17 septiembre, 2015
¿Y ahora?
El fútbol argentino está marcado por el resultado. Es la marca que le dan quienes detrás de un micrófono o una hoja de word buscan las palabras necesarias para destruir la idea de los que desean construir. Que los que juegan mejor ganen así las explicaciones las dan los que en el césped no se animan a jugar.

Bentancur, 18 años y jugador del equipo más convocante de la Argentina, se tira atrás para tratar de darle forma a la salida de un equipo que “corre más de lo que juega” según el ojo de Riquelme y adherimos. Se juega el minuto final al que le seguirán tres minutos adicionales. Un pase mal dado transforma un partido de fútbol discreto, por no decir malo, en un engendro. Matos, atento pero sorprendido, intercepta y define rápido y bien. El encuentro no necesita ninguna explicación, no remite análisis alguno: ganó el que no quería ganar y el que perdió fue mejor pero no le alcanzó. Fue más con poco, elija si reír o llorar.
¿Y ahora?
La hoguera para unos, el cielo para otros. Vaya casualidad, la hoguera se correspondió con el derrotado, el cenit con el triunfador. Los que no pierden nunca gustan de esos escenarios donde todo es hipótesis a partir de la chapa final. Entonces uno puede escuchar a Vignolo decir “los hinchas de Boca no van a ir al obelisco con una remera que agradezca el 70% de efectividad del equipo de Arruabarrena si no ganó nada”. Otro, Elio Rossi, sentado en la mesa del programa Fútbol Permitido, dirá que el mote de “gallina” debe cambiar de vereda. Ojo, no sólo les gusta el aroma de la sangre, también ofician de devotos de su santa majestad “planteo inteligente” y como esta prohibido criticar al vencedor, sonríen cómplices para tener la exclusiva.
¿Y ahora?
Con la sopa calentita y todos los cocineros sobre el guiso, se prepara el terreno. Se viene la fecha de los clásicos: River – Boca y el pasado cercano teñido de vergüenza, “la cuerda floja” de la que pende el “Vasco”, diez mil policías en las calles durante el fin de semana, el clásico rosarino y las balas en la casa de la abuela de Maxi Rodriguez, Tinelli – Segura. La carta de hipótesis en el gran restaurante “Resultado” no tiene los precios, se cobra según el score. Invita el caído, le come la frutilla al postre el vencedor. El que paga debe exponer sus razones, al que goza con una sonrisa le basta.
¿Y ahora?
El “Diablo” mete la cola y desnuda el potencial de Racing, ese que encontró más resultado que juego cuando se coronó campeón. El planteo inteligente dejó de serlo porque el otro la embocó. Entonces aparecieron los que antes daban las hurras, ahora afilando sus cuchillos, prestos a probar que tal esta el plato del día. A la mesa propios y extraños, la calle desierta y Lodeiro que mete un gol de Superclásico y la niebla del Riachuelo se disipa. Los títulos a River los blindan por un tiempo, su juego del trimestre agosto-septiembre-octubre 2014, también. Central intentó ganar el clásico pero no pudo, Newell’s no lo quiso perder y lo consiguió. Colón y Unión aburrieron.
¿Y ahora?
Hablemos de fútbol: ningún equipo esta jugando bien, ninguno marca las diferencias que marcó el River de Gallardo en su versión campeón Copa Sudaméricana o en aquella noche en Belo Horizonte frente al Cruzeiro luego de la derrota en Nuñez. Boca hizo méritos para estar en la punta pero no logra asumir una fisonomía, no logra elegir su propia máscara. En la Libertadores obtuvo 18 sobre 18 en la zona de grupos y “quedó eliminado sin patear al arco en los primeros 45 en nuestra cancha”, Román dixit.
¿Y ahora?
Sigamos hablando de fútbol: el perseguidor, San Lorenzo, sabe a lo que juega. Lo suyo es ceder protagonismo, la pelota y el terreno para salir rápido y aprovechar la velocidad de Villalba, el peso específico del renovado Cauteruccio y el inefable Matos. Es uno de los equipos con más goles a favor y el que menos tiene en contra. El segundo puesto lo tiene merecido pero su juego da mucho que desear. Algunos sostienen que los logros no se cuestionan, otros entienden que los reconocimientos y la crítica se complementan.
¿Y ahora?
Habrá que ver que suerte tienen las buenas intenciones de equipos como Rosario Central, Temperley y Banfield. Seguir de cerca lo que hacen Carlos Mayor en San Martín de San Juan y Ariel Holan en Defensa y Justicia si la silla eléctrica los deja trabajar en el tiempo. Pensar a Milito en Estudiantes, a Russo en Vélez. Que diez de los 30 equipos de este torneo cambiaron de entrenador y que la suerte no cambió porque no es cuestión de suerte.
¿Y ahora?
Esperar que ruede la pelota, que los que juegan mejor ganen así las explicaciones las dan los que en el césped no se animan a jugar el juego que solo quiere jugar. Y que, por sobre todas las cosas, pierdan los que nunca lo hacen, aquellos que detrás de un micrófono o enfrente de una hoja de word en blanco buscan las palabras necesarias para destruir la idea de los que desean construir. Como lo quiso hacer Bentancur que, cuando todos eligieron no salir en la foto para esperar el bochazo y “a la carga Barracas”, intentó jugar. De eso se trata, aunque a muchos pregunten: ¿Y ahora?.
Federico Coguzza – @Ellanzallama
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