14 septiembre, 2015
Sesenta y tres semanas sin aliento
Por Ulises Bosia. Hace pocas semanas el grupo editorial Penguim Random House -que adquirió la tradicional Editorial Sudamericana de nuestro país- publicó El descamisado – Periodismo sin aliento, de Ricardo Grassi.

Por Ulises Bosia. Hace pocas semanas el grupo editorial Penguim Random House -que adquirió la tradicional Editorial Sudamericana de nuestro país- publicó El descamisado – Periodismo sin aliento, de Ricardo Grassi.
El libro es una crónica de las 63 semanas entre mayo de 1973 y septiembre de 1974 en las que El Desca -y las sucesivas El Peronista y La Causa Peronista que intentaron evitar la censura- buscaba transmitir a cientos de miles de lectores las opiniones, lecturas y orientaciones políticas que el “montonerismo” iba haciendo de esos meses decisivos.
Efectivamente, Grassi -director de hecho de las tres publicaciones- logra transmitir el vértigo de uno de esos momentos en que el tiempo se acelera y parece posible torcer el rumbo de la historia, a tal punto que sus ecos y consecuencias resuenan hasta hoy. Por eso lo de “Periodismo sin aliento”, que se convierte fácilmente en “lectura sin aliento”.
“Protagonistas en un desenlace que no podíamos considerar ineludible”
Lógicamente no es la obra analítica y “objetiva” de un investigador, sino una suerte de memoria de uno de sus protagonistas, quien además de periodista se identifica desde el primer momento como militante popular de la organización Descamisados, de cuya fusión con Montoneros nace el proyecto editorial de El Desca.
Y algo más sobre la militancia, que el autor interpreta de esa manera tan setentista, propia del que arriesgó todo y más, del que sufrió pérdidas inmensas, como una forma de vida. Grassi nos regala una interesante distinción entre militancia y política, aunque habitualmente vayan -y deban ir- juntas. “Un militante no es un político; se compromete con una elección sin esperar más que la felicidad que le da sentir que hace, con otros, algo nuevo en lo que cree y que da sentido a su vida. Son las circunstancias las que llaman militancia a lo que debería ser el modo de vivir: con otros, para todos”, sostiene.
Como el propio Grassi explica, “recorrer y narrar en el presente la crónica vital y exasperada que El Desca construyó hace que esta sea también una obra de ficción. El desafío es no traicionar la ficción con el conocimiento adquirido mucho después”.
Este intento permanente de transmitir lo que los protagonistas sabían o podían saber de lo que estaba pasando, permite acceder a una comprensión necesaria para quien lee más de 40 años después, en mayor medida para los nacidos y criados en democracia que volvemos hacia aquellos años. Y así logra restituir a la política como el ámbito de máximo despliegue de posibilidades de futuro -contra cualquier destino preestablecido o teleología laica-, pero al mismo tiempo mostrando cómo esos futuros posibles fueron achicándose dramáticamente, hasta conducir al fatídico 24 de marzo de 1976 y a la mayor derrota popular de nuestra historia.
No obstante, este intento de escribir como se vivía desde el interior de aquel momento no esconde una lectura crítica de distintos momentos determinantes -el desconcierto en la redacción ante la noticia del asesinato de Rucci, el pase a la clandestinidad de Montoneros, entre otros-. Así, el libro esquiva con éxito las miradas que priorizan los juicios de la historia -sean justificaciones o autocríticas- por sobre la experiencia vivida.
Volver sobre la ruptura con Perón desde la actualidad
Con criterio de mercado, la tapa del libro explica que El Desca era “la revista que cubrió el conflicto y la ruptura de Perón con Montoneros”. Y efectivamente esa ruptura es uno de los puntos de debate político que mayores ecos mantiene hasta el presente.
En el debate político actual, entre quienes reivindican la militancia de la juventud peronista de los años 70, hoy mayoritariamente identificados en el kirchnerismo, se impuso una lectura crítica de aquel momento, que condena esa ruptura como un error político. Pero esa discusión -siempre opinable- deja entrever una lectura retrospectiva más general donde el proyecto de una patria socialista se desdibuja como una ingenuidad de juventud y la idea de un peronismo revolucionario renace edulcorada como un camporismo democrático.
Es así que se reivindica la militancia y los ideales de una juventud comprometida, pero no su proyecto político concreto. Grassi escribe que en su opinión el proyecto de Perón no era el de la patria socialista, aunque en aquel momento ello era difícil de ver -y más aún de aceptar-.
El libro ofrece la posibilidad de revivir por dentro ese desencuentro que se agrandaba día a día, a partir de Ezeiza, con sus desconciertos, sus broncas, dolores e impotencias, pero también los intentos de responder desde un proyecto revolucionario a esas adversidades inesperadas. En consecuencia, el relato pone al lector ante una situación abierta en la que no está claro el final, y así permite abrir una discusión ineludible para la reformulación de un proyecto político revolucionario en nuestro país.
Por otra lado, volviendo al contexto político actual, uno se ve tentado a preguntarse si detrás de la unanimidad con la que el Frente para la Victoria respaldó el giro conservador que representa Daniel Scioli como candidato presidencial, no sólo hay sólo un cálculo político sino que también cumple un papel el peso de la historia.
¿Es posible que para la militancia popular kirchnerista haber procesado como un error desastroso la ruptura con Perón lleve en la actualidad a desestimar cualquier ruptura con la conducción de Cristina, que ordenó para 2015 subordinarse a Scioli? ¿Puede entenderse mejor el carácter de las juventudes militantes kirchneristas -reticentes a cualquier insubordinación a lo largo de estos años- a partir de ese balance histórico?
Periodismo y política
Finalmente, un aspecto que Grassi destaca permanentemente es la idea de que El Desca logró ser lo que fue porque si bien estaba vinculado a una tendencia política del movimiento, al mismo tiempo fue realizado con profesionalidad y criterios periodísticos.
Tapas de titulares contundentes y atractivos, usos de la imagen de vanguardia, crónicas que le daban la voz a los protagonistas de las luchas sociales, criterios de diagramación poco tradicionales en la gráfica política como por ejemplo usar 60% de imagen y 40% de texto en cada página, hicieron de la revista un producto excepcional.
Seguramente para todos aquellos interesados en esa intersección del universo en la que se cruzan el periodismo y la política de izquierdas, la lectura de este libro es fundamental, como parte de tantas experiencias fundamentales de esa época como los diarios Noticias o El Mundo, la revista Crisis o la agencia ANCLA.
@ulibosia
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.