30 septiembre, 2015
El miércoles se queda corto: Una vez más
En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena obra cinematográfica. Por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Una vez más, de Gustavo Taretto.

En Notas – Periodismo Popular entendemos que, en los tiempos que corren, no siempre se dispone de dos horas para ver una buena película. La realidad es que no hace falta tanto tiempo para ver qué historias tienen para contar realizadores de todo el mundo y por eso te acercamos, semana a semana, los mejores cortometrajes al alcance de un click. Hoy: Una vez más, de Gustavo Taretto.
Pasolini decía que la vida (esa sucesión de planos e incluso escenas que se desarrolla por un tiempo indeterminado, generalmente largo, sin ningún corte de montaje) es, a fin de cuentas, un plano secuencia. ¿Cómo podemos entender esto? Como un plano que encadena una infinita sucesión de eventos, tal vez a lo largo de un día, que finaliza cuando cerramos los ojos en la noche, o quizá el último día de nuestras vidas.
Varios autores tomaron esta filosofía de la realización que es este recurso para filmar películas enteras sin (aparentemente) un sólo corte de montaje. Quizá Rope (1948) del maestro Hitchcock sea el más recordado; o Birdman el último en realizarse de manera celebrada. Sin embargo y por estas tierras, un joven Gustavo Taretto se hizo de este recurso en 2010 y lo aplicó de una manera pocas veces vistas.
Una pareja camina por una vereda. Ambos charlan de la vida, esquivan algún portero baldeando la vereda y quizá un oficinista yéndose apurado a su lugar de trabajo. En un momento, chocan opiniones. Como no puede ser de otra forma en estos días donde lo pequeño se hace grande, los planteos clave de una pareja de la Buenos Aires moderna comienzan a florecer y comienza una discusión que, en algún punto finaliza. Y comienza otra vez más. De la misma manera que la vez anterior.
El corto, quinto trabajo del director hasta ese momento, tomó mucha relevancia por la perfecta manera en la que está contada: un plano secuencia de casi nueve minutos que repite una y otra vez el mismo decorado (unas cuantas cuadras de la ciudad) como si fuera el caballo de una calesita. Los protagonistas (Felipe Viel y Julieta Zylberberg) desfilan por entre vecinos porteños discutiendo sobre la rutina, las formas de decirle al otro lo que le molesta y todos esos pequeños planteos que surgen en el lugar más incómodo para debatirlos: la calle.
Lo que quizá se presenta como un simple acontecimiento (él no quiere ir de la mano con ella, a ella eso le molesta), Taretto lo dota de un atributo como la incomodidad y la empatía generada en el espectador de una manera por demás eficaz. Sin embargo lo que mejor logra es algo ya patente en su cine: la construcción de los espacios, y por sobre todas las cosas ese espacio que le es tan propio: la ciudad.
Hábilmente descripta en su Medianeras (2011) y muy fugazmente retratada en su cuestionada Insoladas (2013) la azulada Buenos Aires también está plasmada en la arquitectura de este corto: el andamio que te angosta la vereda, el auto que sale del estacionamiento y no te deja pasar y el vecino que te mira medio mal en el medio de la discusión con tu pareja, todo se va mostrando cual aguja del reloj en este elegante travelling que no parece detenerse nunca. Como esa discusión amorosa que te agarra de sorpresa en la mitad de la tarde.
Iván Soler – @vansoler
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