19 febrero, 2015
American Sniper: El último gran héroe
Pese a que la tradicional entrega de los premios de la Academia en los últimos años intentó mostrar una faceta progresista entre los grandes candidatos al premio mayor, una de las películas favoritas a llevárselo es la ultra-nacionalista última obra de Clint Eastwood. Guerra, heroísmo y nominaciones en la última gran épica bélica de Hollywood.

Pese a que la tradicional entrega de los premios de la Academia en los últimos años intentó mostrar una faceta progresista entre los grandes candidatos al premio mayor, una de las películas favoritas a llevárselo es la ultra-nacionalista última obra de Clint Eastwood. Guerra, heroísmo y nominaciones en la última gran épica bélica de Hollywood.
La abyección del rifle
Hacer enorme lo que en realidad es diminuto. Pareciera que esta es la premisa que se puso como meta el director y otrora actor Clint Eastwood al llevar adelante American Sniper, la película que pone en imágenes la historia de vida de Chris “The Legend” Kyle, el marino de las fuerzas SEAL del ejército estadounidense famoso por sus más de 100 muertes a cuesta en la Guerra de Irak.
Eastwood, con casi cuarenta películas dirigidas, encontró en los hechos con los que se topó el soldado tanto en Irak como en su propia infancia y juventud algo potable como para llevar a la pantalla grande. El director, leyenda viva del cine, ya supo retratar varias biografías en el celuloide, muchas de ellas con una fuerte impronta histórica y política (J. Edgar o Cartas de Iwo Jima como algunas de las más recordadas).
En apariencia es poco lo que se le puede criticar sobre la forma de armar un relato a uno de los grandes hacedores de la historia del cine clásico norteamericano, aún cuando lo hace funcional a una determinada postura ideológica que nunca se gastó en ocultar.
Chris Kyle duda a pesar de que su estrella siempre pareció estar determinada. Ya desde la infancia lo vemos siendo educado de una manera en la que siempre debe estar al cuidado de alguien, un alguien casi siempre indefenso. Él ve una agresión y salta contra el victimario. No se gasta en preguntar por qué fue el ataque o siquiera si ello fue una respuesta a una ofensa previa. Siempre fue así, su padre lo educó de esa forma. Sin embargo, en un determinado momento, duda. Está apuntando su rifle a una madre y su pequeño hijo, ambos decididamente árabes. Es claro ello, puesto que los tres, a ambos lados del rifle, están en territorio irakí.
Lo que muestra el flashback que elige hacer Eastwood para explicarnos lo que lo llevó al soldado Kyle a empuñar un fusil en primer momento no es de ninguna forma impredecible. Niño criado bajo la estricta mirada de un padre que le enseña a cazar y responder de manera decididamente predadora a cualquier agresión, joven aspirante a cowboy después, parece seguir a rajatabla los mandatos del arquetípico patriota (norte)americano. Sin embargo, sí es llamativa la manera de encarar este personaje correctamente encarnado por Bradley Cooper, nominado al Oscar como Mejor Actor por el papel y productor de la película.
El director encuadra a Kyle/Cooper siempre desde abajo. Lo hace aún más enorme de lo que se ve de por sí por la transformación física a la que se sometió el actor para el papel. Lo vemos heroico, eterno, sublimado casi como un superhéroe. Chris Kyle, ese blondo soldado que apunta a una madre con su hijo, es la leyenda a la que Clint Eastwood busca hacer enorme con su cámara.
La abyección del contrapicado
American Sniper narra cuatro misiones en las que participa el tejano marine de las SEALS en Irak. El enemigo, difuso, está encarnado en el francotirador estrella del bando contrario, Mustafa, y un vil mandamás de Al Qaeda apodado “El Carnicero”.
Como no puede ser de otra forma, el pueblo árabe y sus combatientes son caracterizados de una manera desfachatadamente salvaje, burda, con movimientos que recuerdan a los malechores de los Power Rangers por momentos. Y eso es lo que puede llegar a incomodar de American Sniper, candidata al Oscar como Mejor Película además de otras cuatro nominaciones. No su posición abiertamente a favor de la intervención norteamericana en territorio árabe, ya estamos acostumbrados a ello. Sino en la forma que su director, basándose en el guión nacido de la propia autobiografía de Kyle, construye el relato: una historia lineal, sin golpes bajos pero decididamente cruda (aunque edulcorada).
A pesar de su soberbio montaje (reconocido por la Academia con una nominación) las idas y vueltas entre Irak y Texas que hace Kyle plasman el sentido que le quiso dar Eastwood a lo que ocurre en la cabeza del protagonista: no importa lo pacífico de su hogar junto a su esposa (una correcta Sienna Miller) y sus pequeños niños, la Leyenda (tal es el mote que se ganó el soldado por cargarse más de 100 almas) debe cuidar a sus soldados, su ejército, su patria al igual que cuidó a su pequeño hermano en la infancia de los temibles matones del colegio.
Y si vamos a capturar la escencia de un héroe, hagámoslo desde una cámara al ras del suelo, volviendo enorme el pecho de Cooper para que quepa toda la injusticia a la que se la sometió a la indefensa norteamérica por parte de los matones árabes. Y eso, en el cine y en las artes, es la abyección: estetizar lo inmoral de una invasión en una épica de 132 minutos.
Por eso es incómoda y sorpresiva la nominación de una Academia que se venía cómoda, jugando dentro de los marcos de la correcta incorrección política del progresismo. Haciendo visiblemente atractiva a la vista la inmoral invasión norteamericana en territorio irakí, Eastwood acorraló en su mira la estatuilla más codiciada de la industria cinematográfica.
Iván Soler – @vansoler
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