13 julio, 2015
Nuevo modelo europeo
Las exigencias de la Unión Europea (UE) ante la propuesta griega dejaron en evidencia los principales rasgos de su proyecto político. Soberanía nacional, participación política e integración ya dejaron de ser valores en la nueva Europa.
Las exigencias de la Unión Europea (UE) ante la propuesta griega dejaron en evidencia los principales rasgos de su proyecto político. Soberanía nacional, participación política e integración ya dejaron de ser valores en la nueva Europa.
Los jefes de Estado europeos reunidos en Bruselas, no lograron un acuerdo definitivo con el gobierno griego acerca de su permanencia en la UE y los términos en que se debe dar. Aunque el gobierno griego aun no ha respondido a la nueva propuesta, las posiciones esgrimidas durante la negociación ya son suficientes para llegar a la conclusión de que se trata de un evento histórico para Europa. Y también puede marcar un precedente a nivel global.
Ante la propuesta que el gobierno de Alexis Tsipras llevó a Bruselas, respaldado por la enorme victoria en el referéndum del domingo pasado, los poderosos de Europa presentaron a Grecia una serie de condiciones para otorgar un nuevo tramo de ayudas económicas a Atenas y evitar así una catástrofe social y financiera. El hecho de que hayan doblado la apuesta, y el contenido de esos doce puntos refregados con insolencia frente a los griegos, representan per se un gravísimo quiebre en la política de la UE.
1. La soberanía nacional debe arrodillarse ante el altar de las finanzas. Si bien puede ser simplemente una vía para someter políticamente a un sector de la política europea, es verdad que el desarrollo financiero alcanzado con los últimos 60 años de socialdemocracia en Europa es elevadísimo, a tal punto de convertirse en un conjunto de axiomas que Ángela Mérkel parece pretender convertir en mandamientos. Ante esto no hay interés nacional que valga. No hay pueblo trabajador, no hay burguesía nacional, no hay decisión popular, ni instituciones democráticas que no deban adaptarse a ello.
2. La “despolitización” administrativa se hace imprescindible como barrera de contención ante posibles disensos con las normas impuestas. Como si las recetas de austeridad sólo tuvieran rígidos dogmas matemáticos, y no surgieran de una visión política determinada, el documento subraya hasta el cansancio la “independencia” de los organismos estatales de las decisiones del Ejecutivo (ELSTAT, la oficina de estadística y TAIPED, el ente privatizador entre otros).
Alemanía, inclusive, habría querido imponer la instauración de un gobierno de “técnicos” durante cinco años para llevar adelante las reformas. El imperio del efectivismo esconde, adrede, que para llegar a las soluciones pretendidas se necesita de ideas, proyecto, política. En América Latina esta doctrina se tradujo con la defensa a ultranza de la “independencia”, de los bancos centrales frente a los gobiernos, en la ilusión liberal de que sólo una administración espartana y aséptica de los recursos de un país podían asegurar la estabilidad económica.
América Latina ha enseñado que no existe desarrollo posible sin una ideología que lo sostenga, sin un plan a largo plazo que explicite cuáles serán las pautas de ese desarrollo: si para el pueblo o para las finanzas. La vieja Europa, cuna de la mayoría de las ideologías que pululan en el mundo, pretende alzarse como poseedora de la verdad -una vez más-, y detentora del único camino hacia la prosperidad.
3. Participación no significa integración. Es necesario que todos los integrantes de la UE entiendan que su adhesión a la unión no los ubica en un lugar privilegiado, ni mucho menos de cooperación entre Estados soberanos. A partir de lo que expusieron los líderes europeos en Bruselas, queda claro que los Estados deben cumplir con normas que pueden cambiar según quienes logren obtener la hegemonía político-económica del continente.
En síntesis, a partir de este momento queda claro que sí hay un modelo para la Unión Europea. Aquellos escépticos que la veían tambalearse tras la crisis económica comenzada en 2008, pueden vislumbrar ahora hacia donde se encamina.
Aquél proyecto nacido alrededor de la Liga del Hierro y Carbón (pensado para aniquilar los conflictos post primera revolución industrial, evidenciado con las guerras franco-alemanas por la Alsacia y Lorena), se sostiene gracias a los diktat de los estándares fraguados de absolutos. Aunque la misma Europa decía hace muchos años mirando hacia oriente que, socavar la soberanía, imponer formas de administrar lo público y establecer fronteras entre buenos y malos, era de dictaduras.
Federico Larsen – @larsenfede
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