Medio Oriente

8 mayo, 2015

En Israel, colonos y ultraortodoxos al poder de la mano de Netanyahu

Después de semanas de inagotables negociaciones, Netanyahu logró con lo justo para formar una coalición de gobierno con 61 escaños de 120. Para lograrlo tuvo que conformar una alianza y ceder ministerios claves a partidos de la ultra-derecha.

Después de semanas de inagotables negociaciones, Netanyahu logró con lo justo para formar una coalición de gobierno con 61 escaños de 120. Para lograrlo tuvo que conformar una alianza y ceder ministerios claves a partidos de la ultra-derecha.

Parecía imposible que “Bibi” Netanyahu ganara las elecciones, no obstante, haciendo uso de un discurso racista y anti-palestino arrasó. Luego, parecía sumamente difícil doblegar a sus aliados de ultraderecha para sumarlos a su gobierno. Y cuando el tiempo apremiaba, «Bibi» lo hizo de nuevo.

Pero esta vez, su coalición no será una de “centro” hacia la derecha como la vez anterior cuando pactó con los partidos de los centristas Yair Lapid y Tzipi Livni. En esta ocasión, el gobierno será derechista de pura cepa.

Netanyahu había sumado ya a Kulanu, el partido de Moshe Kahlon, antiguo ministro del Likud cuyo eje de campaña fue emprender una serie de reformas económicas para paliar el alto costo de vida (y en particular, de la vivienda) que padecen los israelíes de menores recursos. Luego sumó a los ultraortodoxos de Shas y Judaísmo Unido de la Torá, ofreciéndoles el Ministerio de Culto, y dar marcha atrás con las reformas que suspenden los subsidios para los religiosos que se dedican a los estudios y se niegan a trabajar o ir al ejército (situación que indigna en gran medida al resto de la sociedad laica o moderada).

Pero todavía quedaba un duro escollo por vencer: los partidos ultranacionalistas de Naftali Bennett (representante en buena medida de los colonos israelíes de Cisjordania) y de su antiguo aliado Avigdor Lieberman (que representa a las comunidades de origen soviético).

Este último decidió en los últimos días no sumarse a la coalición, quizás para apostar fuerte al fracaso del gobierno de Netanyahu e intentar ganarse en el futuro el lugar de referente principal de la derecha nacionalista. La situación entonces, dejaba al actual premier israelí a merced de su otro posible aliado, Bennett, quien ante la delicada situación, aprovechó para extorsionar a “Bibi” más allá de lo que su caudal electoral se lo permitía (tan solo obutvo 8 escaños), y terminó obteniendo finalmente tres ministerios: Educación, Agricultura y Justicia.

Este último es el más polémico de los ministerios cedidos y el que más se resistía Netanyahu a entregar ya que la candidata a ocuparlo es Ayelet Shaked. Shaked, es una diputada de extrema derecha que se propone limitar el poder de la Corte Suprema, la que ha sabido fallar en varias ocasiones en contra de la construcción de colonias ilegales en Cisjordania.

Los lideres palestinos, por supuesto, no han permanecido indiferentes frente a la rampante derechización del Ejecutivo israelí y han salido ya a expresar su preocupación al respecto. Saeb Erekat, funcionario de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y principal encargado de llevar adelante las negociaciones de paz, ha dicho que el nuevo gobierno es “estrechamente de derecha» y que «está en contra de la paz». Según Erekat, el nuevo gobierno «llevará a la región a más violencia, derramamiento de sangre y radicalismo».

Así mismo, para el funcionario de la ANP, la conformación del próximo gabinete, en especial, por la fuerte presencia de ministros del pro-colonos en cargos estratégicos como el ministerio de Justicia (desde donde intentarán frenar a la Corte cuando esta le da razón a los palestinos que denuncian la usurpación ilegal de tierras) o Agricultura (con amplios poderes para construir infraestructura productiva para las colonias), deja claro «que este gobierno israelí es un gobierno de colonos que defiende los asentamientos y que tiene por objeto destruir el principio de la solución de dos Estados».

Recordemos que Netanyahu, quizás como parte de una estrategia electoral para robar votos a la ultraderecha, quizás en un sinceramiento de lo ya más que obvio a estas alturas, había dicho que durante su próximo gobierno “no habrá ningún Estado palestino”.

Por su parte, el portavoz del movimiento Hamás, Sami Abu Zuhri, se ha mostrado confiado e indiferente frente a esta no tan nueva situación política israelí. «Independientemente de quién estará en el nuevo gobierno israelí, nosotros como palestinos seremos capaces de confrontar los retos que nos imponga ese gobierno», dijo.

En conclusión, Netanyahu consigue formar gobierno casi en el límite de su plazo, pero uno puede preguntarse ¿A qué precio? Para evitar que el presidente Reuben Rivlin lo instara a formar un gobierno de coalición con los laboristas, o incluso a ceder su lugar a este partido, o a algún otro líder del Likud, Netanyahu terminó conformando una coalición chica, ideológicamente extremista (lo que amenaza con perpetuar el aislamiento diplomático otros cuatro años), cediendo puestos clave a partidos poco relevantes y sin responsabilidad política, pero sobre todo, una coalición inestable y con contradicciones insalvables entre sus integrantes.

Los ultraortodoxos, para el caso, están completamente enfrentados con los colonos nacionalistas de Bennett y ambos a su vez, poseen diferencias casi insalvables con Likud y con el partido de Moshé Kahlon.

Las últimas elecciones demuestran así el carácter profundamente fragmentado de la sociedad israelí, partida de manera irreconciliable entre sectores ultrareligiosos, ultranacionalistas y laicos moderados, con los palestinos de ciudadanía israelí unidos y como tercera fuerza política del país, y con una coalición de gobierno que muy difícilmente sea capaz de dar respuesta tanto a los problemas internos del país, como al conflicto con el pueblo palestino.

Joaquín Zajac – @JoaquinitoZ

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