Cultura

28 abril, 2015

Verano chileno

La directora Dominga Sotomayor se recibió en el cine argentino con Mar, su tercer largometraje, presentando en la última edición del BAFICI. Edipo, desamores imaginarios y playa en este veraniego film que deslumbró en el festival porteño

La directora Dominga Sotomayor se recibió en el cine argentino con Mar, su tercer largometraje, presentando en la última edición del BAFICI. Edipo, desamores imaginarios y playa en este veraniego film que deslumbró en el festival porteño.

Muchos son los conflictos que pueden aparecer al instalarse en un lugar para vacacionar. Insolaciones, algún lapso de intoxicación, un celular perdido o una decepción amorosa son contratiempos que, de alguna forma u otra, siempre aparecen. Mar plantea el lío desde la primera toma: Martín habla por celular a un costado de la ruta. Su madre, dueña del auto que lo llevaría a vacacionar a la costa con su novia, le dio el vehículo sin sus correspondientes papeles. A partir de este infortunio es que se desarrolla la tercera obra de la directora Dominga Sotomayor, retratando problemáticas y conflictos que no reconocen cordilleras.

Al hacer una escapada Villa Gesell, (Mar)tín (Lisandro Rodríguez) y su novia (Vanina Montes) no planean plantear el viaje más que como eso, una escapada. Nada de viajes iniciáticos al norte argentino ni búsquedas espirituales en el sur. Simplemente una visita a la casa familiar del treintañero y alguna cerveza a la noche con amigos.

Sin embargo, ese pasatista road-trip, ese escape, se convierte en un encuentro con ellos mismos. Con la profundidad de la pareja. Así, con largas tomas, muchas con no más sonido que el viento del mar, el largometraje escapa de la idea de película “me-pasa-todo-en-el-viaje” para configurarse como un relato de cuando, justa y delicadamente, no pasa nada.

El personaje de Vanina Montes comienza a mostrar dudas respecto a una relación amorosa que parece no ir a ningún lado, Martín le plantea sus dudas existenciales a un primito de no más de siete años y, potenciando un conflicto edípico no resuelto del protagonista y mostrado sagazmente en varios momentos por la directora, trayendo los papeles del auto aparece la madre, magistralmente interpretada por Andrea Streniz, que poco hace por pasar desapercibida en las vacaciones de la pareja.

El reducido equipo de producción y la poca cantidad de días de rodaje que tuvo la película (ocho días en el balneario de Villa Gesell) no quita la tranquilidad para planificar cada plano de Sotomayor. La propia directora contó en la charla posterior a su primera función en el BAFICI que la película tuvo nacimiento como idea en noviembre y para febrero se comenzó a llevar a cabo el mastering.

Quizá el condimento lo pone una lamentable tragedia: la filmación tuvo lugar en el medio de los días convulsos para la costa por un rayó que cayó en el medio de la playa, matando a un joven e hiriendo a varias personas. Lejos de amedrentarse, la directora puso el hecho en su guión, con escenas que incluyen a los medios en el lugar del hecho y a los personajes afectados por lo ocurrido.

Conformando el triunvirato, la aparición de la madre de Mar potencia la neurosis latente de la pareja y, esencialmente, de la película. Naturalmente los registros se mantienen por lo bajo, siendo coherente a toda la puesta en escena del resto de la película. Aún así, son los momentos de explosión del personaje maternal los que se lucen y concentran la comedia de la obra que, muchas veces, no parece ser intencional.

Es entonces cuando nos preguntamos en qué radican las fronteras alrededor de la producción cinematográfica. El cine de Sotomayor se graduó de argentino en su paso por el festival al lograr captar en su paciente cámara todo el costumbrismo de una pareja típicamente porteña. Ocurre que, quizá recordando algo del cine de Juan Villegas, todo puede pasar en la vida de estos treintañeros, y sin embargo no pasa.

Iván Soler – @vansoler

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