Cultura

17 junio, 2015

La Patota: sincronía, ideología y fin de ciclo (II)

El próximo jueves se estrenará La Patota, remake de Santiago Mitre de la famosa obra de Daniel Tinayre, luego de haber tenido un exitoso paso por el Festival de Cine de Cannes. Al igual que con El Estudiante, el director desembarca con un tema que hoy encabeza la agenda mediática en tiempos de Ni una menos. Violencia de género, marginalidad y conservadurismo pos-kirchnerista.

El próximo jueves se estrenará La Patota, remake de Santiago Mitre de la famosa obra de Daniel Tinayre, luego de haber tenido un exitoso paso por el Festival de Cine de Cannes. Al igual que con El Estudiante, el director desembarca con un tema que hoy encabeza la agenda mediática en tiempos de Ni una menos. Violencia de género, marginalidad y conservadurismo pos-kirchnerista.

En La Patota original, dirigida por Daniel Tinayre en 1960, Paulina enfrentaba sus contradicciones a través de dilemas morales que estaban empapados por cuestiones religiosas. La violación que sufre por parte de sus propios alumnos la empuja hacia la indecisión entre volver a la ciudad y abandonar su voluntad de transformación o seguir haciéndole frente tanto a la injusticia de unos chicos olvidados como a sus propios opresores. Hoy, en la remake de 2015, el debate interno de la protagonista interpretada por Dolores Fonzi, pasa por otro lado.

Que Santiago Mitre tiene un ojo que hereda la mejor tradición del (ya no tan) Nuevo Cine Argentino, no caben dudas. El lente merodeador que lo espiaba todo en El Estudiante (2011) hoy es un gran angular que construye hermosos planos generales que saben aprovechar el inconfundible y rojiverde paisaje misionero.

Asimismo, nos acerca al decidido carácter de Paulina a través de largos travellings que nos empujan a seguir su paso, siempre al frente y contra cualquier cosa. Y quizá sea esto lo que nos lleve a hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué hacer cuando un mensaje tan controvertido como el de Mitre se nos es transmitido de una forma tan bella?

De vuelta a lo abyecto

Y es que ya desde los años 60 en la mítica revista Cahiers du Cinema se comenzó a hablar de la abyección en el cine. El concepto sirve para explicar la construcción de la belleza en lo atroz, lo inmoral. Si bien en La Patota de Mitre el conflicto se posa sobre el ultraje a la maestra rural interpretada por Fonzi, el hecho en sí no es más denso (en cuanto a lo visual e ideológico) que lo que viene después.

Paulina lejos está de intentar refugiarse en una vuelta a la gran ciudad. Su convicción la lleva por todos los rincones ideológicos que puedan atarla a su causa. Y eso es lo que intenta mostrar Mitre en su última obra: una joven de clase media atada a una convicción. No está reconciliada con una idea, más bien está atrapada en ella.

Su padre, un condescendiente Oscar Martínez, la apoya en tanto lo que la joven responda a sus esquemas. Lejos de entenderla, un intermitente Esteban Lamothe ronda alrededor sin comprender mucho lo que sucede alrededor de la cabeza de su testaruda novia.

Los personajes que construyen la realidad misionera (encarnados en actores autóctonos), algunos estudiantes y otros trabajadores, contrastan con la densidad ideológica de la protagonista y sus allegados. Todo lo que hacen, lo hacen por impulso, celos y cobardía. Así se manejan en ese recorte del interior argentino. La razón bienpensante e iluminada tiene bucles en esta ficción que promete con arrasar la taquilla.

Mientras que en 2014 las butacas argentinas reventaban con la salvajía de los personajes de Szifrón, este año es otro el tipo de lucha que lleva adelante el rol protagónico, en tiempos de Ni una menos. La que erigió Mitre en la figura de Dolores Fonzi es, sin lugar a dudas, la mujer que es bonita y además lucha. Sin embargo, la película quedó varada en esa encrucijada que muchos dolores de cabeza le dio a los realizadores argentinos en estos últimos años: cómo contar lo que sucede en los márgenes sin caer tanto en la condesendencia como en la soberbia capitalina.

Si bien tanto Mitre cono Llinás decidieron filmar la historia lejos del conurbano, según dijeron, justamente para esquivar esa problemática, el retrato que lograron componer cae en ciertos vicios que seguramente darán que hablar.

Cincuenta y cinco años separan la historia original de la remake de Mitre. Esta historia, con Fonzi en lugar de Legrand, llega en el ocaso de una época. Como en El Estudiante, el recorrido por el que nos lleva el director nos deja un gusto agridulce.

Resta preguntarse si lo que cuenta, la construcción de los personajes de sus historias, los recortes de época, los arquetipos que refuerza (siempre presentados desde una puesta en escena aparentemente cruda pero en realidad obsesivamente compuesta), pueden pensarse como producto de lo que se hizo o de lo que falta hacer.

Iván Soler – @vansoler

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