16 enero, 2015
Abdón Porte, dueño de sangre tricolor
En nombre de la pasión en el fútbol se han cometido locuras y esta historia no es la excepción. En Notas, la vida y la muerte de Abdón Porte, dueño de sangre tricolor.

En nombre de la pasión en el fútbol se han cometido locuras y esta historia no es la excepción. En Notas, la vida y la muerte de Abdón Porte, dueño de sangre tricolor.
Aquella mañana del 5 de marzo de 1918, Severino Castillo, el canchero del estadio cumplió con el ritual de siempre: amaneció, preparó el mate, viajó en tranvía hasta el Parque Central y entró al estadio de Nacional.
Su perro, compañero de mañanas y tardes, y testigo silencioso de las pintadas de cal y cortes de pasto, ladraba como nunca. Castillo pisó el campo de juego siguiendo al inquieto can. En el círculo central, donde había jugado siempre, estaba el cuerpo de Abdón Porte. En una mano tenía un arma y en la otra una carta.
Un día antes, por la tarde, Nacional había vencido 3 a 1 a Charley. Por la noche y, como era costumbre después de cada victoria, los dirigentes y los jugadores se reunieron en la sede del club en el centro de Montevideo.
A comienzo de temporada, los mismos con los que estaba brindando, habían contratado a Alfredo Zibechi, quien jugaba en el mismo puesto de Porte. En el mediocampo, con el 5 en la espalda como un tatuaje de domingo. No existía el puesto de director técnico y los cambios en el equipo, en el esquema y sus nombres corrían por cuenta de la dirigencia.
Hay quienes afirman que este jugador que vistió más de 200 veces la camiseta del equipo “Tricolor” y que en seis temporadas obtuvo nada más y nada menos que 19 títulos entre nacionales e internacionales, no había bajado su nivel de jugador aguerrido en la marca, con talento y buen juego aéreo y, sobre todo, con un gran temperamento como para salir del equipo, como aquella noche se lo hizo saber parte de la dirigencia entre vaso y vaso de vino, entre risas y humo de cigarrillo.
Otros, en cambio, hablan de una merma en su desempeño. Eduardo Galeano en su libro El fútbol a sol y sombra así cuenta parte de la historia: “(Porte) siempre aplaudido, a veces ovacionado, hasta que se le acabó la buena estrella. Entonces lo sacaron del equipo titular. Esperó, pidió volver, volvió. Pero no había caso, la mala racha seguía, la gente lo silbaba: en la defensa, se le escapaban hasta las tortugas; en el ataque, no embocaba una”. ¿Y en el medio? Alfredo Zibechi.
Abdón perdía su puesto. La brújula, su lugar en el mundo. ¿Qué haría los domingos sentado a la vera de la línea de cal más que recordar los partidos que eran ya parte del pasado? ¿Qué contaría en su hogar si los pases, los rechazos y los cortes ya no le pertenecían? ¿Dónde escucharía los aplausos y los gritos de aliento? ¿En un banco de suplentes sin director técnico?
Una vez que el festejo en el que el papel picado se mojó y mientras todos sus compañeros volvían a sus hogares, Porte como el canchero Castillo, cumplió con la rutina de cada domingo: salió de la sede del club en el centro de Montevideo, subió en el tranvía hacia el estadio de Nacional, el Parque Central, caminó hasta el centro del campo y se disparó en un corazón roto y apasionado por los colores de su club.
Abdón Porte, el jugador que se convirtió en leyenda. Ese que comenzó su carrera en el Colón Fútbol Club para pasar luego a Libertad y de allí a su cielo. Ese que durante toda su carrera en “el Bolso” logró totalizar 207 partidos, obteniendo 19 títulos: cinco Copas de Honor, cuatro Ligas de Uruguay y cuatro ediciones de la Copa Competencia. Internacionalmente, tres ediciones de la Copa de Honor Cousenier, dos de la Copa Competencia Chevallier Boutell, y una de la Copa Aldao.
Con la selección de su país ganó la primera edición del Campeonato Sudamericano de selecciones, hoy Copa América, disputada en Argentina.
Hoy una de las tribunas del estadio de Nacional lleva su nombre y, allí, también puede verse colgada una bandera con su imagen, tan sepia como inmortal, que reza “Por la sangre de Abdón”.
En ese mismo estadio, donde en el círculo central pudo leerse en la carta, manchada de sangre tricolor, la siguiente frase: «Nacional aunque en polvo convertido / y en polvo siempre amante. / No olvidaré un instante / lo mucho que te he querido. / Adiós para siempre».
Federico Coguzza – @Ellanzallama
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