17 junio, 2015
Gas Natural Licuado: La otra cara de la crisis energética
Argentina recibe gas natural licuado (GNL) en los puertos de Escobar y Bahía Blanca a pesar de las advertencias realizadas por agrupaciones ambientalistas locales, el Instituto para la Seguridad Global situado en Washington y un estudio impulsado por el especialista James Fay, que alerta sobre el poder destructivo de 21 kilómetros cuadrados en caso de explosión.

Argentina recibe gas natural licuado (GNL) en los puertos de Escobar y Bahía Blanca a pesar de las advertencias realizadas por agrupaciones ambientalistas locales, el Instituto para la Seguridad Global situado en Washington y un estudio impulsado por el especialista James Fay, que alerta sobre el poder destructivo de 21 kilómetros cuadrados en caso de explosión.
Todas las voces involucradas en el cuidado del medio ambiente coinciden en que los centros receptivos del recurso fósil deberían estar lejos de zonas urbanas, o por lo menos en alta mar. Otro informe tenido en cuenta por la Asociación Ambientalista del Partido de Escobar, que inició una querella en el 2011 plasmada en el expediente Nº 1619 y tramitada en la Secretaría Penal Nº 2 de Campana, a cargo del juez subrogante Adrián González Charvay, refleja que si uno de estos buques repletos de energía estallara, su onda expansiva podría abarcar 48 kilómetros a la redonda. “Su alcance equivale a 50 bombas como la de Hiroshima”, dice Viviana Rebasa, miembro de la agrupación escobarense.
El país recibe al año cientos de estos barcos gasíferos, altamente inflamables. Si bien es cierto que en Bahía Blanca se presentaron los estudios pertinentes para la instalación del puerto receptor, en el caso de Escobar hay una catarata de irregularidades.
El centro que reconvierte los componentes líquidos en estado gaseoso, su condición natural, se encuentra en el kilómetro 74 del Río Paraná de las Palmas, una de las rutas acuáticas más transitadas.
Este acuífero no se encuentra en condiciones para recibir barcos que ocupan casi tres cuadras de largo, como es el caso de los buques metaneros que ingresan al país. Su caudal y volumen de agua son bajos, situación que podría complicar la navegación. Además, ya tiene antecedentes por choques entre distintas embarcaciones, con víctimas fatales. Otro detalle, para nada menor, es que las autoridades nunca hicieron informes sobre el impacto ambiental y humanitario que puede producirse en el lugar.
Cristina Fernández, Julio de Vido, ENARSA e YPF (previo a su estatización), inauguraron la planta flotante el 8 de junio de 2011. La fuerte demanda energética, el poco abastecimiento y las protestas de distintos sectores obligaron al Gobierno a comprar la materia prima con absoluta urgencia, “al por mayor”.
Y vaya que lo hizo: mientras que en el 2003 se gastaron 548 millones de dólares para conseguir energía, en el 2014 se usaron casi diez mil millones de la moneda estadounidense, según los datos revelados por el INDEC. El gas licuado viene en buques metaneros desde países como Trinidad y Tobago, Qatar, Nigeria y Egipto.
El peligro real, más allá de la plata
En el último año la balanza comercial energética, es decir, la diferencia entre el dinero ganado por las exportaciones y lo perdido en importaciones, dio una cifra negativa cercana a los seis mil millones de dólares.
En efecto, muchos medios pusieron el ojo en la problemática cuando Argentina no contaba con suficientes dólares para pagar el GNL. Sin embargo, los sectores de la prensa con más alcance no mencionaron el peligro real: millones de vidas en la provincia de Buenos Aires están libradas a la suerte de que ningún buque impacte con algún obstáculo durante su trayecto. Si se produjera una detonación, la situación podría convertirse en un verdadero desastre.
Los presidenciables no se manifestaron al respecto. Daniel Scioli, actual gobernador bonaerense, es el candidato con mayores responsabilidades por el funcionamiento de los puertos regasificadores.
“Magdalena, La Plata, Berisso, Berazategui, Quilmes, Lanús, Avellaneda, la Ciudad de Buenos Aires (Mauricio Macri tampoco emitió su opinión), Vicente López, San Isidro, San Fernando, Tigre, Campana y sobre todo Escobar, están seriamente comprometidas”, sostienen los ambientalistas. La explicación es muy sencilla: los buques que descargan su contenido en Zona Norte entran a la Argentina por el Río de la Plata.
La personalidad destacada que sí se expresó, categóricamente, fue Adolfo Pérez Esquivel. “Casi 120 científicos y juristas de la Academia Internacional de Ciencias del Ambiente de Venecia (que él preside) se han expedido sobre esto. Es necesario desplazar el Puerto Regasificador de Escobar, por el peligro que representa”, sentenció el Premio Nobel de la Paz el sábado 7 de marzo, mientras acompañaba una maratón de 70 kilómetros que terminó con la entrega de un petitorio en la cámara baja del Congreso.
Como si estas voces no alcanzaran, también existen serios antecedentes en distintas partes del mundo que registraron centenares de fallecidos por manipular el gas licuado con imprudencia. Las “Explosiones de San Juan Ixhuatepec”, en México, ocurridas el 19 de noviembre de 1984, acabaron con 500 muertos. En Alcanar, España, un camión cisterna voló por los aires el 11 de julio de 1978, causando la pérdida de 215 ciudadanos. Estos son tan solo algunos ejemplos de un largo listado negro con precedentes del GNL, que aún no se tuvieron en cuenta a nivel local.
Leandro Lutzky – @LeanLutzky
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