22 abril, 2015
Un siglo del genocidio armenio, un siglo de negacionismo turco
A comienzos del siglo XX sucedió algo que mucha gente hoy en día, cien años más tarde, aún desconoce. Algo que el Estado turco se ha empeñado en ocultar y negar. El 24 de abril de 1915 comenzó el genocidio contra el pueblo armenio.

A comienzos del siglo XX sucedió algo que mucha gente hoy en día, cien años más tarde, aún desconoce. Algo que el Estado turco se ha empeñado en ocultar y negar. El 24 de abril de 1915 comenzó el genocidio contra el pueblo armenio.
Desde hace décadas, cada 24 de abril, las comunidades armenias del mundo conmemoran y llevan a cabo un profundo reclamo de justicia por el millón y medio de compatriotas masacrados por el Estado Turco-Otomano. Esa fecha no solo representa el aniversario de la noche en la que se llevó a cabo la decapitación estructural del pueblo armenio sino que también resume simbólicamente todos aquellos crímenes de lesa humanidad cometidos en perjuicio de este pueblo previos a esa fecha, y el comienzo de un plan sistemático de exterminio llevado a cabo por los Jóvenes turcos y, posteriormente, por Mustafá Kemal Atatürk, fundador de la República de Turquía.
La socióloga Helen Fein, que sitúa en un rol protagónico al Estado en el acto de genocidio, afirma que “las víctimas de los genocidios premeditados del siglo XX -judíos, gitanos, armenios- fueron asesinados para que los designios del Estado, en vista de un orden nuevo, fueran realizados. En todos los casos, la guerra fue utilizada para transformar a la nación con el objeto de adaptarla a las concepciones de la élite en el poder, eliminando a grupos considerados extranjeros, enemigos por definición”. Esta concepción se adecua perfectamente al caso armenio.
En el año 1909 mientras los armenios convivían en el Imperio Otomano como minoría relegada, surgió en la escena política un elemento que prometía cambiar las condiciones de vida de esa población: el Partido de Unión y Progreso. Con el apoyo de todos los grupos étnicos postergados del imperio lograron forzar al sultán a restablecer el orden constitucional y pasaron de esta manera a obtener cargos parlamentarios y una cuota mayor de poder.
Sin embargo, esa esperanza se fue apagando cuando años más tarde, luego de sufrir un golpe interno, el partido quedó en manos de una fracción conocida como “Los jóvenes turcos”. Estos nuevos líderes habían sido formados en Europa con las ideas de la Revolución Francesa. El ultranacionalismo y la pérdida de su sentido laico eran rasgos claves que los diferenciaban del partido en sus orígenes.
Estos dos elementos son indispensables para comprender la política principal dentro de los lineamientos estratégicos de los jóvenes turcos: el Panturquismo. Este consistía en transformar un imperio heterogéneo en un Estado-Nación homogéneo que aglutinara a todos los pueblos de origen turco bajo un mismo orden rector político y económico.
No obstante, ese objetivo tenía varios obstáculos. Por un lado el hecho de que muchos de los territorios que pretendían ser incluidos en este proyecto estaban bajo el dominio ruso y, por otro, la presencia de los armenios que, junto a las demás minorías del imperio conformaban un «estorbo». Es clave mencionar que existía también un grupo de armenios que vivía en Asia Menor bajo el control de Rusia y la posibilidad de que este sector se independizara y lograra obtener el apoyo de alguna potencia enemiga del Imperio, amenazaba bajo cualquier punto de vista el plan de los Jóvenes Turcos.
Talaat Pasha, uno de los líderes principales del gobierno otomano, logró diseñar con amplio respaldo un plan sistemático de exterminio y, posteriormente, transformarlo en un hecho concreto cuidadosamente planificado.
Así el 24 de abril de 1915 se llevó a cabo lo que se conoce como la primer etapa del exterminio: la decapitación intelectual del pueblo armenio. En esa fecha fueron arrestados y posteriormente asesinados intelectuales, profesionales, artistas y religiosos armenios. Luego siguieron marchas de la muerte, desarraigos, saqueos y asesinatos masivos.
Mientras el gobierno de Estados Unidos, enemigo de Turquía en la Primera Guerra Mundial, denunció los acontecimientos, los alemanes hicieron oídos sordos debido a los vínculos bélicos y económicos que establecía con el Imperio. Al finalizar la guerra, con la derrota turca se negociaron los términos de rendición y se privó al Imperio Otomano de un ejército propio, el sultán fue obligado a abdicar y se ordenó la restitución de las 13 provincias armenias bajo su dominio y la posterior conformación de una nación independiente.
La porción del pueblo armenio bajo dominio ruso, en la vorágine de la Revolución Bolchevique de 1917, se independizó del Imperio Ruso conformando un nuevo Estado que se dio la política de exigir la realización efectiva del tratado de rendición, reclamando la soberanía sobre las provincias aún bajo control otomano.
La república turca continuó la política del Imperio
Parece casi increíble que el Estado turco haya tomado la decisión en algún momento de su historia de juzgar a los responsables políticos del genocidio pero así fue en 1918. Sin embargo la huída de los responsables y la llegada de Ataturk al poder, con la posterior consolidación de la República Turca en el año 1920, imposibilitó este proceso y, con el objetivo de recuperar los territorios perdidos luego de la rendición ante los aliados, se le declaró la guerra al Estado Armenio y se reanudó la matanza hasta 1923, consolidando el control sobre las provincias en disputa.
Paralelamente, bajo un proceso revolucionario, el Estado Armenio comenzó un proceso que terminaría con la integración a la Unión Soviética.
El gobierno de Ataturk no solo fue responsable de la continuidad de la masacre sino que también fue el principal impulsor de una política que hasta el día de hoy es un pilar estructural del Estado Turco: el negacionismo del genocidio.
A diferencia de en 1915, hoy en día Turquía es considerado un Estado fundamental en la economía y en la política mundial. Tanto la presencia de importantes recursos como la cercanía a Rusia -o en su momento la URSS- generaron entre este Estado y las principales potencias europeas y Estados Unidos, un vínculo político, militar y económico de una fuerza tal que la negación del genocidio fue adoptada por sus socios a cambio de importantes beneficios.
Al tener en cuenta las políticas tomadas por el Estado turco desde 1915 hasta hoy es posible encontrar un fuerte sentido imperialista. Por un lado, la idea del panturquismo que planteaba una Turquía homogénea en contraposición a un imperio multiétnico con el objetivo preponderante de desplegar un mercado común fuerte para desarrollar el comercio y transformarse en un actor fundamental de la economía mundial estableciendo vínculos con las principales potencias imperialistas.
Por otro lado, el negacionismo ha sido desde la fundación de la República de Turquía, hasta hoy, una política de Estado fundamental para sus distintos gobiernos. Esta estrategia, además, fue adoptada por sus socios imperialistas. Esto es así debido a que el negacionismo ha sido siempre un requisito fundamental impuesto por el Estado turco para generar vínculos bélicos, económicos o políticos con los demás miembros de la comunidad internacional.
Hoy en día tan sólo 21 países reconocen el genocidio, entre ellos Uruguay, Francia y Argentina, pero aún así, son cientos las naciones que continúan ignorando el reclamo de una patria que pide justicia. A pesar de todo esto, un siglo después el pueblo armenio sigue en pie y quiere hacerse oír.
María Henry – @merijenri
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