10 julio, 2015
Francisco: «Pido perdón por los crímenes de la Iglesia contra los pueblos originarios»
Este jueves el Papa Francisco habló en el cierre del II Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) realizado en Bolivia. Las «Tres T» (tierra, techo y trabajo) estuvieron en el centro de un discurso que adquirió carácter histórico en el momento en que el papa pidió perdón por los crímenes de la Iglesia contra los pueblos originarios de América.

Este jueves el Papa Francisco habló en el cierre del II Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP) realizado en Bolivia. Las «Tres T» (tierra, techo y trabajo) estuvieron en el centro de un discurso que adquirió carácter histórico en el momento en que el papa pidió perdón por los crímenes de la Iglesia contra los pueblos originarios de América.
La jornada estuvo precedida por una foto que así como generó polémica, sintetizó la complejidad que supone la visita de un Papa peronista a un país gobernado por un presidente indígena y de izquierda. Evo Morales le obsequió a Francisco un crucifijo diseñado con forma de hoz y martillo (símbolo internacional del comunismo).
La obra fue hecha por el cura jesuita español, Luis Espinal, censurado por el franquismo y opositor a la dictadura de Hugo Banzer en Bolivia (país al que se trasladó en 1968 y en el que fue asesinado en 1980 por su apoyo a los campesinos e indígenas).
A pesar de que en varios medios internacionales se reprodujo errónea e intencionadamente que Francisco, al recibir el regalo, dijo «no está bien eso», en realidad manifestó su desconocimiento de la historia de Espinal diciendo «no sabía eso».
Luego llegó el momento del discurso ante organizaciones sociales de todo el mundo reunidas en el EMMP.
Allí comenzó haciendo referencia al lema que atravesó las tres jornadas de debate. “Las famosas ‘tres T’: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados», dijo y enfatizó: «Vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”.
«Queremos un cambio»
El Papa remarcó a lo largo de toda su alocución la necesidad de generar un «cambio», pero se encargó inmediatamente de aclarar y dar contenido a esa palabra, muchas veces bastardeada. “¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?”, se preguntó y respondió: «Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio”.
«Queremos un cambio real, un cambio de estructuras», insistió Francisco. Porque «este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra”.
Por eso llamó a combatir la «globalización de la exclusión» con «la globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos».
Como ha repetido en otras oportunidades, el actual jefe de Estado del Vaticano criticó «la avidez por el dinero» y cuando «el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos».
Francisco cuestionó también el individualismo. “Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo», dijo y añadió: «Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo”.
Como contrapartida llamó a los movimientos populares presentes a la acción: «Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos».
En ese sentido resaltó la potencialidad de que los movimientos «trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial» sino que también «buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión” con «participación protagónica en los grandes procesos de cambio».
El cambio sin recetas pero con tres propuestas
“No es tan fácil definir el contenido del cambio», aseguró Francisco. Con una sorprendente heterodoxia para presidir una institución sostenida en fuertes dogmas el Sumo Pontífice afirmó: “Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta».
No obstante consideró la necesidad de dejar planteadas tres tareas: «Poner la economía al servicio de los pueblos»; la necesidad de «conquistar una independencia plena» enfrentando «el nuevo colonialismo»; y defender «la madre tierra».
Respecto a la primera tarea el Papa sostuvo que esta no supone “únicamente asegurar la comida o un ‘decoroso sustento’. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T»». Una economía «verdaderamente comunitaria» y «de inspiración cristiana», debe garantizar a los pueblos «dignidad, prosperidad sin exceptuar bien alguno» dijo Francisco citanto al Papa Juan XXIII.
“Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que ver pasar la vida”, agregó.
Finalmente criticó las teorías liberales que plantean que la riqueza se «derrama» de arriba hacia abajo. “La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos (…) No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por sí sola”.
Sobre la segunda tarea destacó que “los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados”.
Quizás en su crítica más concreta durante todo el discuro, el Papa advirtió sobre «el nuevo colonialismo» que «adopta diversa fachadas». Puede aparecer como «poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres”.
En otras ocasiones lo hace «bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo» o también mediante “la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural».
Allí hizo un paréntesis necesario para decir una frase que quedará en la historia. Aclarando que al hablar del colonialismo no podía ignorar el papel que ha tenido la Iglesia, disparó: “Se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios».
«Quiero ser muy claro: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”, subrayó Francisco.
Por último opinó que “los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra”.
“Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez”, concluyó.
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