el principio de inocencia y el debido proceso a la luz de la Cuarta Enmienda de la Constitución, todo ello en el marco de la condena de la prensa y por ende de la llamada opinión pública y el patrioterismo. Sería legítimo pensar que Spielberg intentó efectuar un paralelismo entre los años 50 de la guerra fría y la situación de las libertades civiles luego del 11 de septiembre de 2001, pero todo queda en el intento.

En la segunda parte cambia el estilo de la película para transformarla en un thriller de espionaje. El trámite del canje de prisioneros se convierte en un tránsito de lugares comunes, con rusos y alemanes orientales malos que se enfrentan al “muchachito” norteamericano. Donovan se traslada a Berlín en los momentos de tensión por la construcción del famoso muro que dividió a la ciudad al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los ganadores se dividieron Europa en áreas de influencia.

Su misión es negociar con los soviéticos el canje de su cliente por un aviador norteamericano que cayó prisionero cuando los rusos derribaron su avión. La situación se complica cuando el abogado exige incluir en el canje a un estudiante extranjero detenido, lo que da pie a la inclusión de los alemanes del Este, cada parte con sus propios intereses. El motivo de la exigencia es quizás, el elemento más débil del guión.

Se destacan la excelente recreación de época, una muy buena fotografía y las actuaciones, la de Tom Hanks en la primera parte, y sobre todo la de Mark Rylance en su papel de presunto espía.

En definitiva, se trata de un thriller bien filmado, con una reflexión inicial interesante que luego queda a mitad de camino.

Ben Davis Min

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