América del Norte

7 enero, 2015

Leelah Alcorn, adolescente trans, se suicidó: «Arreglen la sociedad, por favor»

Leelah Alcorn se suicidó el día de los inocentes, y que a todos les valga: valga el sufrimiento, la invisibilización, la desidia.

Leelah Alcorn se suicidó el día de los inocentes, y que a todos les valga: valga el sufrimiento, la invisibilización, la desidia.

Tenía 17 años, una familia que insistía en llamarla Josh y una certeza: «Soy trans». Lo había descubierto a los catorce, ni bien conoció la palabra. Lo sentía desde los cuatro. Pero su familia nunca lo aceptó. Intentó persuadirla de que era una etapa. La mandó a terapia. Quiso convencerla de que Dios “no se equivoca». Leelah, en cambio, estaba segura de su autodeterminación. Pero un día no aguantó más, y se mató.

Sucedió en Ohio, Estados Unidos, en la ruta interestatal 71, a unos kilómetros de su casa. Ahí mismo se tiró en frente de un camión. La polémica estalló en las redes sociales debido a una carta que programó para que se publicara en su página de Tumbrl y que se viralizó rápidamente, a pesar de que la familia cerró la página. “Nunca voy a tener suficiente amor», decía.

Su madre intentó desmentir los motivos a través de su cuenta de Facebook:

fbmama

«Hoy mi hijo, Joshua Ryan Alcorn, se fue al cielo. Salió a caminar a la mañana y fue impactado por un camión», dijo, refiriéndose a Leelah aún como varón.

En twitter la solidaridad internacional con la joven se mezlcó con el repudio a la discriminación de los medios de comunicación que insistieron en dar la noticia sin respetar su identidad autopercibida.

La expectativa de vida de las personas trans no supera los 40 años: las razones son los crímenes de odio, la marginalidad y la prostitución. La tasa de suicidio en la población trans es de un 41%, mientras que de la población en general es de un 1,6%.

 

A continuación, la carta completa de la joven:

Si estás leyendo esto, significa que me he suicidado y obviamente no conseguí borrar este post. Por favor, no estén tristes, es lo mejor. La vida que hubiera vivido no merece la pena… porque soy transgénero. Podría explicar detalladamente por qué me siento así, pero es probable que esta nota ya sea lo suficientemente larga tal cual. Para decirlo simplemente, me siento una chica atrapada en el cuerpo de un chico, y me he sentido así desde que tenía cuatro años. No sabía que hubiera una palabra para ese sentimiento, ni que fuera posible para un chico volverse una chica, asi que nunca se lo dije a nadie y simplemente seguí haciendo cosas de «chicos» para intentar encajar.

Cuando tenía catorce años, aprendi el significado de la palabra transgénero y lloré de felicidad. Tras diez años de confusión finalmente comprendí quién era. Se lo dije inmediatamente a mi madre, y ella reaccionó de un modo extremadamente negativo, diciéndome que era una fase, que nunca sería un chica de verdad, que Dios no comete errores, que estaba equivocada. Si están leyéndome padres, por favor, nunca le digan eso a sus hijos. Incluso si son cristianos o están en contra de la gente transgénero, nunca le digan eso a nadie, especialmente a tu hijx. No servirá para nada más que hacerles odiarse a sí mismos. Es exactamente lo que me pasó a mí.

Mi madre empezó a llevarme a un terapeuta, pero solo me llevaba a terapeutas cristianos (que eran todos verdaderamente parciales) asi que nunca tuve la terapia que necesitaba para curarme de la depresión. Solo conseguí más cristianos diciéndome que era egoísta y estaba equivocada y que debería volver la mirada hacia Dios en busca de ayuda.

Cuando tenía dieciséis años me di cuenta de que mis padres nunca se dejarían convencer, y que tendría que esperar hasta los dieciocho para comenzar cualquier tipo de tratamiento de transición, lo que rompió totalmente mi corazón. Cuanto más esperas, más dura es la transición. Sentí, desesperanzada, que iba a parecer un hombre drag por el resto de mi vida. En mi decimosexto cumpleaños, cuando no conseguí el consentimiento por parte de mis padres para empezar la transición, lloré hasta quedarme dormida.
Adquirí una suerte de actitud «andá a la mierda» hacia mis padres y salí del clóset como gay en la escuela, pensando que quizá si lo hacía poco a poco sería menos shock salir del armario como trans.

Aunque la reacción de mis amigos fue positiva, mis padres se molestaron. Sintieron que yo estaba atacando su imagen, y que era una vergüienza para ellos. Querían que fuera su perfecto niñito hetero cristiano, y eso no era, obviamente, lo que yo queria.

Así que me sacaron de la escuela pública, se llevaron mi portátil y mi móvil, y me prohibieron entrar en cualquier tipo de red social, aislándome de mis amigos. Esta es probablemente la parte de mi vida que más deprimida he estado, y me sorprende no haberme matado. Estuve completamente sola durante cinco meses. Ni amigos, ni apoyo, ni amor. Solo la decepción de mis padres y la crueldad de la soledad.
Al final del año escolar mis padres finalmente cedieron y me dieron mi movil y me dejaron volver a las redes sociales. Estaba contenta, finalmente tenía a mis amigos de vuelta. Ellos estaban tremendamente emocionados de verme y hablar conmigo, pero solo al principio. Finalmente me di cuenta de que en realidad no les importaba una mierda, y me sentí todavía más sola que antes. A los únicos amigos que pensé que tenía solo les agradaba porque me veían cinco veces a la semana.

Después de un verano sin casi amigos más el peso de tener que pensar en la universidad, ahorrar dinero para mudarme, mantener mis notas altas, ir a la iglesia todas las semanas y sentirme como la mierda porque todo el mundo aquí está en contra de todo por lo que yo vivo, he decidido que tuve suficiente. Nunca voy a tener una transición exitosa, incluso cuando me mude. Nunca voy a ser feliz con la manera en que me veo o sueno. Nunca voy a tener suficientes amigos para satisfacerme. Nunca voy a tener suficiente amor para satisfacerme. Nunca voy a encontrar un hombre que me ame. Nunca voy a ser feliz. O vivo el resto de mi vida como un hombre solitario que desearía ser una mujer o vivo como una mujer solitaria que se odia a sí misma. No hay forma de ganar. No hay salida. Ya estoy lo suficientemente triste. No necesito que mi vida empeore. La gente dice «esto mejora» pero no es cierto en mi caso. Se vuelve peor. Cada día estoy peor.

Ese es el quid de la cuestión, por eso siento ganas de morirme. Lo siento si no es suficiente razón para ti, lo es para mi. Y como mi última voluntad, quiero que el 100% de las cosas que poseo legalmente sean vendidas y el dinero (y tambien mi dinero del banco) sean donados a algún movimiento por los derechos civiles de los trans y a grupos de apoyo. Me importa una mierda a cuál. La única manera de que descanse en paz es que un día la gente transgénero no sea tratada de la forma en que yo lo fui, que sean tratados como humanos, con sentimientos válidos y derechos humanos. El género tiene que enseñarse en las escuelas, cuanto antes mejor. Mi muerte tiene que significar algo. Mi muerte tiene que contar en el número de personas transgénero que cometieron suicidio este año. Quiero que alguien mire ese número y piense «esto es una mierda» y lo arregle. Arreglen la sociedad. Por favor. Leelah Alcorn.

 

Carolina Rosales Zeiger – @caroerrezeta

 

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