Cultura

10 febrero, 2015

La Teoría de Dios

Con cinco nominaciones al Oscar, la biopic The Theory of Everything se posiciona como una de las favoritas a arrasarlo con todo en la tradicional entrega de premios. Ciencia, tiempo, notables actuaciones y una oda a la religión en el retrato de la vida del físico Stephen Hawking.

Con cinco nominaciones al Oscar, la biopic The Theory of Everything se posiciona como una de las favoritas a arrasarlo con todo en la tradicional entrega de premios. Ciencia, tiempo, notables actuaciones y una oda a la religión en el retrato de la vida del físico Stephen Hawking.

Promediando la primera mitad de la película es inevitable preguntarse a uno mismo y comenzar a preguntarle a la película. Es difícil precisar qué pregunta es la que se le escapa a uno cuando el asiento comienza a revelarse incómodo en la oscuridad de la sala. Resta, simplemente, cuestionar. Y quizá es ese el tema alrededor del que gira The Theory Of Everything, la octava película de James Marsh.

Stephen es un joven estudiante de física de la prestigiosa Universidad de Cambridge en Inglaterra. Visiblemente tosco y de una sonrisa compradora, denota una infrecuente facilidad para cada una de las materias cualquiera sea la dificultad que le presenten y despierta el interés de los docentes de la casa de estudios. Además, no es sólo a los académicos a quienes le roba la atención. A pesar de la marcada timidez del joven, logra atraer a la estudiante de artes Jane.

A partir de allí irá floreciendo una historia de amor entre la sensible y religiosa muchacha y el superdotado e hiperracional chico. Su amor, sin embargo, se pone a prueba cuando a Stephen le anuncian que padece una rara enfermedad que degenera su capacidad motriz, siendo diagnosticado con sólo dos años de vida.

Es claro que la valerosa historia del físico y divulgador Stephen Hawking es bien conocida por todos. Cualquiera que vaya a ver la película sabe calcular que a esos dos años diagnosticados en 1958 le quedaron muchos más, encontrándose hoy en día este reconocido científico en actividad y con frecuentes apariciones en la vida pública. Y es por ello que la película no se centra tanto en la enfermedad de Hawking como en el amor y las dificultades entre el “personaje” interpretado por Eddie Redmayne y el de la bella Felicity Jones.

The Theory of Everything es más una historia de amor que de ciencia. Pero un amor teñido por la religión. La superlativa actuación de Redmayne (que ya se hizo con un Globo de Oro y seguramente se llevará el Oscar a Mejor Actor en la próxima entrega de los Premios de la Academia) sustenta una trama fundamentalmente embuida en la fe y el temor a Dios.

Stephen y Jane, a pesar de los temores y los consejos familiares, deciden concretar la conformación de una familia. Y con la fama y el reconocimiento en el ámbito académico, también crecen las consecuencias de la enfermedad del físico. A cada impedimento motriz, surge un nuevo cuestionamiento respecto a la obra de Dios sobre el cuerpo de este genio del ateísmo. Porque Hawking, además de científico y padeciente, es ateo. Él busca obsesivamente la fórmula que explique el nacimiento y la historia del universo. Naturalmente se amaga un planteo tal como la oposición ciencia/Dios, aunque ni siquiera se lo cuestiona. Para él no hay una antítesis en la tesis científica. A él no le preocupa Dios puesto que ni considera su existencia.

El guión, a cargo de Anthony McCarten y basado en el libro Travelling to infinity: My life de Stephen Hawking (biografía del científico a cargo de su propia mujer, retratada en la película por Felicity) construye una narrativa en la que los aspectos más positivos del científico son alzados hasta lo más alto del universo que él intenta descifrar. Y es justamente ese vuelo el que lo lleva a quemarse con el sol (¿O con Dios?) y hacerlo caer hasta lo más profundo, llegando a cuestionarse su propio ateísmo. Aún así, Marsh no coloca golpes bajos en el guión, fundiendo todo en dudosos tonos sepia que hacen más amenos los momentos duros.

Es entonces cuando la butaca se hace notar. A pesar de la soberbia interpretación de Redmayne (que camufla la, por momentos, sobreactuada actuación de Jones) la cruz sigue estando ahí (a veces de forma demasiado literal). La culpa sobrevuela todo el relato y es cuando nos preguntamos si un confeso soldado del racionalismo iluminista como Hawking no se sentirá incómodo en esa trama. Ciertamente, es una fórmula que no podremos descrifrar.

 

Iván Soler – @vansoler

 

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