Europa

16 enero, 2015

Sin soluciones para Ucrania

Guerra, crisis económica, disputas entre las potencias occidentales y Rusia. En Ucrania y por Ucrania, los conflictos se prolongan.

Guerra, crisis económica, disputas entre las potencias occidentales y Rusia. En Ucrania y por Ucrania, los conflictos se prolongan.

El 12 de enero los ministros de exteriores de Francia, Alemania, Rusia y Ucrania acordaron que en los “próximo días” se llamará a un “Grupo de Contacto Trilateral”, integrado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Rusia, los representantes de Kiev y de las regiones del sudeste ucraniano, para tratar la cuestión del conflicto en Ucrania.

Sin duda esta reunión implica un fracaso de las negociaciones, ya que se venía preparando una cumbre entre los presidentes de esos países, a llevarse a cabo el 15 de enero en Kazajistán. Pero tal como había sostenido Angela Merkel, sólo tendría sentido dicho encuentro si se verificaban avances en las charlas previas. Esa reunión de los máximos dirigentes se ha pospuesto, entonces, a la espera de lo que arribe ese Grupo de Contacto. En definitiva, las idas y vueltas se extienden.

Las últimas cifras de la ONU estiman en casi cinco mil las muertes producidas a raíz del enfrentamiento entre el ejército ucraniano y los combatientes de las Repúblicas Populares de Donetsk (RPD) y de Lugansk (RPL), autoproclamadas desde mayo último mediante un referéndum (no exento de cuestionamientos). La tregua acordada en septiembre en Minsk no la respeta ningún bando, como informó el último reporte de la misión de observadores de la OSCE.

La visión oficial sobre estas repúblicas es clara. Ante los atentados ocurridos la semana pasada en París, Petro Poroshenko, presidente de Ucrania, sostuvo que no veía diferencia entre lo sucedido allí y “los ataques terroristas que toman lugar en los territorios ocupados de Donetsk y Lugansk”.

Pero al margen de la lucha contra los “terroristas”, el gobierno ucraniano enfrenta un estancamiento político y una crisis económica. Vale recordar que el movimiento (Euromaidán) que derrocó al presidente Yanukovich hace casi un año sostenía como uno de sus puntales el ingreso a la Unión Europea. Al día de hoy no se producen avances al respecto.

Si bien el presidente del Consejo Europeo (poder ejecutivo de la UE), el polaco Donald Tusk, sostuvo que la resolución de la problemática ucraniana es uno de los principales objetivos para este año, no se ha definido una fecha para la próxima cumbre entre Kiev y Bruselas. La última fue en febrero de 2013.

El pronto apoyo de Estados Unidos y la UE al Euromaidán se hace un poco más empastado ahora, cuando el gobierno ucraniano lo que requiere es financiación. La deuda y el enfrentamiento bélico están entre los principales factores que agravan la crisis. Se solicitaron préstamos a la UE, a Estados Unidos y al FMI. A cambio, se esperan reformas políticas y económicas. Por eso, la suma requerida a la UE todavía no ha podido ser garantizada.

Por su parte, el primer ministro Arseniy Yatseniuk declaró haber logrado un préstamo de dos mil millones de dólares desde Estados Unidos. Una parte, en estos meses. La otra, cuando se logre un acuerdo por la deuda mantenida con el FMI. Una misión de este organismo llegó hace unos días a Kiev y permanecerá allí hasta fines de enero.

La ministra de Finanzas, Natalie Jaresko, estadounidense nacionalizada ucraniana días antes de su asunción, sostuvo que el país está “experimentando una severa crisis financiera”, pero que “no está en bancarrota”. Afirmó que Ucrania necesita asistencia de sus aliados y aseguró que se realizaría un “ambicioso programa de reformas” y una “gran ola de desregulación”.

A nivel de la política doméstica, el cambio de régimen tampoco cumplió con sus promesas. El periodista Milan Lelich definió la situación como de “nuevo gobierno, viejas prácticas”. Las pretendidas medidas de transparencia y participación popular en la toma de decisiones (que tanto auguraban las potencias occidentales) no tuvieron cabida y los partidos en el Parlamento siguen actuando como en el anterior gobierno, con arreglos a espaldas de los votantes.

Como dato llamativo, cabe apuntar que Jaresko no es la única “extranjera”: el ministro de Economía es lituano, y el de Salud, de Georgia (los tres recibieron la ciudadanía ucraniana el 2 de diciembre del año pasado; el georgiano Kvitashvili, de hecho, fue ministro de Salud en el gabinete de Saakashvili, presidente de Georgia entre 2008-2013, cercano a la OTAN y a la UE).

Por su parte, aunque el régimen de Putin no apoyó a la RPD y a la RPL como sus dirigentes esperaban (no las reconoció formalmente), siguen dependiendo en gran parte de su ayuda para mantenerse. En esto se enmarcan, por ejemplo, los convoys enviados a través de la frontera, que las autoridades ucranianas alegan no poder revisar.

La ligazón con Rusia la manifiestan los principales dirigentes. Andrei Purguin, jefe del Parlamento de la RPD, en entrevista con Pilar Bonet (El País), dijo que «no vemos nada extraordinario en la dependencia de Rusia, aspiramos a ella y vamos a convencer a Rusia de que somos parte de ella». Sin embargo, aclara que los contactos no son oficiales, sino que se relacionan con un comité creado en el consejo de la Federación (la cámara alta del parlamento ruso).

Para la OTAN, la UE y el gobierno ucraniano, desde Rusia proviene el apoyo militar a estas repúblicas. Moscú lo niega. Lo que sí se verifica es la destrucción material que sufre la zona. A esto se suma una enorme cantidad de desplazados. Y como analizan los periodistas franceses Geslin y Gobert (Le Monde Diplomatique), la crisis económica. El gobierno de Poroshenko ha suspendido la financiación de las regiones controladas por las fuerzas contrarias a su autoridad. Y la actividad productiva está en su mayoría detenida. Esto se agrava por las disputas internas que enfrentan a las repúblicas separatistas.

A nivel geopolítico, la importancia que adquiere Ucrania es innegable. Rusia, que a principio de año echó a andar la Unión Económica Euroasiática (junto a Kazajistán, Bielorrusia, Armenia y en unos años Kirguizistán), quería sumar sin dudas a su vecino. Ahora parece posicionarse como la frontera que se establecerá entre Moscú y la OTAN. La nueva doctrina militar rusa define entre los principales nuevos peligros la ampliación de la organización trasatlántica. En este sentido, reformulará su capacidad militar en Crimea.

Por su parte, Estados Unidos modificará su infraestructura militar en Europa, cerrando bases, pero manteniendo un nivel similar de tropas (aproximadamente 67 mil). El año pasado la Casa Blanca anunció un plan militar para mostrar apoyo a los aliados “preocupados” por las acciones de Rusia, y que contempla la construcción de facilidades en Georgia, Moldavia y claro, Ucrania. Además, las sanciones económicas contra Moscú siguen vigentes.

Nadie tiene interés en ceder terreno. La situación se estabiliza en un permanente conflicto y es presumible un aumento de presencia militar en la zona. Con este panorama, la próxima ronda de negociaciones no genera demasiadas expectativas.

 

Matías Figal

 

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