27 julio, 2015
Tras 20 años, el vóley volvió a ser dorado
En un partido vibrante y muy emotivo, Argentina derrotó a Brasil por 3 a 2 (25-23, 18-25, 19-25, 25-23 y 15-8) y se colgó la medalla de oro en los Panamericanos de Toronto. Así, mejoró el bronce obtenido en Guadalajara 2011 y repitió lo hecho en Mar del Plata 1995, cuando venció 3-2 a Estados Unidos.

En un partido vibrante y muy emotivo, Argentina derrotó a Brasil por 3 a 2 (25-23, 18-25, 19-25, 25-23 y 15-8) y se colgó la medalla de Oro en los Juegos Panamericanos de Toronto. Así, mejoró el bronce obtenido en Guadalajara 2011 y repitió lo hecho en Mar del Plata 1995, cuando venció 3-2 a Estados Unidos.
En su segundo año al frente de la Selección Argentina de vóley masculino, Julio Velasco logró escribir un nuevo capítulo de su exitoso palmarés. El DT nacido en La Plata, consagrado en Italia y admirado mundialmente por amantes de todos los deportes, volvió a llevar a un equipo argentino a gritar campeón luego de que Daniel Castellani lo hiciera en 1995, en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata.
El desempeño argentino en estos Juegos se puede dividir en tres momentos bien diferenciados: los primeros dos encuentros, con victorias esperables ante Cuba y Colombia; el partido del quiebre, ante Brasil por la fase de grupos; y el sprint final en la fase de eliminación, con triunfos sobre Estados Unidos, Canadá y nuevamente Brasil.
En primera instancia, el equipo dirigido por Velasco dio cuenta de dos rivales de menor envergadura: Cuba y Colombia. Los caribeños continúan padeciendo algo que históricamente vulneró los equipos nacionales cubanos: sus principales estrellas, criados en la liga local, son atraídos por las principales ligas del mundo, los mejores salarios y las oportunidades de brillar en los grandes equipos, dejando a la Selección plagada de jóvenes talentos pero sin mucha experiencia.
Argentina aprovechó y derrotó a una debilitada Cuba por 3 a 1 para empezar con el pie derecho los Juegos. El 3 a 0 ante Colombia, sin los habituales titulares, sirvió para llegar descansados al partido más importante de la fase de grupos: Brasil era el rival y, de ganar, Argentina conseguiría el primer puesto en su Zona y el consiguiente pase a semifinales.
El primer equipo de Brasil con Bruno, Murilo, Lucarelli y el exitoso DT Bernardo Rezende a la cabeza, se encontraba disputando las finales de la Liga Mundial en Rio de Janeiro, por lo que Leonaldo, entrenador designado a la competición en Toronto, presentó un combinado alternativo, compuesto por algunos jugadores que habían repartido victorias en una serie de amistosos ante el equipo “B” de Argentina. Con un gran partido del armador Murilo Radke, Brasil prevaleció 3-0 y le propinó un duro golpe a la ilusión nacional, dándole una lección técnica y táctica que encendió la alarma en el equipo y obligó a replantear algunas cuestiones de base.
A partir de allí, todo cambió. Velasco metió mano en el sexteto inicial y le devolvió las riendas del equipo a Luciano De Cecco. El santafesino, uno de los mejores armadores del mundo, le cambió la cara a la ofensiva argentina y recuperó la confianza que había perdido en manos de Nicolás Uriarte, otro grandísimo levantador.
Estados Unidos, que vivía una realidad similar a la de Brasil, con su primer equipo disputando las Finales de la Liga Mundial, presentó un combinado universitario que poco pudo hacer ante la nueva versión argentina: sólida con el servicio y la recepción, eficiente en la contra y prolija en la relación bloqueo/defensa, que se tradujo en 3-0 y pase a semifinales.
En esa instancia lo esperaba el dueño de casa, Canadá, con un equipo mejorado respecto al que habían enfrentado semanas atrás en la Liga Mundial (se incorporó el temible opuesto Gavin Schmitt). Era, sin dudas, una prueba de carácter ante un oponente que iba con todo por el título, encomendado a la potencia de Schmitt y al buen juego de Gordon Perrin, pero con excelentes actuaciones de José Luis González (18 puntos), Facundo Conte (19) y Ezequiel Palacios, más el positivo ingreso de Maximiliano Gauna, Argentina ganó en cuatro sets y logró meterse nuevamente en la final de un Juego Panamericano tras 20 años.
Con Brasil se esperaba, en la previa, un partido totalmente distinto a aquel de la fase de grupos. Y vaya si lo fue. En el primer set, Argentina jugó perfecto desde lo táctico y técnico, y solo sufrió para cerrarlo por la bestial performance de Renan Buiatti, un zurdo de 2,12 m que no paraba de hacer picar la pelota. El propio Renan llevó a Brasil al frente con una producción descomunal (21 puntos en los tres primeros sets) para despertar nuevamente los fantasmas en Argentina y dejar a la ‘verdeamarela’ en las puertas de un nuevo éxito a nivel internacional.
Con el cuarto set favorable a Brasil, Argentina volvió a creer con el ingreso de Martín Ramos, un central devenido a opuesto del que muchos desconfiaban, y logró volver al partido cuando el árbitro canadiense Scott McLean sancionó al capitán brasileño, Mauricio, por protestas exageradas. Palo a palo, Conte y Solé sostuvieron la rotación albiceleste hasta el 23 iguales, cuando un saque milimétrico de Ramos y un bloqueo del ingresado Luciano Zornetta, mandaron el encuentro a tie break.
En el quinto no hubo paridad: Conte demostró por qué es el principal referente en ataque argentino, Ramos se afianzó en su nuevo rol con puntos importantes, De Cecco se lució en todos los aspectos y Zornetta brindó un show de recursos que valieron un campeonato.
Otro aspecto a destacar en este Panamericano es el aplomo de dos jugadores con pocos partidos de experiencia en la Selección mayor, que ingresaron en momentos calientes y tuvieron desempeños consagratorios: Luciano Zornetta y Ezequiel Palacios.
El primero, titular en algunos partidos de Liga Mundial, mostró tanto su calidad y condiciones técnicas como su rebeldía y desfachatez, atacando con las dos manos, asombrando a todos con su increíble capacidad de salto y aportando variantes en ataque además de solidez en la recepción. Palacios, que entró casi por la ventana tras la exclusión de Rodrigo Quiroga, sorprendió ingresando como titular en lugar del capitán Javier Filardi, termómetro del equipo en recepción pero con poco peso en ataque, y supo ganarse un lugar en la consideración de Velasco. El formoseño, con 23 años, fue una de las figuras en la semifinal y cumplió con creces en el partido definitivo.
No se puede dejar de destacar el crecimiento que el roce constante en las principales ligas internacionales les da a los jugadores. Conte, Nicolás Uriarte y José Luis González (Polonia); Sebastián Solé y De Cecco (Italia) y Maximiliano Gauna (Alemania), muestran año a año una mejora incuestionable en sus rendimientos. A su vez, los que representan a la Liga Argentina (Martín Ramos, Zornetta, Filardi, Palacios, Pablo Crer y Sebastián Closter) demostraron que pueden dar el salto y ganarse un lugar entre los mejores del mundo.
Podrán decir que Brasil no jugó con sus figuras, que Estados Unidos presentó un equipo universitario y que Cuba, con sus ausencias, dejó de ser un rival de primer nivel. Lo que no podrán hacer es quitarle méritos a este grupo de jugadores, que tuvo el coraje y el amor propio de reinventarse a sí mismo en poco tiempo y sobreponerse a situaciones críticas con mucho sacrificio. No será la página más gloriosa en la historia del vóley argentino, y será difícil dar el salto en el primer nivel internacional. Pero por algo se empieza. ¡Salud, campeones!
Manuel González Calabró
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