4 noviembre, 2015
Si Tosco despertase…
Por Juan Manuel Erazo. El 4 de noviembre de 1975, Agustín Tosco, sucumbía ante la encefalitis, la represión y la cárcel. A sus 45 años, uno de los principales referentes del sindicalismo clasista en Argentina se sembraba en tierras serranas ¿Que verían sus ojos si hoy Tosco despertase?

Por Juan Manuel Erazo. El 4 de noviembre de 1975, Agustín Tosco, sucumbía ante la encefalitis, la represión y la cárcel. A sus 45 años, uno de los principales referentes del sindicalismo clasista en Argentina se sembraba en tierras serranas ¿Que verían sus ojos si hoy Tosco despertase?
La caravana acompañó los restos durante horas. Las mujeres del barrio, las estudiantes, los trabajadores, los desempleados, todas y todos eran miembros y espectadores de una despedida eterna, quizá las más grande que haya vivido el pueblo cordobés.
Era el año de los malos bríos. El gobierno de María Estela Martínez de Perón, manejado por José López Rega, los grupos paramilitares, las fuerzas armadas y el establishment, había intervenido sindicatos y ordenado el arresto de delegados y líderes gremiales. La caravana era toda una incomodidad, las balas una solución. Al llegar el cortejo al cementerio San Jerónimo, matones apostados en los techos de los panteones dispararon contra la concurrencia, dejando varios heridos. La escena era una postal de resistencia.
El derrocamiento del gobernador justicialista Ricardo Obregón Cano mediante el levantamiento policial conocido como “Navarrazo” era una antesala de lo que vendría. Tosco estaba muerto, guardado en el panteón de Unión Eléctrica. Sangraban las heridas del sindicalismo cordobés. Meses después, vendría la noche larga, la noche triste.
Lázaro, levántate y trabaja
“Para unos era de la estirpe de Ícaro, o de Prometeo. A otros les parecía la versión laica de Juan el Bautista y, al igual que éste, halló la muerte bajo el reinado de una oscura bailarina”, pensó Vicente Zito Lema años después de su muerte.
Redoblemos la apuesta, supongamos que es Lázaro, el que vence a la muerte. Saldría hoy de las catacumbas del cementerio de San Jerónimo, con el mameluco engrasado y empolvado. No entendería bien la situación, pero trataría de buscarle una solución, formar una síntesis.
Al igual que el joven estudiante de la Escuela de Artes y Oficios “Presidente Roca”, ese que se inclinó por el estudio de la electricidad, volvería a los libros, se pondría a tono con los nuevos tiempos. Lloraría su propia muerte y la de los compañeros caídos, se indignaría con la humillante década neoliberal y trataría de comprender sobre la acción los tiempos que nos tocan vivir.
Al buscar trabajo en la Empresa Provincia de Energía de Córdoba (EPEC), así como lo hizo al volver del servicio militar en 1952, se encontraría con varias trabas. Primero empezaría como tercerizado, trabajando en la poda de ramas, en la instalación de postes. Sufriría las irregulares del caso, le adeudarían sueldos, trabajaría sin los materiales adecuados y comprendería que esas empresas se enriquecen a costa de no otorgarles condiciones dignas a sus trabajadores ni respetar los convenios colectivos.
Tosco, al igual que sus inicios en la EPEC con la gloriosa “generación del 53” (jóvenes recibidos de la Escuela Roca que ingresaron a la empresa), comenzaría a concientizar a sus compañeros de las injusticias vividas. Tendría que batallar contra el desinterés, la inexperiencia sindical y la despolitización. Lejos estarían estas generaciones de aquellas del 53, pero no se rendiría.
Al avanzar, cuando sea un referente para sus compañeros ante los encargados y la patronal, podrían elegirlo como delegado pero de manera casi clandestina. Tosco se enfrentaría nuevamente a una traba para los trabajadores que ya batalló antaño: la burocracia sindical.
Tosco notaría que en la EPEC, el directorio y el sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba (conducido nacionalmente por Guillermo Moser, dentro de la CGT oficialista) frenan la bolsa de trabajo para hacer negocios con las tercerizaciones, y le diría a sus compañeros: “La burocracia sindical, es el ejercicio de los cargos sindicales con el criterio de reducir todo al sindicalismo, de administrar desde posiciones de poder los beneficios sociales, de discutir exclusivamente los convenios colectivos de trabajo, de quedarse gobernando al movimiento obrero desde posiciones administrativa”.
No sufriría los sindicatos intervenidos de 1955, pero encontraría a aquella burocracia sindical, la de Rucci y Vandor, renovada (quizá más asociada a las patronales en algunos casos) e igual de enquistada. Como en aquellos tiempos, trataría de buscar la amplitud ideológica con tal de atacar a las cúpulas sindicales, priorizando la unidad ante el purismo y el sectarismo, sin dar ni un paso atrás en la conquista de las reivindicaciones.
Aun con sus diferencias, vería con buenos ojos la experiencia de la Federación de Trabajadores de la Energía de la Republica Argentina (Fetera) nucleada dentro de la CTA, y comprendería que es un espacio fértil para defender el derecho de sus compañeros tercerizados. No obstante, como en los tiempos de conformación de la CGT de los Argentinos, seguiría comprendiendo que es la unidad de la clase trabajadora y de sus expresiones organizadas un objetivo inmediato y necesario.
Los negros nubarrones
Lejos de las detenciones y los encarcelamientos de aquellas épocas, Tosco sufriría algún que otro palazo, y pensaría que en los tiempos que se vienen, serán dos o tres más.
“Lo fundamental es que todos los que tenemos un concepto de justicia y equidad, debemos luchar para construir una nueva sociedad que permita al hombre salir de la enajenación a que lo conduce este sistema que afecta hasta el derecho de vivir. La mortalidad infantil, el analfabetismo, la deficiencia sanitaria, la falta de vivienda son parte de este sistema injusto”.
Para Tosco un país dependiente no puede desarrollarse fomentando una burguesía nacional, puesto que en un contexto imperialista las grandes multinacionales marcan el ritmo de la economía mundial utilizando como títere al establishment local. Tosco lo comprendió hace 40 años, hoy en día algunos eligen darse la cabeza contra una pared llamada “capitalismo serio”.
No obstante, entendería también que los derechos adquiridos no pueden ser negociados, que la unidad del campo popular es indispensable, que habría que destruir toda posibilidad de avasallar los avances logrados asumiendo las contradicciones que puede haber en el camino. Tosco pensaría en una sociedad donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su compañero y su hermano. De no ocurrir esto, de sentir que está retrocediendo en este fin redentor, recordaría el Cordobazo.
@JuanchiVasco
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