Nacionales

14 abril, 2015

Télam: 70 años, cinco historias

Este martes 14 de abril Télam está cumpliendo 70 años de su fundación. En ese contexto, Notas reproduce algunas anécdotas de la historia de la agencia en estos años contadas por sus trabajadores y publicadas originalmente en el libro Télam. El hecho maldito del periodismo argentino de Mariano Suárez y Ariel Bargach.

Este martes 14 de abril Télam está cumpliendo 70 años de su fundación. En ese contexto, Notas reproduce algunas anécdotas de la historia de la agencia en estos años contadas por sus trabajadores y publicadas originalmente en el libro Télam. El hecho maldito del periodismo argentino de Mariano Suárez y Ariel Bargach.

Con permiso de sus autores, reproducimos a continuación una selección de relatos sobre curiosos acontecimientos sucedidos en la Agencia durante todos estos años de vida. Los mismos pertenecen al capítulo cinco (Ficciones y realidades) del libro mencionado.

Periodismo en zapatillas

Década del noventa. Domingo a las 7 de la mañana. El jefe de turno se dirige a la periodista Andrea Delfino, que acababa de llegar a la redacción y sentencia: “Andáte a Olivos. Sólo por las dudas”. No era el mejor plan para aquel día. El frío desalentaba cualquier aventura y las guardias no era como las de hoy. No había teléfonos celulares, ni notebooks que entretuvieran la espera. Télam todavía transmitía con teletipos.

La guardia consistía en apostarse en el portón de la quinta presidencial en la calle Villate y cultivar la paciencia. Un rayo de sol iluminaba un pequeño sector contra el portón y ahí se acomodó Delfino para dormir una siesta.

Un guardia, de pronto, alteró la escena: “Andrea, viene el presidente”, advirtió sin ser creído. Entonces se abrió el portón y se asomó una cabellera que un Menem que ya había suprimido sus patillas. “¿Estás sola?”, interrogó. “Con el fotógrafo”, respondió Delfino mientras se acomodaba a la pose de periodista.

Hubo una inusual entrevista con agenda abierta. Malvinas. Los jubilados. Los temas calientes de la agenda de aquellos días.

Volviendo a la agencia Delfino se percató de su estampa de domingo a la mañana: zapatillas, pantalón de gimnasia, sweter de lana, campera deportiva y el pelo atado como para ir a una pileta. La agencia tenía una exclusiva.

Memoria y dictadura

Entraron al archivo. Juntaron las fotos, los negativos, todo rastro de material periodístico. Nada les conmovía. No había un procedimiento de selección. Igual trato recibía la foto histórica y la imagen fugaz de la coyuntura. Apilaron fotos de Perón y Balbín. De Onganía. Del maravilloso Huracán campeón del ’73. Del Independiente ganador de todo. De Monzón luciendo el cinturón que acaso lo convirtió en el más grande de los medianos de todos los tiempos. Había fotos del primer Maradona, alguna de Jorge Luis Borges y muchas del circuito nocturno que se generaba alrededor del bandoneón irrepetible de Aníbal Troilo. Apilaron todo. Sintieron, tal vez, que estaban en Bebelplatz, en 1933. O quizá hasta se miraban con aires de novedad. Se alzaron las llamas. Los testigos, pacientes, atentos, siguieron la acción. Ceniza y polvo. Eso quedó de una parte de la historia audiovisual argentina.

Era 1976. Los mismos que hicieron desaparecer 30.000 personas no podían tener tener pruritos para eliminar archivos. La historia igual persistió. En la memoria, en los testigos, en la evocación de las víctimas y de sus luchas. De aquel archivo se salvaron unas fotos de Juan Domingo Perón en un acto de la CGT del ’73, otras de “Ringo” Bonavena caminando por las rieles del tranvía en su barrio de Parque Patricios del ’68. También aquellas tan artísticamente tomadas en el ’74 a Leopoldo Torre Nilsson, uno de los creadores que integraba las listas negras de la época. Trabajadores anónimos de la Sección Fotografía, a riesgo propio, rescataron aquellas imágenes.

A pesar de aquella destrucción, el Archivo Fotográfico de Télam es uno de los más importantes del país. Los trabajadores de Télam realizan esfuerzos denodados por preservar la memoria gráfica. Es un modo de ejercer tres palabras hermosas: memoria, verdad y justicia.

El Chivo

Ocupó durante décadas un sillón en la Sección Espectáculos. Alguna vez fue afiliado radical y toda la vida consecuente simpatizante de Temperley. Nació en 1959 bajo el signo de Leo. Su documento lo presenta como Luis Alberto Digiano. “El Chivo”, simplemente, para sus compañeros de Télam.

Breve biografía. Costosamente y después de repetir un año, Digiani concluyó en 1978 sus estudios secundarios en el desaparecido Instituto Modelo Saint de Temperley. Ya imaginaba el periodismo como una fórmula por gambetear el trabajo.

Tras una experiencia en Ferrocarriles Argentinos, Digiani logró cobijo en la industria gráfica. Fue empleado de Diario Popular, La Prensa, el Expreso y la revista folclórica Sin Estribos, donde todavía se recuerda el sesgo amarillento de sus notas. En la agencia Noticias Argentinas cultivó prontuario. Desde enero de 1995 cobra un sueldo de Télam.

Su mayor hito en la profesión lo alcanzó en abril de 2006 y tuvo repercusión nacional. En el fragor de una huelga por despidos probó su estirpe de carnero y su esmero por complacer a la gestión liberal de Martín Granovsky. Así, con ansias de disimular la ausencia de sus compañeros en huelga, Diagini publicó una nota con el anuncio de un ciclo de conciertos del cantante brasileño Altemar Dutra, en Buenos Aires, a fines de mayo de ese año. Dutra había fallecido en 1983, en Nueva York.

Para carnerear también hacen falta periodistas.

Un tren que no va a ningún lado

Hay textos que salen casi de memoria: el horóscopo, el pronóstico del clima, las formaciones de los equipos de fútbol… Materiales así. Por eso a los integrantes de la sección Espectáculos les extrañó, aquella mañana de jueves, que al mandar la información sobre los estrenos de la semana, un material de ese estilo, no se emitiera al servicio.

«Habrá pasado algo; algún problema técnico y la Mesa no lo vio”, pensaron. Y entonces repitieron el envío. Pero una hora después, la cartelera de estrenos, un habitual sumario de las películas en la que se cuenta el argumento, los directores y los artistas, seguía sin salir.

El encargado de la sección Espectáculos bajó dos pisos para preguntarle al editor de turno qué pasaba.

– No podemos sacar este material, porque está la última película de Pino Solanas, “La próxima estación», explicó Silvia Rajcher, integrante de la Mesa y después gerente de Periodismo.

– ¿Y qué pasa con eso?, preguntó el editor.

– Mirá si lo lee (el entonces secretario de Transporte, Ricardo) Jaime, puede haber problemas.

El encargado de Espectáculos entendió entonces que: a) Ricardo Jaime se enteraba lo que pasaba en el cine por la cartelera de estrenos de Télam; b) si no salía por Télam, nadie en la Argentina se enteraba de la película de Solanas; y c) que el futuro político de Jaime estaba a salvo sin la mención a la mención a la historia del ferrocarril.

No te lo cojas

Carlos Alberto Nis tenía 22 y atravesaba los últimos meses de cursada en el Círculo de Periodistas Deportivos cuando lo convocaron para hacer una pasantía en Télam. Interrumpió sus vacaciones y volvió de inmediato a la Capital Federal. La madre dio una orden y su mirada severa no dejaba margen para rebeldías. Fue así que Nis se calzó un traje marrón -horrible-, camisa y corbata, que no volvió a usar nunca más. Tomó el 143 y bajó en Paseo Colón y Belgrano. Caminó hasta Bolívar 531 y se anunció en la recepción.

La Sección Deportes estaba entonces en la planta baja junto a Cultura y Espectáculos (que luego se separaron), Internacionales y el Jardín Maternal, el mismo que Martín Granovsky clausuró en 2006. Apenas Nis asomó la cabeza en la redacción se encontró con un universo que desafiaba su imaginación. Un tipo alto, bigotes, de gesto adusto -luego sabría que se llamaba Luis King- era corrido por toda la redacción por otro periodista que acababa de ser despedido y gritaba “¡Corrupto!” una y otra vez. Toda la redacción participaba, de un modo u otro, de esa escena. En medio de ese descalabro, un flaco vestido de bermuda y musculosa le espetó “¿A quién buscás?”.

– Me dijeron que me presentara al Jefe de Deportes, Ernesto Muñiz, contestó Nis.

– Para allá. El Gordo ese.

Nis insinuó una introducción protocolar ante Muñiz pero lo cortaron en seco. “Pará pibe… pasá por Personal en el segundo piso que yo aviso que arrancás como colaborador. Desde el lunes cubrís San Lorenzo”. Todavía impactado por la noticia, el flamante periodista escuchó otro grito de Muñiz, esta vez dirigido a la única mujer que por entonces trabajaba en la Sección Deportes. “Nena. Explicale al pibe cómo funciona el editor de texto, pero no te lo cojas”.

Nis, de camisa, corbata y traje marrón, empezó a entender un universo nuevo.

 

Foto: Diego Izquierdo

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