17 abril, 2015
Hace 45 años comenzaba el genocidio camboyano
El 17 de abril de 1975 el Partido Comunista de Kampuchea tomó el poder en Camboya. En cuatro años arrasaron con las costumbres, tradiciones y religiones milenarias de la región. El Centro del Genocidio de Choueng Ek reconstruye una parte de la historia al conmemorar a los casi tres millones de personas asesinadas.

Hasta 1970 el hoy Reino de Camboya era gobernado por el príncipe Norodom Sihanouk, quien se opuso a la ocupación estadounidense durante la Guerra de Vietnam. Su decisión causó descontento en Washington y la CIA gestó un golpe de Estado en su contra.
El general Lon Nol, hasta entonces ministro de Defensa, tomó el poder y alineó el país, de fundamental ubicación estratégica, a los pies de Washington y Vietnam del Sur. Los grupos armados locales comenzaron entonces a tener un papel cada vez más importante al captar el descontento campesino, quienes, hartos del intenso bombardeo sufrido en sus tierras y por lealtad al príncipe, se unieron en una causa común.
Para 1973 la mayoría del país estaba bajo el dominio de la guerrilla. Conducidos por Pol Pot y con el apoyo de China, los Jemeres, principal grupo étnico del país, avanzaban a paso firme hacia la capital, a la que entraron victoriosos en 1975.
Aunque habían prometido restituir al príncipe, eso no sucedió aquel 17 de abril en Phnom Penh, capital del Reino. Los Jemeres Rojos tenían otro plan: el comienzo de una nueva época.
Para el llamado Año Cero vaciaron las ciudades y trasladaron a toda la población al campo. La idea era que esta revolución fuera dirigida por quienes trabajaban la tierra. Se cerraron escuelas, hospitales y fábricas. Se dividió a las familias y se eliminó a quienes podrían llegar a ser una amenaza. Así universitarios, médicos, abogados, personas que supieran otro idioma o usaran anteojos, extranjeros, estudiantes y profesores fueron asesinados. Y con ellos, sus familiares para que no buscasen venganza.
“Mejor matar a un inocente por error que dejarlo vivo por error”, era el slogan de campaña y reclutamiento del grupo que tras cuatro años de gobierno exterminó a un tercio de la población.
La mala relación con sus vecinos de Laos y Vietnam, y su abierta política contra estos últimos, llevó al debilitamiento del régimen. El ejército vietnamita se infiltró entre las tropas camboyanas y desató una paranoia en el líder que comenzó a buscar al enemigo oculto en el interior de sus propias filas.
Con cada vez menos aliados, Pol Pot torturó y asesinó también a gente de su propio partido hasta que las fuerzas militares de Vietnam, junto con disidentes del Partido Comunista de Kampuchea, lo derrocaron en 1979.
Durante su exilio en la jungla de Tailandia y reconocido como el legítimo presidente de la entonces llamada Kampuchea Democrática por la ONU y el Reino Unido, intentó reagrupar lo que quedaba de sus fuerzas.
Tras evadir a la justicia durante casi dos décadas, Pol Pot fue finalmente encarcelado en prisión domiciliaria. La versión oficial afirma que murió de un paro cardíaco en 1998, a los 72 años. Aunque también existe la teoría de que fue asesinado por gente de su propio partido.
El Centro del Genocidio de Choueng Ek, situado 15 kilómetros al sudeste de la Capital, es el más famoso de los casi 300 campos de exterminio repartidos por todo el país. Allí eran trasladadas las personas antes de ser asesinadas con armas blancas y distintas herramientas. Allí también morían por desnutrición o enfermedades. Se les obligaba a escribir y firmar confesiones falsas en las que se incriminaban a ellos y a su familia de traición contra el “Glorioso Estado”. Lo último que escuchaban era la “música revolucionaria” que sonaba de fondo y ahoga los gritos de dolor.
En el lugar, que se puede visitar hoy en día, aún se encuentran harapos, dientes y huesos. El recorrido finaliza en la estupa conmemorativa donde se conservan con reverencia los restos de las víctimas de Choueng Ek.
El gobierno de los Jemeres Rojos dejó en su camino tres millones de personas, pero también una gran parte de la historia del país, que hoy continúa llorando el genocidio. Creencias y religiones milenarias fueron destruidas y hasta el día de hoy se observa la pobreza cultural que intentan reconstruir, tratando de superar el vacío de toda una generación.
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.