Cultura

1 junio, 2015

Galeano, apenas un gran cronista de América Latina

El periodista y escritor Fabián Kovacic, autor del reciente libro «Galeano. Apuntes para una biografía» repasa en este artículo para Notas – Periodismo Popular, los puntos centrales de la literatura del escritor uruguayo. Una mirada crítica, realista y, sobre todo, despojada de prejuicios sobre uno de los mejores cronistas de la realidad de nuestro continente.

Por Fabián Kovacic*. La muerte de Eduardo Galeano el pasado 13 de abril disparó –como siempre ocurre en estos casos- una catarata de referencias a favor y en contra del uruguayo, autor de Las venas abiertas de América Latina. A los primeros homenajes siguieron las palabras cuestionadoras, en busca de hacer crujir una fama blindada en el imaginario social, básicamente construida con frases cercanas al aforismo barato e histérico que rodeó su obra en los últimos tiempos.

Hay que admitir, sin embargo que esa fama fue disfrutada por Galeano cuando dejaba hacer en silencio, como ocurre con tantos artistas en sus últimos años. Pero la muerte necesariamente amerita una revisión de esa película completa que fue una vida dedicada al periodismo y la palabra.

En octubre de 2013, Rogelio García Lupo, viejo amigo de Eduardo Galeano, me convocó a trabajar sobre una biografía que recogiera la vida completa del fundador de la mítica revista Crisis. Me propuse trabajar en una biografía donde esa vida jugara ida y vuelta con los sucesos de América Latina en el siglo veinte. La hipótesis apuntaba a que Galeano era, quizá, uno de los últimos grandes cronistas de esa América Latina donde la revolución y el cambio estaban al caer.

Terminé mi trabajo el 30 de enero pasado sin que Galeano aceptara una sola entrevista para hablar de su vida y sus amigos me cerraran la puerta en solidaridad con el deseo del gran cacique. Fue mejor de lo esperado porque me centré en sus libros, notas periodísticas y entrevistas previas a la palabra “Biografía” que, creo, lo espantaba. Galeano. Apuntes para una biografía, buscar destacar la trayectoria y evolución del periodista y el hombre en un tiempo y universo convulsionados. TP Galeano alta

Su ingreso a los 14 años al Partido Socialista uruguayo y a su periódico El Sol lo marcaron a fuego. De ahí saltó a la secretaría de redacción de la mítica revista Marcha donde recibió la impronta de dos plumas sobresalientes: Juan Carlos Onetti en cuestiones literarias y Carlos Quijano en materia periodística. Tenía 20 años y solo seis años después fue el director de Época, el diario bancado por un amplio espectro de fuerzas de izquierda y que para muchos fue la primera matriz del Frente Amplio.

Poco antes había viajado a China y la Unión Soviética para analizar la disputa por la pureza ideológica del socialismo, que ambas potencias sostenían en esos años sesenta. Recorrió América Latina, estuvo con el Che Guevara en Cuba y con los guerrilleros guatemaltecos en la sierra, documentando la resistencia contra la dictadura y el laboratorio del futuro Plan Cóndor en Sudamérica que lo expulsó al exilio en 1976 desde Buenos Aires.

Galeano se tomó con pasión la idea de vivir para documentar toda la injusticia que lo rodeaba. Para encontrar metáforas que la denunciaran donde parecía crecer sólo el silencio. Y en esos años eso era mucho. Su mejor trabajo, Las venas abiertas de América Latina sigue siendo material de consulta en todo el mundo y no es apenas un panfleto. Dice y documenta lo que pocos se animaron a decir en 1970.

Por eso llama la atención algunas impugnaciones desde la propia izquierda. Eduardo Grüner publicó la nota “Grass + Galeano: Incomparables”  en la edición del martes 14 de abril pasado en La Izquierda Diario. Como sostiene el propio Galeano en Memoria del fuego, cuando narra la lectura de la Biblia que hace un cacique americano frente a un fraile: rasca y rasca muy bien, pero rasca donde no pica. El texto de Grüner es tan cierto que resulta una verdad de Perogrullo.

Claramente Günter Grass y Eduardo Galeano son incomparables. El primero es un intelectual que se propuso serlo, mientras que Galeano solamente fue un periodista cuya obsesión era trabajar con la palabra hasta convertirla en el medio de vinculación entre humanos con más plasticidad expresiva. Su tarea nacida del periodismo se volcó a la literatura sin dejar nunca de usar las herramientas de aquel oficio. Dio un salto a la literatura a partir de la materia prima que más apreciaba, y que, como decía Gabriel García Márquez, daba más materia prima que la propia ficción: se referían a la realidad cotidiana de América Latina y del mundo.

Cuando Galeano decide convertirse en escritor a tiempo completo, a partir del exilio en 1977, abandona el trajín de las redacciones y las noticias urgentes, para tomarlas bajo una lupa y analizarlas desde otra mirada. En 1985, a poco de volver del exilio, le reveló al periodista uruguayo Nelson Caula en su programa radial el secreto de su nueva escritura: “No sé como ocurre pero a veces descubro el universo en el botón descosido de una camisa. Y a partir de eso me pongo a narrar”.

Eso fue Galeano siempre. El que encontraba otra mirada sobre un mismo hecho. Nada más. El que se propuso barrer con las aduanas de las palabras para abrir las tranqueras que separaban a los géneros literarios: ensayo, poesía, cuento, ficción, no ficción. Su hipótesis era que la compartimentación de la palabra a partir de etiquetas conspiraba contra su fluida circulación. Y a eso se dedicó a ayudar a la palabra a circular y pasar de las voces autorizadas a los nadies y de los nadies a otros nadies.

Nunca buscó premios literarios como Vargas Llosa o Grass, pero le llegaron y eso le gustaba a su costado soberbio. El mismo admitía que era un ser humano con todos los defectos que eso implica. Pasa que muchas veces cuando alguien nos resulta atractivo por cualquier motivo lo convertimos en perfecto, en una operación similar a la de nuestro morbo que busca lo repulsivo para regodearse. Eso era también Galeano. Y nunca lo ocultó. Solo pretendió vivir y apostar a la tarea de trabajar con la palabra.

Su evolución estética e ideológica guardan una coherencia que pocos pueden enarbolar. Desde Los días siguientes (1962), esa novela de la que no se sentía orgulloso pero que le deparó las miradas del mundillo literario montevideano, hasta Mujeres (2015), su derrotero apunta a una evolución permanente desde la ficción, hacia el periodismo, el ensayo y la narración histórica con una mirada poética, en base a ese botón descosido donde se revela el mundo. Eso es Galeano. Nada más. Y nada menos.

@fabiankovacic

* Fabián Kovacic es autor de Galeano. Apuntes para una biografía. Además es corresponsal en Argentina del semanario uruguayo Brecha, docente en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y editor de la Agencia de Noticias de Ciencias de la Comunicación (Anccom).

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