Cocina

30 junio, 2015

Comensalidad, bienestar y bodegón: Spiagge di Napoli

Entre los cientos de bodegones que tiene la Ciudad de Buenos Aires se encuentra uno que es el epígono de los mismos, el tipo-ideal: Spiagge di Napoli. Bodegón italianissimo ubicado en Independencia 3527. Un lugar para comer juntos, para practicar la comensalidad, rito cuya principal función es estrechar los lazos del grupo.

Hace millones de años nuestros ancestros se asociaron para cazar animales que los doblaban en fuerza y tamaño, la ayuda mutua les permitió alimentarse y subsistir. Al momento de comerlos también lo hacían juntos: distribuían el botín y lo comían en grupo. Así nace el concepto de comensalidad, como rito cuya principal función es estrechar las relaciones de los miembros de un grupo o comunidad. Comer juntos genera intercambios que traen bienestar, por ejemplo el esperado asado dominguero en familia o la picada con cerveza entre amigos.

La mayoría de nuestros encuentros sociales están mediatizados por un referente alimentario que articula nuestras relaciones sociales. Los bodegones entran en escena porque permiten el ejercicio de la comensalidad por fuera de los límites del hogar. Son locales de comidas típicas de nuestra híbrida gastronomía italo-hispánica aggiornada a estilos y sabores locales. Se caracterizan por tener precios accesibles, mozos de oficio, estética de cantina rural europea y platos abundantes y sabrosos.

Entre los cientos de bodegones que tiene la Ciudad de Buenos Aires se encuentra uno que es el epígono de los mismos, el tipo-ideal: Spiagge di Napoli. Bodegón italianissimo ubicado en Independencia 3527. Inaugurado en el año 1926 por la familia Ranieri, hoy a cargo los bisnietos de esos inmigrantes llegados desde el sur de Italia, de la región de Puglia, al profundo arrabal porteño del Boedo obrero y antielitista.

Agolpados contra la entrada los fines de semana siempre hay un nutrido grupo de porteños que espera sentarse, comer sin límites, pagar barato y sentirse como en casa, pero no en cualquier casa sino en la casa de una madre o una nonna. Un domingo al mediodía pueden pasar unos 350 comensales: en el salón entran solo 120.

Spiagge1Este local tiene la particularidad de ofrecer pastas por kilo en el menú. La invitación es inequívoca: compartir el mismo plato entre varios, más comunitario que eso imposible. También conserva unas mesas ovaladas enormes de madera con capacidad para ocho personas: la admisión de grupos numerosos demuestra una funcionalidad precisa, es decir, que la comida sea algo comunal y que circule en grupo como las miradas, los gestos, las palabras y la interacción.

Otro dato que nos permite practicar la comensalidad tiene que ver con el tamaño de las porciones aptas para saciar dos o más personas. La abundancia de los platos admite repartirlos y también dividir la cuenta “a la romana”.

Por el lado de las bebidas, en el Spiagge se ofrecen envases familiares, de litro y medio. Esto no solo es conveniente para el bolsillo sino que genera el mismo espíritu participativo que la cerveza o el vino: todos pueden servirles a todos y todos toman del mismo lugar, somos co-mensales y co-bebedores, es decir, co-participantes de un rito común.

En los bodegones, el bienestar también tiene que ver con el alcohol que ofrece un pequeño pico de euforia y felicidad, cuando no llega a la borrachera, claro. El vino tinto de la casa o la botella de cerveza nos introduce a un clima festivo.

Seguido de esto la mesa bodegonera con sus platos calóricos enriquecen nuestros encuentro. La “grasa” genera el mismo efecto lubricador que el alcohol: desacartona el encuentro, aceita las conversaciones, engrasa los vínculos sociales y nos prepara para una charla distendida y una atmosfera formidable.

El bodegón no es solo un local de comidas típicas, es un lugar donde la gente va a encontrarse y sus elementos constitutivos influyen determinantemente en hacernos más felices.

A simple vista parecen cotidianidades sin mayor valor, es decir un local antiguo de comida porteña italiana con jamones colgando del techo, manteles rojos y blancos, pasta por kilo, mesas grandes y fotos de tipos que vinieron en barcos desde latitudes lejanas sin más que la ropa que llevaban puesta. Sin darnos cuenta, el Spiagge di Napoli y muchos bodegones porteños tiene una fuerte capacidad evocativa, pero no todo es nostalgia.

En el contexto de hiperconectividad y ubicuidad de dispositivos móviles a-la-mano, el bodegón introduce una cesura en la realidad donde subsisten valores asociados a la colaboración y construcción de comunidad, además de higiene: en cada mesa del Spiagge di Napoli hay alcohol en gel. El bodegón es un espacio de comensalidad con valor agregado: no solo genera vínculos afectivos con otros sino que construye momentos que nos mejoran el día y la vida también.

Florencia Migliorisi – @flormigliorisi

Fotos: Florencia Migliorisi

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