21 agosto, 2015
Trabas para la paz en Sudán del Sur
El estado nacional más joven del mundo lleva 18 meses en guerra civil. Luego de un ultimátum de Barack Obama, el martes parecía el día en que se firmaría la paz. Sin embargo, el gobierno pidió 15 días de plazo para repensar las concesiones a los rebeldes.

Cuando todo parecía indicar que el Estado más joven del mundo, Sudán del Sur, se encaminaba hacia un acuerdo de paz duradero, el gobierno del país, liderado por Salva Kiir, pidió 15 días más para repensar las bases del documento. Los rebeldes del ex vicepresidente Riek Machar, en cambio, ya habían firmado.
Las negociaciones entre las dos facciones en guerra desde diciembre de 2013 -apenas dos años y medio después de la independencia-, se llevan a cabo desde hace 18 meses en Addis Abeba, capital de Etiopía y sede de la Unión Africana. Los plazos se habían adelantado luego de las amenazas del presidente estadounidense, Barack Obama, de imponer sanciones si las partes no lograban un acuerdo para el 17 de agosto.
Sin embargo, el presidente Kiir optó por dar marcha atrás al considerar que la firma significaría una “capitulación”, y que los términos propuestos “no pueden salvar al pueblo de Sudán del Sur”, en palabras del portavoz Michael Makuei.
Oro negro
Las advertencias de Obama, al igual que la participación de China como mediadora del conflicto, no responden a la vocación de paz de las grandes potencias. Sudán del Sur cuenta con importantes reservas de petróleo y las zonas de donde se extrae el crudo están en el centro del conflicto, especialmente la región del Alto Nilo.
Si bien el control de los ingresos petroleros, que significan el 95% del presupuesto del país, es el tema central de la guerra civil, otras causas se entrecruzan. El factor étnico, como en buena parte de África, juega un papel importante: Kiir pertenece a la etnia dinka, mayoritaria en el país, mientras que Machar es nuer, predominante en las zonas petroleras. Este conflicto estuvo oculto durante mucho tiempo detrás de la unidad en busca de la independencia, pero una vez conseguido ese objetivo, se reflotaron las viejas tensiones.
Machar fue vicepresidente del país desde su independencia, el 9 de julio de 2011, hasta 2013. Su expulsión del gobierno dio inicio a los primeros combates, que se recrudecieron cuando a fines de aquel año Kiir anunció el fracaso de un supuesto golpe de Estado orquestado por su antiguo lugarteniente.
Urgencias humanitarias
Desde el inicio de la guerra perdieron la vida al menos 50 mil personas y unos dos millones debieron abandonar sus hogares. Los daños a la población civil se agravan al tratarse de un país que ya aparecía devastado luego de 22 años de conflicto con las mayorías árabes del norte.
Según datos de la ONG Oxfam Intermón, alrededor de ocho millones de personas, las dos terceras partes de la población, se encuentran en situación de inseguridad alimentaria y casi cuatro millones pasan hambre.
Mientras el conflicto continúe, la situación se agravará indefinidamente, en tanto la infraestructura sursudanesa es prácticamente inexistente. La volatilidad del control sobre las regiones petroleras impide que esos ingresos se trasladen a la población, que vive una de las situaciones más graves dentro de África, comparable con la de Somalia o algunas regiones de la República Democrática del Congo.
Una paz duradera
Si finalmente Kiir decide firmar este acuerdo, será el tercer alto al fuego desde el inicio del conflicto. El primero, en enero de 2014, apenas duró unas horas antes del reinicio de las hostilidades de ambos bandos. El segundo, rubricado en Addis Abeba en julio de ese año, se mantuvo por dos días.
Ahora, el gobierno pide tiempo para renegociar las condiciones para la paz: la autonomía para las tres provincias de la región del Alto Nilo, la integración en 18 meses de los rebeldes en las filas del Ejército y la formación de un gobierno de transición que reinstituya a Machar como vicepresidente, son consideradas concesiones excesivas por parte de las fuerzas en el poder.
El involucramiento de China y Estados Unidos, con la promesa de un “modelo Angola” de desarrollo, en el que se intercambian infraestructuras por petróleo, parece aproximar el conflicto a un final real. Sudán del Sur, que sufre la violencia desde el primer día de su existencia, lo espera para presentarse al mundo como algo más que un nuevo Estado fallido.
Nicolás Zyssholtz – @likasisol
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