Cultura

30 enero, 2015

¿De qué hablamos cuando hablamos de Birdman?

La última obra de Alejandro G. Iñárritu es una de las grandes candidatas a ganarlo todo en la próxima edición de los premios de la academia. Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) habla sobre el arte, el ego y, por sobre todas las cosas, de lo que hablamos al consumir cultura.

La última obra de Alejandro G. Iñárritu es una de las grandes candidatas a ganarlo todo en la próxima edición de los premios de la academia. Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) habla sobre el arte, el ego y, por sobre todas las cosas, de lo que hablamos al consumir cultura.

Por estas alturas y a unos pocos días de que la quinta película de Iñárritu se estrene en nuestras pantallas, está demás hablar sobre el montaje de Birdman (al igual que Rope de Hitchcock o de alguna manera Irreversible de Gaspar Noé, esta obra se presenta como una película filmada en un solo plano secuencia) o su soberbio elenco (junto a Michael Keaton desfilan Edward Norton, Naomi Watts, Emma Stone, Zach Galifianakis y unos cuantos más). Más bien tendríamos que preguntarnos de lo que hablamos cuando hablamos de Birdman. ¿Hablamos sobre el cine? ¿Hablamos sobre el teatro? ¿O, más bien, hablamos acerca del ego sobre el que se paran los artistas a la hora de crear sus más valiosas obras?

Reggie Thompson (Michael Keaton) es un otrora popular actor devenido en guionista, director, protagonista y productor de la adaptación teatral de la obra What we talk when we talk about love? de Raymond Carver. Se encuentra reflexionando acerca de cómo llegó allí, en calzoncillos, levitando en el medio de su camarín. Y podríamos decir que esta primera toma (y única, si aceptamos la propuesta de Iñárritu) contiene el eje que atraviesa toda la película.

Thompson se juega todo en esta (a)puesta de Broadway. Su carrera está signada por el papel que interpretó veinte años atrás, encarnando al superhéroe alado (y enmascarado) Birdman, aquel pájaro que recibía su fuerza de los rayos del sol. Hoy eso lo conflictúa, llevándolo a tener intrincados diálogos filosóficos consigo mismo pero a través de la gravísima voz del superhéroe al que dio vida dos décadas atrás.

Aún así, logra desenredarse e intenta llevar adelante esta ambiciosa adaptación teatral en el corazón de Broadway, la cual llega a peligrar a causa de un accidente en el escenario que lo deja sin co-protagonista a horas del pre-estreno. Esto lo lleva a adquirir los servicios de Mike (un superlativo Edward Norton) quien lo pondrá contra las cuerdas tanto a Reggie como a su ego, además de perturbar al resto del elenco con sus demandas y arranques de narcisismo.

Durante el primer tramo de la película nos encontramos con una comedia negra que nos enfrenta ante situaciones de un realismo mágico peculiar. Las situaciones disparatadas en las que encontramos a Reggie nos resultan acordes a su personalidad plagada de complejos. Ya sea intentando entablar una relación con su adicta-en-recuperación hija, encontrándose con su sensible ex-esposa, lidiando con su actual pareja o siendo fraternalmente contenido por su abogado y productor (otra vez Galifianakis demostrándonos por qué es uno de los actores de la década), el personaje de Keaton no hace más que desbordar de filosofía y telekinesis. El estreno de la obra que lo puede devolver a la cima o condenarlo (ya de manera definitiva) al fracaso se acerca y sus relaciones no hacen más que tensarse más y más.

Birdman habla. Birdman habla del quehacer artístico de la posmodernidad, de la cultura popular, del ego de los creativos y, sobre todo, de la identidad. Y lo hace susurrándole la nuca a Reggie.

¿Hoy en día existe alguien si no se proyecta a través del prisma de las redes sociales? Aunque, viendo la pregunta a través del guión de Armando Bo (h), Nicolas Giacobone, Alexander Dinelaris y el propio director vale agudizar más este disparador y centrarlo en el mundo actoral del predatorio star system: ¿Existe un artista si no se muestra constantemente a través de la pantalla de Twitter, Facebook, Instagram, etc? Eso le cuestiona Sam (Emma Stone) a Reggie, su chapado a la antigua padre, en una soberbia escena que los enfrenta en una tensa discusión.

Sin embargo el espíritu crítico de la película se condensa al encontrarse Reggie Thompson con la crítica teatral Tabitha Dickinson. Interpretada por Lindsay Lohan y encarnando a gran parte de la crítica snob que pulula el mundo del arte, le cuestiona al protagonista que su obra ocupa el lugar que podrían estar ocupando muchas puestas teatrales de auténtico valor creativo. Le adjudica el lugar de celebridad, no de actor.

Porque Birdman es sobre todo eso, un constante cuestionamiento sobre el lugar a donde puede llevar la popularidad de un actor, una obra o una película. E Iñárritu sabe de eso. Luego de un inmenso debut con su Amores Perros en el año 2000 y la seguidilla que arremetió con 21 gramos (2003) y Babel (2006) la crítica lo aniquiló en 2010 a raíz de su Biutiful. Como el mito de Ícaro, citado en la película, el director se quemó con el sol al intentar volar tan alto.

No es casual (y aunque lo intentemos, es imposible no hablar de ello) el montaje que elige Iñárritu para contar su historia. Al igual que los actos en una obra de teatro, en Birdman no hay cortes. La indispensable puesta de cámara compuesta por el director de fotografía Emmanuel Lubezki (a quien ya pudimos admirar en Gravity y Children of men) nos muestra el epicentro de Manhattan sin pestañear. Todo es presente en Birdman. Al igual que en las redes sociales, en la fama y en lo profano de la cima a la que se remonta Ícaro para, indefectiblemente, caer por su propio peso.

 

Iván Soler – @vansoler

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