Batalla de Ideas

29 octubre, 2015

Macri: ni cambio ni república

Por Lucas Villasenin. La idea del cambio y la reivindicación del imaginario republicano conforman los fundamentos ideológicos más fuertes de Cambiemos. La disputa por el sentido de estos términos jugará un papel fundamental en la definición del ballotage y en los próximos años de la Argentina.

Por Lucas Villasenin. La idea del cambio y la reivindicación del imaginario republicano conforman los fundamentos ideológicos más fuertes de Cambiemos. La disputa por el sentido de estos términos jugará un papel fundamental en la definición del ballotage y en los próximos años de la Argentina.

Cambiemos no cambia nada

El «cambio» se transformó en la principal idea fuerza de la oposición en la Argentina. Incluso se habla de una «revolución de la alegría». «Lo que sucedió hoy cambia la política de este país», dijo Mauricio Macri el domingo en su discurso. Esta caracterización de la oposición ya se impone como una necesidad: «Hay una profunda necesidad de cambio», declaró María Eugenia Vidal el martes a La Nación mientras relanzaba la campaña.

Lejos de ser un simple slogan construido en el laboratorio comunicacional macrista la idea del cambio constituye un anhelo y una necesidad de una importante porción de la población argentina. Si se tiene en cuenta la historia reciente de nuestro país uno puede darse cuenta que Carlos Menem llegó a la presidencia en 1989 prometiendo un cambio con su revolución productiva, que Néstor Kirchner en su primer discurso sostuvo en el 2003 que «cambio es el nombre del futuro» o que incluso Cristina Fernández en el 2011 desde el gobierno siguió apelando a «ir por todo» y a «profundizar el modelo».

Independientemente del análisis de las consecuencias a las que condujeron esas aspiraciones de cambio, la oposición conservadora ha logrado ganarse la idea de cambio. ¿Pero de qué cambio se trata?

El discurso del cambio macrista, en vez de ser algo novedoso demuestra ser portador del más clásico oportunismo político. Tal es así, que ante la necesidad de apelar a la seguridad de sus votantes y de ganar a aquellos que dudan de su perfil elitista ha apelado a defender la continuidad de las medidas progresivas que del kirchnerismo. La compra de acciones de YPF, la estatización de Aerolíneas Argentinas, la Asignación Universal por Hijo y hasta el Fútbol Para Todos habían sido medidas a las que el PRO se había opuesto e incluso votado a en contra en el Congreso. Claramente la continuidad y el oportunismo parecen ser más fuerte que el cambio.

Desde el PRO se ha promovido la vocación por construir un partido nuevo y distinto. Fundamentalmente ha apostado a la idea de despojarse de las lógicas clientelares promovidas por los partidos tradicionales.

Pero mientras se habla de «nuevas prácticas» como el «timbreo» y «el acercamiento al vecino» que habrían hecho ganar a Vidal en la provincia de Buenos Aires se oculta deliberadamente el aparato residual del PJ que responde a Cristian Ritondo en el cual se ha apoyado todos estos años en la ciudad de Buenos Aires o el rol del aparato de la UCR en todo el país.

También se critica el uso del Estado o de las «cadenas nacionales» de Cristina Fernández para usufructo partidario pero el PRO se encargó de pintar de amarillo infinidad de edificios públicos y llegó a despedir a trabajadores del gobierno de la ciudad por negarse a hacer campaña electoral.

La imagen que tal vez exprese genuinamente la idea del cambio macrista es aquélla que se tomó junto al ex-presidente Eduardo Duhalde -quien en el 2003 le había propuesto ser candidato a presidente-, el «Momo» Venegas y Hugo Moyano con quienes inauguró el primer monumento a Perón en la capital porteña. Lejos de tratarse de un pragmatismo ideológico, allí se expresó cuánto de continuidad hay en el macrismo con las ideas, estructuras y prácticas conservadoras que gobernaron el país desde la vuelta de la democracia.

No es república, es populismo de derecha

El martes el líder radical, Ernesto Sanz, volvió a repetir el argumento bajo el cual su partido apoya a Macri y ha conformado Cambiemos. «Todas las etiquetas pasan a un segundo plano cuando uno tiene el desafío de construir una república democrática frente a este populismo mafioso», sostuvo en TN.

La concepción de apelar a que la disputa política en nuestro país está atravesada por el eje «república vs populismo», incluso por sectores progresistas que reivindican determinadas lecturas del populismo, es muy generosa con la oposición conservadora. El «republicanismo», a pesar de que el kirchnerismo ha intentado hacer una lectura propia de los valores democráticos, de la importancia de la igualdad y de las libertades «cívicas», está jugando del lado de Cambiemos.

En esta mirada lo que es y expresa Macri de los sentidos fundantes del republicanismo queda muy poco o nada.

¿Se puede defender el republicanismo y la independencia de poderes habiendo vetado 126 leyes en ocho años de mandato como jefe de gobierno? ¿Se puede hablar defender las libertades cuando la respuesta a la conflictividad social en la ciudad de Buenos Aires culmina con la represión de aquéllos luchan por el acceso a vivienda, artistas, médicos, periodistas y hasta legisladores entre tantos otros? ¿Se puede hablar de igualdad de la mano de las misoginia que expresan los candidatos como Miguel Del Sel? ¿De qué igualdad se puede hablar si en la ciudad de Buenos Aires el macrismo busca dejar en manos del mercado hasta los teatros y los polideportivos de los barrios? ¿De qué «igualdad de oportunidades» se puede jactar si todos los años le estalla el conflicto de la falta de vacantes en las escuelas debido a la falta de financiamiento y de ejecución del presupuesto en la educación pública?

En vez de republicanismo la política de Cambiemos parece destilar mucho populismo del que tanto critica. Se promete «pobreza cero» y durante la gestión macrista aumento la mortalidad infantil en la ciudad más rica del país. Se promete un millón de créditos hipotecarios y gobierna una ciudad en manos de la especulación inmobiliaria en dónde el plan Primera Casa entregó apenas 2.500 créditos en los últimos tres años. Ni que hablar de propuestas que jamás se dicen cómo se van a alcanzar como el «ingreso universal para todos los niños y jubilados del país».

El cambio y la república que el país necesitan

Que estas ideas fuerza hayan quedado del lado de una alternativa conservadora de derecha tiene como principales responsables a la dirección del Frente Para la Victoria (FPV). Ellos han sido quienes se han refugiado en las estructuras también conservadoras del Partido Justicialista y quienes se han limitado a la «defensa» de las conquistas sin apostar a radicalizar cambios que favorezcan a las mayorías.

Pero que el FPV haya dado lugar a la posibilidad de que Cambiemos se apropie de estas banderas no debería por qué condenar a los argentinos y argentinas a que Macri fuera el próximo presidente.

Así como tampoco las fuerzas populares deberían resignarse a plantear la necesidad de reivindicar un cambio de poder en nuestro país que dé lugar a una república en la que gobierne la mayoría del pueblo y no las estructuras políticas conservadoras y los grupos empresariales.

@villaseninl

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