Batalla de Ideas

15 enero, 2015

Charlie Hebdo: Más allá del colonialismo liberal y el anticolonialismo ingenuo

Por Joaquín Zajac. Entre la posición extrema liberal y etnocéntrica y otra pretendidamente de izquierda, anticolonial y relativista cultural, resulta necesario abandonar la falsa dicotomía y proponer una lectura que pueda romper con ciertos “obstáculos» que impiden pensar esta situación en su complejidad.

Por Joaquín Zajac. El atentado a la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, ha suscitado numerosas intervenciones de cientistas sociales, periodistas e intelectuales a lo largo del mundo.

Un poco más, un poco menos, todas ellas han oscilado entre dos polos: una posición extrema liberal y etnocéntrica que condena los atentados, defiende a rajatabla la “libertad de expresión”, y culpa a Islam y a su supuesto “vástago” el islamismo fundamentalista, terrorista y radicalizado. En el otro extremo, una postura pretendidamente de izquierda, anticolonial y relativista cultural, justifica los atentados y defiende lo indefendible. Es necesario abandonar la falsa dicotomía y proponer una lectura que pueda romper con ciertos “obstáculos» que impiden pensar esta situación en su complejidad.

Nosotros somos Charlie: ¿Quiénes somos nosotros?

Edward Said, intelectual de origen palestino, sostenía que Oriente y Occidente como tales no existen de manera inmanente. Según Said, un conjunto de países coloniales, a través de sus intelectuales y sus instituciones científicas, fueron creando una manera de pensar a otro conjunto de países, sociedades, culturas, personas y territorios, agrupándolos a todos bajo una misma categoría (“Oriente”) e imponiéndoles ad-hoc unas maneras de ser, pensar y sentir: dogmatismo, despotismo, fanatismo religioso, etc. Al inventar a Oriente, Occidente se inventó a si mismo con otra serie de valores propios: desarrollo, democracia, libertad de expresión, etc.

Pero si repasamos la historia, de uno y otro bando veremos que no son siempre consistentes con esta visión. Es más, ¿alguien puede afirmar, en este siglo XXI, que Occidente, con sus millones de inmigrantes haciendo los trabajos que nadie más desea hacer no se ha en parte “orientalizado”? ¿O que Oriente, con su invasión de productos, consumos culturales y formas políticas “occidentales” no se ha occidentalizado a su vez?

Desde las usinas de pensamiento y comunicación occidentales, se intenta permanentemente generar este “Otro” completamente incomprensible, bárbaro, enemigo de la civilización y la libertad, para poder hacer lo que siempre hizo en nombre de estos valores: dominar, conquistar, explotar al “enemigo” oriental que habita allá, o en occidente mismo. Porque en definitiva, el atentado a Charlie Hebdo no ocurrió en el lejano oriente: ocurrió en Francia, y lo llevaron a cabo occidentales, ciudadanos franceses, aunque de origen árabe. La exclusión y la discriminación que sufre este colectivo es el resultado y la causa de esta creación cultural, esta manera de inventar y de mirar al otro llamada orientalismo.

El atentado en definitiva, da cuenta del fracaso del proyecto capitalista francés y más aún, del europeísmo, un “nosotros” que ha dejado por fuera y sin representación política a un amplio numero de personas que habitan en Europa, entre ellos, los que profesan la fe islámica.

Nada de esto justifica la masacre, pero caer en la trampa del orientalismo, y ver un ellos y un nosotros donde no lo hay, es un grave error que debemos evitar. Es necesario aceptar que habitamos en un mundo multicultural, “entre medio” de culturas, y que si se lleva a cabo la política adecuada, el nosotros de Charlie puede ser mucho más amplio que los blancos occidentales de clase media. Pueden ser todos.

Islamismo vs islamismos

¿Qué es Islam y que islamismo? Ante todo, el Islam es una religión, una serie de preceptos éticos y rituales, contenidos en el Corán (también el Viejo y Nuevo Testamento son reconocidos como fuentes), cuyo núcleo principal incluye el culto a Alá (dios único) y el reconocimiento de que Muhamad (mal traducido Mahoma) es su último profeta.

¿Y qué es entonces el islamismo? Es necesario comprender que durante siglos, el Islam fue mucho más que una religión y nada más. El profeta y sus sucesores, los “califas”, forjaron un imperio que abarcaba todo Medio Oriente. Ya más cercanos a la era moderna, los turcos provenientes de Mongolia, luego de conquistar militarmente toda la región, se convirtieron al Islam y el “sultán”, pasó a hacer las veces de “califa”.

Los problemas comenzaron cuando Occidente ocupó colonialmente gran parte del mundo islámico entre fines del siglo XIX y 1945. Entonces, se les impuso a los musulmanes otro sistema de pensamiento, que desde la caída del imperio romano venía desarrollando un proceso de división entre religión y política. Aparecieron partidos de tipo occidental: liberales, nacionalistas y comunistas, quienes intentaron llevar a cabo regímenes de izquierda anticoloniales (Egipto, Siria, Palestina, Irak, etc.) resultando al final una profunda decepción para millones de personas.

Precisamente, otro conjunto de movimientos vino a llenar el vacío provocado por esta desilusión: los partidos islamistas. Estos partidos, existentes desde principios del siglo XX, proponen volver a unificar aquello que a su juicio, fue separado de manera artificial: religión y política.

Su programa no se basa en ninguna ideología secular, si no en la interpretación política del texto coránico, diversa según el partido que tengamos en cuenta. Tenemos el islamismo monárquico conservador (Arabia Saudita), el chiita revolucionario (Irán), el islamismo nacionalista palestino de Hamás, o el democratizante de los movimientos de la primavera árabe.

A su vez, el uso del terrorismo como estrategia política no es algo intrínseco al fundamentalismo islámico: algunos movimientos incluso lo han utilizado solo en ciertos momentos de su lucha y lo han abandonado. En concreto el “yihadismo”, de ISIS o Al Qaeda, es una vertiente más con algunas particularidades: no actúan en un territorio y a partir de los combatientes de un país particular, tienen una lógica transnacional, globalizada. Se nutren de soldados de todo el mundo (en especial, los jóvenes hijos de migrantes excluidos en Europa) y su objetivo bastante impreciso, consiste más en “refundar” un único “califato”, que en llegar al poder en Estados ya constituidos.

En definitiva, poner a todos lo islamismos en la misma bolsa, es un error cometido muy frecuentemente tanto desde la derecha como la izquierda. Desde la derecha, se termina promoviendo la islamofobia y sus consecuencias represivas. Pero desde la izquierda, al defender a un islamismo sanguinario, sexista, racista y conservador como representante de todo el islamismo, se termina cayendo en una posición peligrosa. Y así como entre los movimientos católicos, existen tanto el Opus Dei, como la teología del a liberación, la izquierda debe ser capaz de diferenciar las expresiones islamistas progresivas y no, en nombre de un anticolonialismo extremo, a cualquier expresión que actúe en nombre de los musulmanes.

 

@joaquinitoZ

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