Europa

18 febrero, 2015

La deuda griega: ¿Del chantaje al caos?

La resolución de la renegociación de la deuda griega durante el último mes se ha transformado en el tema más importante de la economía mundial. Luego de cinco años de la aplicación de medidas de austeridad, los griegos no aceptan más que el destino de la mayoría de la población sea decidido por organismos financieros internacionales y gobiernos extranjeros.

La resolución de la renegociación de la deuda griega durante el último mes se ha transformado en el tema más importante de la economía mundial. Luego de cinco años de la aplicación de las medidas exigidas por la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y el FMI) la mayoría de los griegos no acepta más que el destino de su país sea decidido por organismos financieros internacionales y gobiernos extranjeros.

Desde la primera semana en que Alexis Tsipras asumió como primer ministro, el nuevo gobierno emprendió una política audaz de intentar bajar sus primeras pretensiones de exigir una quita de deuda sustancial intentando renegociarla con los países acreedores. Se planteó «pagar la deuda» pero con tres condiciones generales: 1) no aceptar la supervisión de la troika; 2) pagar con bonos atados a la recuperación económica; y 3) que no se imponga ninguna condición que incluya continuar aplicando políticas de austeridad.

Los resultados de esa iniciativa implicaron algunos gestos positivos por parte de los gobiernos de François Hollande (Francia) y Matteo Renzi (Italia). La propuesta de Syriza es aceptada, según las encuestas, por el 80% de los griegos. Muchos de ellos se han movilizado masivamente en casi todas las ciudades del país. El apoyo a la posición de Atenas también se expresó en otras partes de Europa en dónde se reprodujeron las movilizaciones mientras se llevan adelante las negociaciones.

La encrucijada del Eurogrupo

Durante las últimas semanas los cambios en las bolsas de valores del mundo entero se movieron de acuerdo a las declaraciones de los dirigentes de la Troika, los ministros de Finanzas y los mandatarios europeos. Las instancias de negociación más claras, luego de innumerables reuniones bilaterales, fueron la reunión de los ministros de Finanzas del Eurogrupo el miércoles 11 y la cumbre de presidentes y primeros ministros durante el jueves y el viernes de la semana pasada.

Para el lunes 16 se esperaba una definición en la negociación. Ese mismo día el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, publicó en el New York Times una nota en la que sostenía que no había tiempo para jugar en Europa y que su país está decidido a no dejarse tratar como una colonia. «Nuestro gobierno no está pidiendo a nuestros socios ir por un camino por fuera de reparar nuestras deudas», expresó.

Lo que plantea Varoufakis en términos inmediatos es algo tan sencillo como pedir un plazo de seis meses de suspensión de la deuda para que su país tenga estabilidad financiera y pueda crecer para honrar sus deudas. En eso consisten los trazos gruesos del «acuerdo-puente» del pasado miércoles.

Las reuniones entre los técnicos de la Troika y la delegación griega en los días anteriores a la reunión de los ministros de Finanzas del Eurogrupo no habían servido para llegar a los acuerdos que ambas partes esperaban. Horas antes de la reunión el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovi, se reunión con Varoufakis y le presento un documento con un posible acuerdo. El funcionario griego estaba de satisfecho con la propuesta que contemplaba las demandas de Atenas. Todo parecía encaminado. Pero minutos antes de la reunión decisiva el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, dio de baja ese documento y presentó otro.

El nuevo texto sostenía que Grecia no podía tomar ninguna decisión de manera unilateral y comprometerse a pagar todos los prestamos a cambio de lograr «seis meses de prorroga». Se trataba en concreto de cerrar todas las posibilidades de que en el país heleno el gobierno lleve adelante políticas anti-austeridad y no pueda jamás reclamar el carácter ilegítimo de una parte de la deuda. Luego del rechazo de Varoufakis a semejante extorción, la importante reunión del lunes duró menos de lo previsto.

Sin embargo el 28 de febrero hay un vencimiento de deuda griega de 2,5 mil millones de euros y para que la propuesta de modificación del plan de rescate sea modificada y sea aprobada por los parlamentos nacionales, debería acordarse esta semana. Dijsselbloem fue claro en su ultimatum luego de la reunión al declarar que: «Dados los plazos, tenemos hasta el final de esta semana para llegar a un acuerdo y ya».

Por su parte, Varoufakis sostuvo que considera posible un acuerdo en las próximas horas aunque le respondió a Dijsselbloem que «en la historia de la Unión Europea nada bueno ha surgido de los ultimátum».

Horas decisivas

En estos momentos se llevan adelante las últimas reuniones que decidirán el futuro de Europa. Los resultados, en caso de llegarse a un acuerdo, se expresarán en una reunión del Eurogrupo a última hora del viernes.

En caso de no llegar a un consenso, el escenario para la próxima semana será sumamente incierto. Una opción para que Grecia no entre en default es la aceptación sin discusión del plan de rescate acordado previamente. Y, aunque el nuevo gobierno dijo que podría aceptar una parte, el vocero Gavril Sakeridis sostuvo que no lo harán en su totalidad «ni con una pistola en la sien». Otra de las opciones es la activación de un plan B con un posible apoyo financiero de Rusia o China. Si bien desde la semana pasada se comenzó a charlar esta posibilidad, es muy poco probable que se logre en tan poco tiempo.

Según declaraba el dirigente español Pablo Iglesias a periodistas extranjeros durante una conferencia de prensa el último viernes, Alexis Tsipras «le está dando una lección de sentido común y sensatez» a la Unión Europea. Evidentemente la Troika y los dirigentes políticos conservadores que llevan adelante sus directivas, en caso de no lograr un acuerdo, están dispuestos a dejar el sentido común para otros debates y podrían llevar al continente a una situación de caos cuyas consecuencias serán absolutamente imprevisibles.

 

Lucas Villasenin – @villaseninl

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