23 septiembre, 2015
Graffiti, política y espacio público
Los porteños se han apropiado del espacio público en una multiplicidad de formas. Reuniones de café en veredas, venta ambulante, festejos futbolísticos y marchas políticas entre las más comunes. La vertiente más original, creativa y artística está dada por el graffiti, como forma de aparición en el reino de lo público con una voz disruptiva y anti-institucional.

Los porteños se han apropiado del espacio público en una multiplicidad de formas. Reuniones de café en veredas, venta ambulante, festejos futbolísticos y marchas políticas entre las más comunes. La vertiente más original, creativa y artística está dada por el graffiti, como forma de aparición en el reino de lo público con una voz disruptiva y anti-institucional.
Con una profunda vocación estética y expresiva, las intervenciones en el escenario urbano conforman una contracultura que tiene gran despliegue en la Ciudad de Buenos Aires.
Los graffitis son inscripciones, pinturas o dibujos realizados en espacios públicos no autorizados a tal fin. En Buenos Aires el origen es netamente político. Desde principios del siglo pasado las paredes funcionaron como soporte para la propagación de ideas y candidatos en elecciones, por ejemplo.
Alrededor de los años ’30 y ’40 con la utilización de tiza y carbón, décadas más tarde brea y alquitrán disuelto en kerosene y gas oil, blanqueando el fondo con cal. “Con tiza y carbón, las mujeres con Perón”, sintetizaba una consigna de los años ’40.
Los ’60 fueron años de quiebre con la presencia en el imaginario de la Revolución Cubana y el Mayo Francés. Momento de explosion de subculturas y movimientos. Se desafió el estatus de las bellas artes y el arte fue de resistencia. El graffiti fue apropiado por estas nuevas corrientes.
Nueva York y Paris fueron el epicentro del desarrollo del grafitti en este periodo. En Buenos Aires no hubo contacto con estas tendencias, no hubo legado, sino la originalidad del artista ligado a la historia de nuestro país.
Los ’60 y ’70 en Argentina estuvieron signados por mucha violencia política y social: las paredes hablaban de los grupos políticos que firmaban con nombre sus escritos. Mensajes territoriales, amenazas y demostración de poder.
En 1979 llegó el aerosol al país y permitió escribir con más rapidez en la clandestinidad. Sin embargo el dramático interregno de gobiernos militares entre 1976-1983 marcó un periodo de fuerte censura y represión: las paredes quedaron silenciadas.
La recuperación democrática permitió restaurar las producciones artísticas en el espacio público. En los ’90, la paridad cambiaria y la posibilidad de viajar al exterior abrieron una nueva etapa para el graffiti porteño mas influenciado por el hip hop, el punk, el skate y la cultura anglosajona.
Un joven de clase media que podía viajar a Estados Unidos y ver la escena Neoyorkina, comprarse un casette de los Beastie Boys y mirar MTV ya estaba en condiciones de inspirarse con elementos exógenos a nuestra cultura. Estos jóvenes sin legado pero influenciados por la mentalidad “hacelo vos mismo” (“Do it yourself”) desplegaron un gran arsenal de creatividad. El graffiti no era un medio de vida sino un pasatiempo. En Buenos Aires el movimiento graffiti lo encabezaron estos jóvenes de clase media que buscaban un medio alternativo de expresión.
En paralelo siguen las infinitas inscripciones en paredes de anónimos que las usan para declarar su amor, para grabar el nombre de su banda favorita de rock o para generar pertenencia a partir de distintivos específicos o simplemente “los pibes de…”.
En Argentina el graffiti tiene un gran correlato político, por eso en 2001 el hervor social no solo estalló en las calles con cacerolas y manifestaciones sino con una invasión de expresiones anti políticas en las paredes y muros.
Esa fecha es un hito en la vida graffiti de Buenos Aires. Expresiones como “Basta de robar”, “Cavallo asesino” o “Abajo la Corte Suprema de Injusticia” y el clásico “Que se vayan todos” minaron el espacio público. Se trató de un periodo muy caótico, negativo y oscuro que tuvo ese tono en el graffiti urbano.
A partir de 2003, los artistas decidieron darle un giro a la negatividad del periodo anterior y mejorar cualitativamente las composiciones. Ahora las paredes visten más colores, piezas llamativas, formas graciosas y personajes absurdos. El graffiti se configura como un antídoto visual más positivo. Se hacen famosos artistas con estilos bien definidos, para nombrar solo algunos: Gaulicho con una marcada estética retro y psicodélica, Pam Pam influenciada por el anime japonés y el punk rock y Jaz con un alto contenido político, tribal y violento en sus obras.
Esto por el lado de los artistas callejeros que hoy son consagrados en el escenario mundial del graffiti: Buenos Aires es un centro referente a nivel internacional. Las paredes escritas en aerosol siguen siendo un medio que usan personas y grupos para comunicarse, identificarse o expresarse.
El graffiti vive en Buenos Aires como un fenómeno efímero: en cualquier momento esos murales o pintadas en las esquinas de Villa Urquiza o Barracas pueden borrarse o sobreescrirse. Es el destino inevitable de este tipo de arte temporario y callejero. Los invito a apropiarse del espacio público con la mirada, a prestar más atención y a disfrutar el paisaje artístico de las calles porteñas.
Florencia Migliorisi – @flormigliorisi
Más info: graffitimundo.com
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