30 diciembre, 2014
«La Fiesta Clandestina nace de las consecuencias de Cromañon»
El programa Quemar las Naves de Radio Sur entrevistó a Eduardo Sempe, productor y organizador de la famosa Fiesta Clandestina que en 2015 cumplirá diez años. Su mirada y análisis del circuito cultural porteño antes y después de la tragedia de Cromañon.

El programa Quemar las Naves de Radio Sur entrevistó a Eduardo Sempe, productor y organizador de la famosa Fiesta Clandestina que en 2015 cumplirá diez años. Su mirada y análisis del circuito cultural porteño antes y después de la tragedia de Cromañon.
– Considerando que vos ya trabajabas en el medio cultural antes de la tragedia de Cromañon y por lo tanto tenés una mirada en perspectiva ¿Qué cosas modificó este hecho y cuales tuvieron continuidad respecto a cómo la juventud participa de eventos culturales, se encuentra y celebra?
– Básicamente hay dos elementos de cambio radicales. Uno es en los modos de control que el Estado de la Ciudad de Buenos Aires (y a nivel nacional también) ejerce sobre la actividad. Eso cambió el modo, la manera, de quienes ofrecemos este tipo de servicios.
El otro cambio fue en la gente. No solo cambió su manera de divertirse, al menos un segmento, sino que también cambió en paralelo la realidad de esa gente. Hay cambios relacionados a Cromañon directamente y otros a la situación social más general.
Puntualmente para el segmento de público que iba a ver una banda como Callejeros, no es la misma realidad la que tiene ahora que la tenía en aquel momento. Había más personas movilizadas por la necesidad, un contexto de carencias mucho más grande. Un grupo de gente había elegido como forma de hacer catarsis ese género de rock.
Había cientos de recitales a beneficio todo el tiempo en villas, barrios, plazas. Había un movimiento del rock bastante vinculado a la protesta, a participar de los reclamos, que después de eso (también por una cuestión general) fue atenuándose.
En Cromañon desapareció esa voz durante un año y después, cuando volvió, ya no volvió a ser la misma.
– Para vos lo que sucedió en Cromañon, en aquel contexto particular y sin antecedentes al respecto, ¿era evitable?
– Evitable era. Pero en aquel contexto era bastante difícil, no que nos diéramos cuenta (debimos ser más inteligentes), pero sí que se hiciera evidente la necesidad de cambio o toma de conciencia. Porque estábamos en una vorágine donde la bengala no sólo era tolerada por la inmensa mayoría si no también desde el lado de los artistas y productores.
Era una manifestación del estatus de tu banda. Si vos hacías un show y tu público prendía diez bengalas eras una banda grosa, y si prendían 20 eras más groso. Pero si ibas a un show donde no había bengalas o tu público era medio blandito no eras tan guerrero.
– La importancia de lo simbólico…
– Si. Hay artistas que actualmente dicen «no, las bengalas no. Nunca permitimos bengalas en nuestro show». Que nunca las festejaron te lo acepto, pero bengalas había en los shows de todas las bandas.
Recuerdo algunas bandas que porque al cantante le hacía mal el humo las hacía apagar, como Las Pelotas. Pero no había una cuestión filosófica del cuidado de la gente. A Sokol no le cabían las bengalas y había un baldecito con agua al lado del vallado. Si alguno prendía porque no sabía la movida, le pedían que se la dé y metían la bengala en el agua. No había nada detrás de «cuidémonos entre todos», «mirá el riesgo que si pega en el techo», no.
– En las Fiestas Clandestinas que vos organizas es muy común que toquen bandas. Desde ese lugar ¿vos podés notar ciertos cambios en el rock nacional? Y esto que se dice que no hay una movida cultural nueva después de Cromañon. La gente va a ver al Indio, que mete más de cien mil personas, pero es un artista que, aunque sigue produciendo hasta hoy, surgió en los 80. ¿Hay rock nuevo?
– Si, muchísimo. Yo no viví los 80, pero asumo que debe ser el momento donde más bandas hay, con mayor diversidad de expresiones, donde se ve más tolerancia y aceptación de la gente para distintos géneros.
Vos podés ir a una fiesta que no sabes que toca una banda de reggae, la escuchas, pero la misma fiesta otra semana vas y hay una banda de punk, también la escuchas. Nadie le tira un botellazo a nadie. Creo que es bastante falaz la idea instalada, sobre todo en algunos artistas del mainstream que volvieron del nicho, de decir «no hay movida under».
Si hoy Macri cerró 30 centros culturales es porque había esos 30 para cerrar. No recuerdo pre Cromañon, finales de los 90, centros culturales y lugares donde las bandas tocasen. Movidas de distintos géneros y subgéneros que hay.
– Entonces para vos el under sigue existiendo, con las características particulares de esta década, y decís que hay más tolerancia hacia cierta diversidad de géneros musicales ¿pero el género vinculado a bandas como Callejeros? ¿Ese género ha tenido modificaciones a partir de lo que ha sucedido con Cromañon? ¿Hay otros cuidados? ¿Producen de otra manera?
– Eso era inevitable que pasara. Primero que hay una gran cantidad de chicos que tocan en bandas de un género como el que representaba Callejeros que vivió eso. Lo vivió de cerca porque murió algún amigo, algún conocido o estuvo ahí. Las consecuencias son innegables como en cualquier familia cuando sucede algo grave. Eso marca todo lo que haces para adelante.
En aquel momento hubo varios meses, posteriores a Cromañon, de un silencio absoluto de todas esas bandas que no podían tocar en ningún lado. Después fue volviendo. Algunas lo hicieron con más fuerza, otras menos. Pero el rock es algo dinámico, va variando.
Tampoco había las mismas bandas y la forma de hacer las cosas entre los 80 y los 90. Y no sucedió Cromañon. Entonces cambios hubo, algunos serán naturales, otros causados por la tragedia.
Lo que cambió radicalmente fue la forma en que la gente toma conciencia de los detalles cuando va a un lugar. No sólo en recitales. Vos vas a un restaurant ahora y es mucho más probable que te fijes donde está la salida de emergencia, aunque no hayas ido a ver un show a Cromañon o hayas formado parte de esta movida. Pero es una tragedia que trasciende el público que estaba ahí en ese momento.
– Considerando lo que pasó con Chabán que, más allá de la cuestión judicial, fue una de las personas señaladas socialmente como mayor responsable de los hechos. Vos como productor cultural ¿Que te generó Cromañon? ¿Te hizo cambiar tu forma de trabajar?
– Primero, respecto al tratamiento que se le dio al tema desde el lado de los familiares y desde Callejeros, no es lo mismo, ni tiene el mismo trasfondo.
Es entendible, desde el dolor de un familiar y cierto desconocimiento también, que pueda opinar algo malo contra Chabán, contra el gobierno de aquel momento, los funcionarios intervinientes, o incluso la banda.
Desde el lado de Callejeros tiene más que ver con su estrategia jurídica. Callejeros era consciente de lo que pasaba, no es que les abrieron la puerta, pasaron y sólo se subieron al escenario. Eso es bastante hipócrita.
Respecto a los cambios, lo que yo pude generar en estos años tiene raíz en Cromañon. Porque la Fiesta Clandestina nace como una alternativa a una serie de fiestas universitarias que había antes y que no cumplían ninguna norma. Por eso también la entrada valía tres pesos. Cinco pesos las que eran con cerveza libre donde todos los que trabajábamos eramos voluntarios, no teníamos gente de seguridad.
Entonces cuando sucedió Cromañon desaparecieron todas esas fiestas. Ahí a mí se me ocurrió lo de la Fiesta Clandestina donde mezclamos show de circo, bandas en vivo y alquilamos un lugar en condiciones.
La primera vez nos clausuraron, fuimos a otro lugar y nos clausuraron por otros problemas. Con eso ya sabíamos normas que antes no conocíamos. Hicimos un curso acelerado. La primera vez que me clausuraron yo había contratado un lugar que me garantizaba que estaba habilitado y tenía seguridad, pero la seguridad contratada no cumplía los requisitos.
Nosotros hicimos las primeras fiestas en un marco donde no había boliches abiertos, no había una actividad que existía antes que eran estas fiestas universitarias que decía antes, y todo un grupo de gente no tenía donde salir.
Decidimos tomar el riesgo. Cobramos ocho pesos anticipada, nos mirábamos y decíamos «nos estamos zarpando» y no ganábamos un centavo, con suerte empatábamos. Pero la gente iba. Había una necesidad, porque cuando vos haces una fiesta, que es nueva, es difícil que de entrada explote de gente.
En resumen soy un beneficiado de las consecuencias de Cromañon. De haber sido osado en ese tiempo. Porque las fiestas nacen meses después. La primera surgió en agosto de 2005.
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