Mundo Gremial

29 junio, 2015

Ocho meses de toma en el Molino Osiris

Emanuel, uno de los trabajadores que desde hace meses pelean por sus puestos de trabajo en el último molino que funciona en la Ciudad de Buenos Aires, dialogó con Notas sobre la situación actual de su lucha por poner de vuelta a funcionar la fábrica.

Emanuel, uno de los trabajadores que desde hace meses pelean por sus puestos de trabajo en el último molino que funciona en la Ciudad de Buenos Aires, dialogó con Notas sobre la situación actual de su lucha por poner de vuelta a funcionar la fábrica.

El molino harinero ubicado en Pedro Chutro 3168, Parque Patricios, es el último que queda en la Capital Federal. Además, es una de las fábricas más viejas de la ciudad. Según comentaron sus trabajadores, el año que viene se cumplirá un centenario de su fundación.

En esta historia hay otra fecha esencial: el 4 de noviembre del 2014. El día que los trabajadores decidieron ocupar pacíficamente la planta. Durante el último fin de semana de octubre los empleados del molino recibieron los telegramas de despidos, y la patronal se negó a pagar las indemnizaciones. Emanuel contó por qué cerró el molino cuando la producción se mantenía, los dos intentos de desalojo que intentaron llevar a cabo patotas y cómo es el día a día dentro de la fábrica.

– ¿Hace mucho que trabajas en el molino?

– Desde el 2006, ocho años. Hay gente que tiene 35, 30 años trabajando acá.

– ¿Cómo se organizan para estar en el molino?

– Hacemos guardias, tenemos dos turnos de 24 horas de a grupos chicos. A veces viene la familia, más que nada el fin de semana. En los días de semana se complica por los chicos y la escuela. El fin de semana se pueden hacer una escapadita y estar un par de horas acá.

– ¿Cómo fue que decidieron ocupar este espacio?

– Porque veníamos trabajando y de un día para el otro se decidió a echarnos sin pagarnos un peso de indemnización. Entonces nos organizamos y junto con el sindicato, la UOMA, vinimos y tomamos la fábrica.

Los últimos meses nos dimos cuenta que había menos movimiento y menos cantidad de trabajo. Nosotros molíamos las 24 horas y pasamos a moler dos turnos de ocho horas. En su mejor tiempo el molino estuvo funcionando las 24 horas de lunes a sábados con tres turnos. Porque para trabajar el molino no se necesita mucha gente. La parte de molienda son tres personas solamente. Con 30 personas el molino anda perfecto.

El 31 de octubre, un viernes, no nos abrían el portón. Golpeábamos la puerta, tocábamos el timbre y nadie aparecía. Hasta que uno de seguridad nos dijo que la fábrica cerró y que esperemos la carta documento o el telegrama de despido, que llegó al otro día. Fuimos a la sede del sindicato y el martes 4 se decidió tomar pacíficamente.

– ¿Ustedes ahora apuestan a cobrar el 100% de la indemnización o a recuperar los puestos de trabajo?

– No, a recuperar la fabrica. Porque la esperanza de cobrar la indemnización la perdimos en el transcurso del primer mes porque el dueño no se presentó a audiencias del Ministerio de Trabajo. Nunca tuvimos contacto con los ex dueños.

– ¿Ustedes por qué creen que los dueños tomaron la decisión de cerrar?

– Nosotros vemos el crecimiento del barrio. Está el polo tecnológico y a una cuadra esta la nueva Jefatura del Gobierno de la ciudad. Nosotros creemos que pasaron a ver el proyecto inmobiliario. Habrán hecho cálculos y vieron que esto les valía más como terreno que como fábrica.

Creo que en esta zona va a levantar mucho lo que es el metro cuadrado y que los dueños vieron eso. Ya dejó de ser zona fabril y es un círculo vicioso: vos viviste toda la vida acá, te vienen a ofrecer plata para comprarte el terreno y te terminan convenciendo. Yo desde el 95 vivo acá y el barrio cambio un montón, pero no para bien.

– ¿Tuvieron intentos de gente que los quiso echar?

– Sí, una primera patota a mediados de enero. Nosotros estábamos tranquilos, era feria judicial y no estábamos haciendo nada. Teníamos abierto los portones y cerca de las siete y media vienen como 20 tipos grandotes a querer sacarnos con remeras de gimnasio, onda patovicas. Por suerte los vecinos llamaron a la policía y no pasó nada.

Tuvimos otra en abril. Esta fue un poquito más heavy porque entraron empujando y nos encerraron adentro. Eran entre 10 y 15 y nos sentaron en el patio amenazando con palos y fierros. Nos decían “bueno muchachos quédense tranquilos que se van a ir de acá” y por suerte el mismo vecino de la otra vez los vio, llamó a la Prefectura y se los llevaron a todos presos. Terminó mejor que la primera porque en esa los tipos se fueron caminando.

Desde esa segunda vez la fiscalía puso una consigna de Prefectura dentro del molino, donde está la seguridad privada a los que el ex dueño les sigue pagando. Para que no haya problemas, tapiamos la puerta que comunicaba donde están ellos del resto de la fábrica que es donde nosotros estamos. Ahora con una fuerza pública cerca estamos más tranquilos

– ¿Están pensando en formar una cooperativa o reactivar el molino?

– Sí, nosotros estamos conformados en una cooperativa. Se llama Cooperativa de trabajo 31 de Octubre Ltda. Pero tenemos un gran problema para volver a funcionar. El molino no está concursado, no tiene quiebra. La única deuda que hay aparentemente es con nosotros y no nos quieren pagar.

Al no estar quebrado estamos aguantando acá adentro a ver si salta alguna quiebra. Es un tema complicado porque el molino tiene deudas, pero no tiene quiebras. Estamos esperando lograr una quiebra para poder tener un permiso de explotación porque por el momento no tenemos permiso para vender harina.

Santiago Lecuna – @santirayado

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