27 agosto, 2015
Seis claves para entender Grecia hoy
Por Lucas Villasenin. A partir de la renuncia de Alexis Tsipras y de la convocatoria a una nueva elección se han abierto una serie de debates e interpretaciones sobre el proceso político que en los siguientes puntos intentaremos esclarecer.

Por Lucas Villasenin. A partir de la renuncia de Alexis Tsipras y de la convocatoria a una nueva elección se han abierto una serie de debates e interpretaciones sobre el proceso político que en los siguientes puntos intentaremos esclarecer.
1. Tsipras no es De la Rúa
Desde que estalló la crisis económica griega se intentan establecer paralelismos con la crisis de nuestro país en el año 2001. La renuncia de Tsipras como primer ministro en nada se parece a la salida del presidente De la Rúa en helicóptero de la Casa Rosada.
El ahora ex-primer ministro no renunció a partir de movilizaciones populares en contra de la decisión de aplicar las medidas de ajustes neoliberales, sino que lo hizo a partir de la ruptura del bloque parlamentario de su partido. Tsipras -a diferencia del expresidente argentino- goza de apoyo de los ciudadanos según las encuestas y es muy probable que logre ser primer ministro luego de la próxima elección.
2. Tsipras no es Kerensky
En la revolución rusa en febrero de 1917 el gobierno quedó al mando de Alexander Kerensky y luego, a partir de la radicalización política del proceso, los bolcheviques comandados por Lenin llevaron adelante la revolución de octubre. En Grecia las plazas estaban llenas para oponerse a las medidas de ajuste en 2011 y 2012, para apoyar a Syriza en enero o para decir «No» en el plebiscito del 5 de julio. Luego de que el gobierno heleno aceptó el tercer plan de rescate ha habido movilizaciones en rechazo a esa decisión pero con dimensiones mucho menores.
En Grecia en los últimos meses y años no hubo nada similar a aquello que Lenin consideraba como una «situación revolucionaria». Tampoco hay un proceso de radicalización que supere al liderazgo de Tsipras.
3. Europa no es América Latina y el gobierno griego no quiso ser Cuba
Comparar las experiencias de resistencia al neoliberalismo en Latinoamérica en las últimas décadas con la situación abierta en Europa en los últimos años se ha vuelto algo frecuente. De ese diálogo entre distintos procesos pueden salir ideas muy valiosas pero teniendo en cuenta diferencias sustanciales.
El dirigente de Podemos Iñigo Errejón se encargó de resaltar estas diferencias ante cada insistencia de trazar esquemas de similitudes. «Cuando decimos ‘América Latina y Europa en el espejo’ no estamos diciendo calco ni copia». Y una de las principales diferencias que destacó en una de sus charlas fue que la crisis social en Europa aún no llega a ser comparable en sus magnitudes con las que padecían los pueblos latinoamericanos. Estadísticamente eso es muy fácil de comprobar.
Otra diferencia sustancial tiene que ver con la geopolítica regional y mundial. Si bien la emergencia de los BRICS en las últimas décadas puede ser un dato positivo respecto a la hegemonía ostentada por Estados Unidos años atrás, es prioritario analizar la institucionalidad regional de la que Grecia es parte. La Unión Europa y la creación de la unificación monetaria del Euro construyen una institucionalidad y una estructura financiera neoliberal que impone políticas en todo el continente.
En América Latina existió un clara subordinación al imperialismo norteamericano por parte de los gobiernos locales pero no se llegó a un nivel semejante de «integración» de las economías y las instituciones.
El único caso en dónde un gobierno que se mantuvo firme ante las políticas neoliberales en soledad como Grecia podría haber hecho fue Cuba y tuvo que padecer las consecuencias del llamado «periodo especial». Incluso Chávez, ante el golpe de Estado de 2002 o en el golpe petrolero del 2003, recibió apoyo de otros gobiernos del continente. El aislamiento del gobierno griego en la negociación del nuevo acuerdo fue total en términos regionales.
4. ¿Tsipras traicionó?
El programa con el que ganó Syriza entró en crisis al igual que el proyecto de construir un nuevo europeísmo. Los recientes acontecimiento demostraron la contradicción del planteo de terminar con las medidas de austeridad y simultáneamente mantener el compromiso de no salir de la institucionalidad y la unidad monetaria del continente. La contradicción se termino resolviendo aceptando mantenerse en el euro a cualquier costo.
Si esa contradicción no se resolvió priorizando las necesidades inmediatas del pueblo griego no es una simple «traición» de alguien que dice «A» y hace «B». Lo sucedido es una de las consecuencias previsibles en la propuesta inicial. En este sentido se deben entender los balances que hacen quienes apoyaron a Syriza y ahora se oponen al acuerdo.
Una salida a la contradicción es rechazar la posibilidad de la salida del neoliberalismo al interior del Euro como empiezan a plantear los escindidos de Syriza -ahora en Unidad Popular-, otra apostar a que esa contradicción se resuelva de manera conservadora como eligió Tsipras y otra -podría ser- buscar que se resuelva radicalizando la situación como propone Yanis Varoufakis.
5. Faltó más audacia audacia y un plan b
Si algo puede golpear duramente a quienes se oponen a las políticas neoliberales, es que la Troika y el gobierno alemán fueron más audaces en la negociación que el gobierno griego.
En Grecia no faltó que alguien pateara el tablero de la negociación. Eso sucedió cuando se convocó a un referéndum. Faltó que una vez pateado el tablero se formulara una propuesta radical más audaz que contemple la posibilidad de romper con el euro -como mínima para seguir negociando-.
Cuando desde el lado alemán se vio que el gobierno griego no tenía alternativa y que estaba atado a su mismo postulado de no salir de la moneda común aprovechó la posibilidad de avanzar en sus posiciones y humillarlo. Sin comprender este error no se puede entender por qué el gobierno griego terminó firmando algo aún peor que lo que negociaba en los días anteriores al referéndum.
6. La lucha sigue…
Otro elemento fundamental para comprender esta coyuntura es evitar el derrotismo absoluto. Ese es uno de los principales objetivos de quienes durante todos estos meses pretendieron derrotar a Syriza y humillar al pueblo griego.
Las políticas de austeridad, las deudas externas que superan el 100% del PBI, la crisis migratoria y tantas otras consecuencias de las políticas neoliberales siguen estando vigentes. El peligro que representa esta situación -incluso para el orden neoliberal- lleva a que hasta el FMI tenga que proponer «revisar» una quita de deuda al país heleno. Aquellos que luchan contra estas políticas en Europa seguro necesitan de la crítica sobre lo sucedido en los últimos meses. Pero es necesario algo más.
El marxista Antonio Gramsci impulsaba «el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad» desde las cárceles del fascismo italiano. Tsipras continúa justificando el acuerdo apelando a la racionalidad neoliberal de que «no hay alternativa posible». Actualmente el ex-ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis -que renunció por no aceptar el acuerdo- sostiene que «la primavera de Grecia ha sido aplastada, no por tanques sino por bancos». La realidad de Grecia y el continente europeo necesitan más que nunca de ese «optimismo de la voluntad» para que la derrota no sea aún peor y se siga enfrentando al neoliberalismo con más tenacidad.
@villaseninl
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