6 agosto, 2015
Crean el premio «Oscar Arnulfo Romero» en Educación y DDHH
La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) anunció esta semana la creación de un nuevo premio que llevará el nombre del obispo salvadoreño y será dirigido a instituciones educativas que promuevan los derechos humanos.

La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) anunció esta semana la creación de un nuevo premio que llevará el nombre del obispo salvadoreño y será dirigido a instituciones educativas que promuevan los derechos humanos.
«Con el certamen se busca reconocer el arduo trabajo de diferentes organizaciones que participan en la defensa y promoción de los derechos humanos por medio de la educación», informó el secretario general de la OEI, Paulo Speller.
El titular del organismo continental agregó: «Este premio también es un reconocimiento al arzobispo de El Salvador, Óscar Arnulfo Romero, declarado mártir y beato en mayo pasado».
Hasta el próximo 9 de octubre podrán inscribirse los establecimientos que quieran participar y la institución que gane recibirá un premio de 20 mil dólares, que será entregado por el propio Speller en el mes de diciembre cuando se celebre en Perú el Seminario Internacional sobre Educación en Derechos Humanos.
Según reseña el portal Telesur la OEI es «una organización internacional de carácter gubernamental, orientada a la cooperación entre los países iberoamericanos en esas áreas y en el marco del desarrollo integral y la integración regional».
La historia detrás del nombre de un premio
Oscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, El Salvador. A los 13 años ingresó al seminario y en 1937 viajó a Roma dónde continuó sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana. Allí fue alumno de Giovanni Batista Montini (luego coronado papa bajo el nombre de Paulo VI). En 1942, fue ordenado sacerdote.
El 3 de febrero de 1977 fue nombrado como arzobispo de San Salvador, para suceder a monseñor Luis Chávez y González. En su momento, esto fue considerado una maniobra de los sectores conservadores de la iglesia ya que candidatos, a priori más progresistas, fueron descartados. Sin embargo Romero sorprendió a propios y extraños.
El 20 de febrero de 1977, dos días antes de su asunción como arzobispo, se celebraron elecciones en el país. En el medio de un fraude escandaloso fue nombrado ganador Carlos Humberto Romero, candidato del Partido de Conciliación Nacional (que gobernaba desde 1962). Esto desató fuertes protestas que fueron respondidas con una brutal represión.
Sacerdotes ligados a la “opción preferencial por los pobres”, doctrina que tenía sus bases en el documento de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellin en 1968, también fueron perseguidos e incluso asesinados.
Esta nueva situación produjo en monseñor Romero un cambio. Los tres años que estuvo al frente del arzobispado (1977-1980) lo encontraron en una permanente lucha en defensa de los derechos de los campesinos, los trabajadores y el pueblo salvadoreño en general. Durante los tres años, sus homilías, transmitidas por la radio diocesana YSAX, denunciaron la violencia del gobierno militar.
En 1979 Romero viajó al Vaticano para entrevistarse con el Papa Juan Pablo II. A pesar de haber pedido con mucha antelación la audiencia, cuando llegó a Roma nadie lo quiso atender. Fue así que el arzobispo decidió entonces acudir a la misa oficiada por el Papa un domingo. Luego del acto religioso Juan Pablo II bajó, como era costumbre, al salón donde lo esperaban multitudes para la tradicional audiencia general. Romero, mezclado entre los fieles logró acercarse al papa, presentarse y pedirle una audiencia. Juan Pablo II accedió y lo convocó al día siguiente.
Ni bien llegó a la audiencia, Romero le entregó al Sumo Pontífice una enorme recopilación de documentos y denuncias sobre la represión y las violaciones a los Derechos Humanos en su país. Juan Pablo II, sin mirar los documentos, le contestó que no tenía tiempo para leer tantas cosas. Romero insistió y le contó de los asesinatos a curas, el papa continuó indiferente y le dijo: “Usted, señor arzobispo, debe de esforzarse por lograr una mejor relación con el gobierno de su país”.
Romero regresó desconsolado a El Salvador pero continuó con su prédica. Un año después lo mataron de un tiro en el pecho. En 1993 una Comisión de la Verdad de la ONU señaló como responsable intelectual del asesinato al mayor del Ejército Roberto D´Aubuisson (fallecido un año antes), fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
En 1994 la Arquidiócesis de San Salvador pidió permiso a la Santa Sede para iniciar el proceso de canonización de Romero. El proceso diocesano concluyó en 1995 y el expediente fue enviado a la Congregación para la Causa de los Santos, en la Ciudad del Vaticano. En 2000 el tema fue transferido a la Congregación para la Doctrina de la Fe (en ese entonces dirigida por el cardenal alemán Joseph Ratzinger, posteriormente Papa Benedicto XVI) para que analizara los escritos y homilías de monseñor Romero. El análisis del expediente concluyó en 2005 sin embargo, recién en 2015 llegó su beatificación de la mano de un Papa latinoamericano. Mientras tanto, Juan Pablo II, quién desmereció las denuncias de Romero y lo abandonó a su suerte, fue beatificado en 2011, tan solo seis años después de su muerte.
El 23 de marzo de 1980, un día antes de ser asesinado, Romero exhortó a las fuerzas de seguridad a no reprimir al pueblo del que ellos también eran parte: “La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”.
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