Fútbol argentino

17 febrero, 2015

Román, el último tango de una especie en extinción

Entre el debut y el retiro de Juan Román Riquelme cambiaron muchas cosas en el fútbol argentino. No sólo se dejó de utilizar a los enganches sino que también se hizo costumbre que los buenos jugadores duren poco en el país. En épocas de ídolos televisados, Román fue el genio que pudimos disfrutar a metros de distancia.

Entre el debut y el retiro de Juan Román Riquelme cambiaron muchas cosas en el fútbol argentino. No sólo se dejó de utilizar a los enganches sino que también se hizo costumbre que los buenos jugadores duren poco en el país. En épocas de ídolos televisados, Román fue el genio que pudimos disfrutar a metros de distancia.

“20 años no es nada” dice el tango Volver, escrito por Alfredo Le Pera, que Carlos Gardel inmortalizó con su voz. Entre el debut de Juan Román Riquelme con la camiseta de Boca en noviembre de 1996 y su retiro de la actividad profesional en enero del 2015 pasaron un poco más de 18 años. No llegó a los 20 para poder compararlo con el recordado tango pero su fútbol sí tuvo mucho de nostalgia tanguera, de arrabal, de mantener su forma a pesar de las modas y de un sentimiento constante que en un pasado, no muy lejano, hubiera sido más valorado que en el presente en el que le tocó desempeñar su arte con la pelota.

Riquelme fue un jugador de otra época, capaz más del tiempo en que debutó, porque en aquel Torneo Apertura de 1996 que lo vio nacer como profesional la mayoría de los equipos jugaban con enganche. Desde el campeón River que tenía a Ariel Ortega como titular y a Marcelo Gallardo como suplente, hasta el Banfield que finalizó último, donde jugaba el paraguayo Guido Alvarenga. En Boca, de hecho Román tuvo que debutar de 8 porque estaba Diego Latorre con la 10.

Los otros equipos grandes no se quedaban atrás, Independiente tenía a Marcelo Burruchaga, Racing a Rubén Capria y San Lorenzo a Paulo Silas y Néstor Gorosito. En ese torneo del 96 hizo una gran campaña Lanús que juntaba a Marcelo Ibagaza y Hugo Morales. Además estaban Omar Palma en Rosario Central, Andrés Guglielmipietro en Gimnasia La Plata, Nelson Agoglia en Colón, Damián Manso en Newell’s, Carlos Morales Santos en Gimnasia de Jujuy, Christian Bassedas en Vélez y Luis Sosa en Huracán de Corrientes, entre otros. Por desgracia para Román, el puesto de enganche clásico se fue erosionando, aunque esto no lo hizo cambiar su manera de jugar.

En el torneo de 30 equipos que acaba de comenzar casi nadie juega con enganche clásico, de hecho en la primera fecha sólo seis equipos lo hicieron. Del enganche generador de juego que supimos concebir, lo más parecido que vemos hoy en día es Juan Cazares de Banfield y Víctor Figueroa de Newell’s, aunque a veces se recueste por la izquierda. Después hay mediapuntas que juegan más retrasados como Gonzalo Martínez en River y Diego Buonanotte en Quilmes, y volantes externos con panorama que pasaron al medio como Guillermo Marino en Atlético Rafaela y Hernán Encina en Olimpo.

Un caso aparte es el de Leandro Romagnoli, enlace de pura cepa, pero que tiene que convivir primero con sus inconvenientes físicos y después con técnicos que priorizan el equilibrio por sobre la creación. El que no fue titular esta fecha pero sí califica como enganche es Leonardo Pisculichi, de una pegada exquisita. Los que no juegan de 10 pero asisten mucho en el fútbol doméstico son Federico Carrizo de Boca y Matías Pisano de Independiente.

La poca utilización de enlaces también se ve en las tablas de asistencias de los torneos, en el último que ganó Racing finalizó primero en este rubro su defensor/volante Gastón Díaz con siete habilitaciones.

Se extrañan los jugadores que siempre estaban adelantados a la jugada, los que tenían el partido en la cabeza y el fútbol en los pies. Riquelme era uno de ellos, quizás el último eslabón de una manera de entender el juego. Boca, Villarreal y la Selección Argentina con Pekerman y Basile lo supieron disfrutar.

Pero Román no era sólo fútbol porque su personalidad le generó ciertos inconvenientes fuera de la cancha. No sólo renunció dos veces a la selección, primero por peleas con los periodistas y luego por estar en desacuerdo con el entrenador Diego Maradona. Sino que además en Boca y Villarreal ciertas licencias en la semana lo llevaron a tener roces con compañeros, técnicos y dirigentes.

El periodista Alejandro Caravario escribió en marzo del 2010 en la Revista Un Caño: “A diferencia de otros colegas interesados en la popularidad, las camionetas y las botineras, para Juan Román Riquelme el verdadero erotismo de su profesión reside en el poder. Con mentalidad de estratega y vocación autocrática, el diez de Boca es un caudillo ambiguo que aglutina aliados incondicionales y enemigos, sin medias tintas”.

Pero esto poco le importaba al hincha porque no veía lo que pasaba de lunes a viernes en los entrenamientos, sólo le interesaba lo que ocurría los días de partido y allí Román era inexpugnable.

Si Carlos Bianchi fue el técnico que mejor lo entendió, Miguel Russo fue el que más lo disfrutó. Riquelme alcanzó su pico de rendimiento en el primer semestre de 2007 donde ganó la Copa Libertadores con Boca y llegó a la final de la Copa América con Argentina, dirigida en esos tiempos por Alfio Basile. Esos seis meses Riquelme le sumó mucho gol a su generación de juego habitual, metió ocho en 11 partidos en la Libertadores y cinco, en idéntica cantidad de encuentros, en la Copa América con la celeste y blanca.

La competencia que más le gustaba jugar era la Libertadores, que ganó 3 veces. Pero más allá de los títulos, en los tiempos modernos nadie entendió tan bien como jugar ese torneo como Riquelme. Como muchas veces se dijo que David Nalbandian era jugador de Copa Davis, Riquelme era jugador de Copa Libertadores. Con él en cancha Boca forjó y agigantó su figura de equipo copero.

Riquelme es el máximo ídolo a color de los hinchas de Boca, aunque algunos lo pongan a la par de Martín Palermo. Román era el reloj trabado que se oponía al paso del tiempo, que pasa cada vez más rápido sin tiempo para pensar. Riquelme era la antítesis porque dejó el legado que siempre hay tiempo para pensar mientras la pelota esté bajo la suela.

Algunos lo tildaron de lento y frío. Algo de razón tenían porque será lenta la espera para que aparezca otro parecido y lo que será más frío que nunca va a ser el invierno futbolístico para la pelota, ahora que dijo adiós su mejor abrigo.

Los 18 años de carrera de Juan Román Riquelme contradicen la teoría de Gardel con eso de que 20 años no es nada, pero Carlos también algo de razón tenía. Porque hoy son varios los que le cantan al 10 «que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra».

 

Lucas Jiménez – @lucasjimenez88

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