Cultura

20 octubre, 2015

Oro negro: 40 años de Mothership connection

En 1975, hace exactamente 40 años, Parliament lanzaba un disco de funk que con el paso del tiempo se convertiría en un imprescindible para la escena funkie: Mothership connection, el puente de quiebre definitivo entre la música funk y los sonidos clásicos.

Hubo un momento donde todo lo que ahora está inventado era aún un terruño virgen. Cuando en la actualidad suena funk y el cuerpo comienza el balanceo de pies y cabeza hay que dar gracias a todos los que estuvieron antes. En 1975, hace exactamente 40 años, Parliament lanzaba un disco de funk que con el paso del tiempo se convertiría en un imprescindible para la escena funkie: Mothership connection.

El disco comienza con una advertencia: “Buenas tardes. No intente ajustar su radio, no hay ningún problema ahí. Hemos tomado el control para darles un show especial”. Con esta señal, los Parliament dejaban claro que estaban por hacer algo que por entonces comenzaba a germinar con James Brown y compañía y que, ahora que Fred Wesley y Maceo Parker se habían sumado a la troupe de George Clinton, estaban dispuestos a dejar huella.

parliament-mothership-connectionLo primero que pasa cuando la aguja cae sobre Mothership connection y éste comienza a girar es un cambio temporal. Se puede lograr un viaje a través del tiempo partiendo desde cualquier momento histórico para sentirse parte de los años 70. Hasta la llegada de este álbum, los Parliament habían editado tres discos que, con cierto suceso, sirvieron de plataforma para éste que se convertiría en multipremiado, reconocido y trampolín absoluto de la banda, en general, y de George Clinton en particular.

Se trata de una gema de música negra brillando en un mundo que comenzaba a ser brutal y definitivamente atravesado por el rock and roll. A la histeria de los años 60 que trajo la beatlemania y el posterior suceso de The Rolling Stones, los años 70 habían irrumpido en la escena musical con Queen, Led Zeppelin y Pink Floyd, por citar sólo tres tanques gigantes. Pero Parliament no se subió a esa ola sino todo lo contrario. Buscaron, crearon y lograron una cuota de originalidad en un género musical donde lo más complejo era, justamente, innovar.

01En algún momento de la historia James Brown reveló un secreto: “Lo único que puede salvarnos de la mayoría de los problemas es bailar”. De esa idea parecen haberse tomado los Parliament para lanzar ese uppercut que son las ocho canciones que conforman Mothership…, porque no hay un momento en todo el disco en que los pies se queden quietos.

De la aventura participan más de 20 músicos, la mayoría negros, con esa carga de groove y swing que los caracteriza. Con voces dobladas y gargantas cantando en el mismo tono, uno de los puntos más altos del álbum son los coros pegadizos, los susurros cálidos y entretenidos y las bases cuasi raperas, sobre una buena cantidad de líneas de bajo dosificadas de manera consciente y constante como para provocar impacto.

003Fue tal el suceso de Mothership… que tras su lanzamiento comenzó a hablarse en la escena del “p-funk”, en referencia a todos los músicos que giraban en torno a George Clinton y fueron pioneros en un género que hoy no sólo es más popular –aunque no masivo–, sino que siempre vuelve a esas raíces que comenzaron a brotar en Nueva Jersey.

Tuvieron su propio peso específico. Algunos de los nenes que pasaron por Parliament fueron Sly Stone (Sly and the Family Stone), Fred Wesley (trombonista icónico de la “p-funk”), Eddie Hazel (guitarrista referente del género, muerto en 1992 tras años de abuso de toda sustancia que pueda ser abusada), Maceo Parker (leyenda del saxo que prestó sus vientos desde James Brown y Funkadelica hasta Red Hot Chili Peppers), por citar sólo a algunos. En total fueron más de 30 los músicos que desfilaron por ese colectivo lleno de ritmo que fue la “p-funk” cuyo chofer siempre fue Clinton.

La primera ola de Parliament tuvo su fin en 1981, al igual que su banda hermana, Funkadelic. Algunos años más tarde, en 1989, volvieron a intentarlo y hasta 1996 se mantuvieron girando y cantando alrededor del globo. Ahora, a partir del año pasado, algunas reuniones dan cuenta de que la posibilidad de volver a reunir a los soldados que han quedado vivos –aunque heridos– es una realidad.

El mérito más importante de Mothership connection es, sin dudas, el de haberse convertido en lo que cualquier álbum de rock quiere transformarse: por un lado, en un imprescindible, un disco que no sólo está bueno escuchar –y escuchar, y escuchar–, sino en una semilla de las que echan raíces, ya que ha sido fuente de inspiración de muchísimos músicos y bandas que han venido más tarde.

En algún momento Flea Balzary (bajista de Red Hot Chili Peppers) se refirió a Clinton como un “espíritu imprescindible de la música”. Incluso han trabajado juntos, con Clinton como productor de los Peppers, en el momento que el pico de efervescencia de la banda californiana estaba en su punto más alto y también como invitado sobre el escenario.

Tanto Parliament y la escena ‘p-funk’ tuvieron en Clinton una suerte de padre, de mentor, un líder que bajo esa inmensidad de pelos coloridos lleva el don de ser un creador, un músico que se reveló ante lo establecido y propuso ir por otro camino, sin dejar de lado sus raíces ni sus motivos. Por eso, cuando se mueve la patita al ritmo de un bajo algo persistente, hay que tener presente que todo eso existe porque antes existió otra cosa. Y esa otra cosa tuvo su origen en Mothership connection, el puente de quiebre definitivo entre la música funk y los sonidos clásicos, la nave nodriza del groove.

Ignacio Merlo – @carrumbe

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