26 diciembre, 2014
El secreto de sus fotos
Natalia Guerrero es una de las profesionales más versátiles y admiradas de la fotografía en la provincia de Misiones. Desde hace años vuelca su arte en el fotoperiodismo (trabaja en el diario El Territorio), y en exposiciones que narran desde una singular mirada, escenas, lugares y personajes de esta provincia.

Un niño mbya, alumno de la escuela bilingüe de Fortín Mbororé (Puerto Iguazú) reposa su cabeza contra el cuaderno abierto, sobre el pupitre. Sonríe, con una mirada reluciente, entregado a la fotografía. Detrás, otros niños de la clase, escriben y sonríen también. Es un instante captado con delicada precisión. Esta imagen, de la fotógrafa misionera Natalia Guerrero Zabrodiec, resultó premiada en el Concurso de Fotografía de Integración Suramericana para la Paz, organizado por el Ministerio de Defensa de la Nación.
Guerrero es conocida por su labor en el matutino El Territorio, donde tiene un segmento especial de Foto historias -además de las coberturas cotidianas y diversas-, pero también por haber inmortalizado con gran solvencia, a numerosas bandas de rock y artistas en general del ámbito provincial. Desde su profesión, pudo retratar como nadie, un lugar emblemático de la ciudad de Posadas, el misterioso ex Hotel Savoy.
– ¿En qué consistió el concurso del Ministerio de Defensa y cómo se dio tu participación?
– La consigna era “integración», entonces mandé tres fotos, de las cuales fue seleccionada “aprendiendo a leer” para pasar a la siguiente etapa (eran tres). Después de unas semanas me pidieron que la mande en un tamaño grande para la final. Yo no pude ir a la premiación, pero mi compañera de allá lo recibió por mí. Daniela Cortes.
La obra se llama “aprendiendo a leer”, la saqué en la escuela mbya bilingüe que se encuentra dentro de la aldea Mborore, en Iguazú, fue hace más o menos dos años; entramos para ver la clase un ratito, pase por al lado de este niño que estaba practicando las vocales. Le pregunte si le podía sacar una foto y me contestó con esa sonrisa, se apoyó sobre su cuadernito y se la saqué. Era un primer grado, las sillitas y las mesitas eran de madera y chiquitas, afuera era un día hermoso y los chicos querían salir a jugar.
– ¿Cómo empezaste con la fotografía?
– Empecé sin querer, documentando al Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional de Misiones (MACUnaM), llevaba el registro fotográfico de todos los eventos, clínicas, muestras, talleres, que luego incluí en mi trabajo final. En ese entonces mi profe de fotografía me había dicho que tenia buen ojo, cuando entré a laburar en el diario empecé a participar de la revista Nea, con las fotohistorias, cosa que me encanta hacer porque cada una es un descubrimiento nuevo, ya sea un lugar, un recorrido, un paseo, un personaje cotidiano, artistas que se prenden, porque es una charla en fotos, es un momento genial. Hasta que con el tiempo me volqué del todo a la fotografía.
– ¿Podrías mencionar cuáles son tus fotos preferidas?
– La recorrida que hice en el abandonado teatro español, donde siguen estando las butacas, algunas tiras de películas y las cámaras de cine.
Las fotos de las tres entradas que tuve al Hotel Savoy “El gigante dormido” que fueron un viaje al pasado, sobre todo cuando fui la primera vez, donde solamente mi compañero de aventuras (Javier Arguindegui) y yo estábamos ahí.
Y los últimos días del Puerto de Posadas, recuerdo sobre todo una foto que es en el techo del galpón que destruyeron por ultimo, los últimos días era muy jodido acercarse a la zona, pero pude entrar para despedirme, porque sabia que no le quedaba mucho mas. Después de la pasarela de madera que hicieron los obreros, llegue hasta el techo que jugaba de piso, donde con taladros y martillos borraron al puerto del mapa.
Justamente era mediodía y los laburantes se fueron a comer, uno a uno se fueron retirando con mucho cuidado (y sé que ellos sentían algo de nostalgia también), pude quedarme unos segundos sola ahí, al lado mio dejaron una imponente motosierra, mire alrededor y me despedí del lugar con mucha pena le dije “hasta siempre y muchas gracias”. Una semana después el legendario Puerto de Posadas y parte de la historia de la ciudad fue borrada.
– ¿Qué representa para vos el Savoy a nivel profesional y personal?
– Tengo una conexión con ese lugar, de chica vivía en el centro y el paseo diario era pasar por esa vereda, siempre quise entrar, pero nunca pude, hasta el mundial anterior. Con las fotos que saqué hice una muestra que duró tres meses, cada vez que la iba a levantar me decían que iba mucha gente a verla y a recordar cosas y eso también paso en la inauguración de la muestra, la gente se me acercaba a contarme sus anécdotas en el Savoy.
Esas fotos las hice con una cámara que no es profesional, con eso destaco que la cámara no hace al fotógrafo, sino la mirada. Mi objetivo era mostrar el estado de ese patrimonio y que el gobierno reaccione, hubo un tiempo que se interesaron pero después quedo todo ahí, en la nada, en un supuesto museo.
– Como fotógrafa de calle fuiste y sos testigo de las transformaciones de Posadas. ¿Qué cambios son los más notorios o aquellos que más te impresionaron en los últimos años?
– El desarraigo despiadado de los afectados por Yacyretá, el cambio que hubo de la playita, el balneario municipal, la estación de trenes y la decadencia de lo que alguna vez fue “templo de la música” para Posadas, la desaparición del “murito”, de los galpones, de la playita Heller. Todo eso cambiado por un camino costero de cemento sin arboles, sin sombra y sin alma.
Recuerdo los días antes de la inauguración de El Brete, llegue y dije “este no es el lugar donde venia con mis viejos” a meterme al agua, cuando con mi chico fuimos por primera vez a la nueva estación de trenes, la recorrimos y recordábamos los recitales y las historias que pasaron por ahí. Cuantas bandas nacieron ahí, cuantas visitaron a Posadas, cuantos encuentros, cuanta música que quedó en la memoria de los que pasamos por ahí.
– ¿Qué lugar o personaje te gustaría poder fotografiar?
Me gustaría documentar los patrimonios de la provincia, de la nación y porque no, del mundo enterito, además de la restauración del Hotel Savoy.
Sergio Alvez
Artículo publicado originalmente en Revista Superficie
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