Cultura

23 febrero, 2015

Birdman voló más alto que nunca

Fue una noche de injusticias, está claro. Pero todas las galas de la Academia suelen serlo. Los premios suelen ser el resultado de un delicado equilibrio entre resultados en la taquilla, dinero puesto en publicidad, seducción de los jurados, adaptación a un cierto momento político/ideológico estadounidense y, por último, logros artísticos.

Gary Lineker supo señalar aforísticamente que el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, en el que juegan once contra once y al final siempre ganan los alemanes. Pues bien, parafraseándolo (dolorosamente después del último Mundial), podríamos decir que los Oscar son una hipertrofiada entrega de premios inventada por los estadounidenses, en la que las estatuillas tienen poco que ver con la calidad cinematográfica y en la que siempre ganan los actores que representan a personajes con alguna discapacidad.

Esta 87° entrega de premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos fue apenas algo más aburrida de lo que se esperaba, que no era poco. La conducción del debutante Neil Patrick Harris (el mujeriego Barney Stinson de la serie How I met your mother) se fue desinflando con el correr de los minutos. Luego de una apertura interesante con un musical autocelebratorio en clave Broadway de los clásicos hollywoodenses, en el que cantó y bailó junto a Anna Kendrick y Jack Black, y de unos chistes que prometían ponerle algo más de sal a la noche, su performance fue desdibujándose hasta la nada misma, de la que no logró remontar ni apelando a sus promocionadas artes de mago.

Fue una noche de injusticias, eso está claro. Pero todas las galas de la Academia suelen serlo. Más allá de la sarasa, los premios suelen ser el resultado de un delicado equilibrio de fuerzas entre resultados en la taquilla, dinero puesto en publicidad por los estudios, seducción de los jurados, adaptación a un cierto momento político/ideológico estadounidense y, por último, logros artísticos.

También hay que decir que esta ceremonia fue la más WASP de la última década. En una protesta convocada en las puertas del teatro Dolby la asociación de derechos civiles La Urban Policy Roundtable denunciaba que “las mujeres, los hispanos y los afrodescendientes son invisibles en Hollywood”. Ciertamente, en los rubros actorales la diversidad estuvo ausente.

También el Centro de estudios afroestadounidenses de la UCLA había señalado que entre los seis mil miembros del jurado de la academia, alrededor de 93% son blancos y el 70% son hombres (y la media de edad es de 63 años). Esto es particularmente significativo en un país que en los últimos meses viene siendo conmocionado por movilizaciones masivas en distintos Estados contra la muerte de jóvenes afroamericanos a manos de la policía.

Tal vez como forma de compensar este desvío de los estándares de ultra corrección política que suelen caracterizar a estas ceremonias, fue una noche de grandes logros para los latinoamericanos. Si bien Relatos Salvajes fue previsiblemente ignorada, Birdman, el film del mexicano Alejandro González Iñárritu fue la gran ganadora de la noche, con cuatro estatuillas (Mejor película, Mejor director, Mejor dirección de fotografía y Mejor guión original, rubro en el que fueron galardonados los primos argentinos Armando Bo y Nicolás Giacobone, nietos del Bo original).

Lo más significativo de esta adaptación libérrima de un relato de Raymond Carver es que logró el récord histórico de que dos directores mexicanos se lleven la estatuilla en años consecutivos (en 2014 Alfonso Cuarón lo logró con Gravity). Ese fue el contexto para el chiste de pésimo gusto de Sean Penn al abrir el sobre del premio a la mejor película: “¿Quién le dio la Green Card a este hijo de puta?”. Un bienhumorado Iñárritu siguió con la broma, señalando: “Tal vez el año que viene le va a poner reglas de inmigración a la Academia. Dos mexicanos seguidos es sospechoso”. Finalmente, envió un mensaje a sus compatriotas al otro lado del Río Bravo, en un más que tibio pronunciamiento luego de las muertes de Ayotzinapa: “A mis compatriotas en México ruego para tener el gobierno que nos merecemos”.

La otra gran ganadora de la noche hollywoodense fue Gran Hotel Budapest. Como Birdman, tenía nueve nominaciones y se alzó con cuatro premios, incluyendo Mejor vestuario (gracias a la infalible Milena Canonero), Mejor maquillaje, Mejor banda sonora original y Mejor diseño de producción. La película más original de las nominadas empezó arrasando en los rubros técnicos pero no consiguió ninguno de los premios grandes.

En los rubros actorales, los lugares comunes propios de la Academia estuvieron a la orden del día. El premio a Mejor actor fue para Eddie Redmayne, el actor que hace de Stephen Hawking en The theory of everything (la representación de un personaje famoso con esclerosis lateral amiotrófica no podía no garpar), mientras que la estatuilla a Mejor actriz fue para la hermosa Juliane Moore por su rol de una precoz enferma de Alzheimer en Still Alice. Como actriz de reparto ganó justísimamente Patricia Arquete, por su interpretación en Boyhood (que pintaba como una de las grandes candidatas y se fue con las manos casi vacías) y como actor de reparto obtuvo el premio J.K. Simmons, por su intenso papel de maestro despótico en Whiplash (que también ganó a Mejor edición y mezcla de sonido).

El rubro “lugares comunes” se completó con los premios a Mejor canción original para “Glory”, de Selma (película basada en la vida de Martin Luther King, absolutamente ignorada en las nominaciones principales), con la estatuilla a Mejor documental para Citizenfour (sobre el arrepentido agente de inteligencia Edward Snowden) y con los premios a Mejor corto y Mejor corto documental a sendas películas sobre líneas telefónicas de atención al suicida.

La reaccionara y taquillera visión de Clint Eastwood sobre el francotirador estadounidense Chris Kyle en Irak sólo consiguió un Oscar (a Mejor edición de sonido), lo mismo que lnterestelar, el multimillonario bodrio de Nollan, que se alzó con el premio a Mejores efectos especiales (dejando sin nada a Capitán América 2, a X-Men: Days of Future Past y a la nunca suficientemente elogiada Guardianes de la Galaxia). Big Hero 6 ganó como mejor película animada.

Las declaraciones políticas de la noche se mantuvieron siempre dentro de la más absoluta corrección. Primero fueron los ganadores del premio a canción original por «Glory», quienes reivindicaron los derechos de los afroamericanos y denunciaron que en la actualidad hay más negros presos que en la época de la esclavitud. Luego Graham Moore, ganador por Mejor guión adaptado por su trabajo para The imitation game, recordó la historia del protagonista del film, el genio matemático Alan Turing, condenado por homosexual y empujado al suicidio en los años 50. Moore contó que él mismo intentó matarse en su juventud por sentirse diferente, cerrando con con un llamado al respeto por la diversidad sexual.

Algo más jugada fue Patricia Arquete, quien al agradecer su premio planteó una inesperada reivindicación por la igualdad de género, dedicándole el Oscar “a todas las mujeres que han dado a luz y pagan sus impuestos. Ha llegado el momento de tener el mismo salario que los hombres y los mismos derechos para las mujeres en Estados Unidos”.

El In memoriam de este año incluyó a Mickey Rooney, James Garner, Anita Eckberg, H.R. Giger, Virna Lisi, Richard Attenborough, Robin Williams, Rod Taylor, Lauren Bacall, Eli Wallach, Alain Resnais, Bob Hoskins y Mike Nichols entre otros. También pasó por allí la imagen de Gabriel García Márquez.

Los musicales no suelen ser el punto fuerte de esta interminables ceremonias de premiación, pero esta noche sorprendió gratamente el homenaje que le rindió Lady Gaga a Julie Andrews (dando pruebas de una capacidad vocal privilegiada). Después de que la ídola juvenil interpretara fragmentos de «The song of music», «My favorite things» y «Edelweiss», una siempre hermosa Andrews subió al escenario para abrazarla y agradecerle.

Así pasó la entrega de los Oscar número 87. Esta vez no hubo selfies, ni records en Twitter, la conducción fue más modesta que la de la chispeante Ellen Degeneres, nadie sacó los pies del plato en los discursos y los premios fueron ni más ni menos que los esperables. Nuestros héroes se fueron sin estatuillas y la medianía fue galardonada nuevamente. Una noche más en el teatro Dolby. Como diría el auténtico Birdman: ¡Ataca, Vengador!

 

Pedro Perucca – @PedroP71

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