27 octubre, 2014
Continuidad con cambios… para peor
Por Ulises Bosia. ¿Pueden tomarse las tendencias de las elecciones en Brasil y Uruguay para analizar la situación en nuestro país? Buenas noticias para el sciolismo, el sector mejor ubicado para capitalizarlas en el 2015.
Por Ulises Bosia. ¿Pueden tomarse las tendencias de las elecciones en Brasil y Uruguay para analizar la situación en nuestro país? Buenas noticias para el sciolismo, el sector mejor ubicado para capitalizarlas en el 2015.
Cada uno de los países de América Latina tiene historias particulares, singularidades políticas, sociales, étnicas o culturales, y en cada uno influyen en distintas combinaciones la acción de las distintas potencias imperialistas. Sin embargo, y al mismo tiempo, es indiscutible que existen vasos comunicantes entre los pueblos, tendencias comunes e influencias recíprocas que explican la existencia de fenómenos políticos similares, aun con sus contradicciones y diferencias.
Sobre esa base se puede construir una periodización esquemática partiendo del reinado del Consenso de Washington en los años noventa y de la crisis de esa hegemonía marcada por grandes luchas populares y la llegada de Hugo Chávez al poder en los años del cambio de siglo.
Más adelante, se encuentra el proceso de consolidación institucional de nuevos fenómenos políticos posneoliberales como resultado de esa ola de grandes luchas a lo largo de la primera década del siglo XXI, que pueden dividirse entre los más radicales agrupados en la ALBA y los neodesarrollistas moderados encabezados por los gobiernos de Brasil y Argentina. Esta correlación de fuerzas continental fue la que permitió el rechazo del ALCA y el inicio de mecanismos de integración continental, aunque su desarrollo fue limitado por la decisión de ceder ante la influencia de los intereses multinacionales y de las burguesías nativas.
Luego, a partir de la contraofensiva norteamericana expresada en los golpes de Estado en Honduras y Paraguay y la formación de la Alianza del Pacífico, el equilibrio latinoamericano comenzó a orientarse hacia el centro. Si bien las experiencias radicales fueron ratificadas en las urnas, como las recientes elecciones en Bolivia han confirmado, su influencia a nivel continental comenzó a deteriorarse, y la muerte de Chávez agravó esa situación.
El triunfo de Dilma en Brasil, sumamente ajustado y expresión de una sociedad dividida en sus preferencias, garantiza la continuidad de las actuales correlaciones de fuerzas continentales, lo que no puede ser subestimado: por el peso del país, un triunfo del neoliberalismo en Brasil hubiera abierto una etapa diferente -y mucho peor para los intereses de los pueblos- en Nuestra América.
Se trata de una posibilidad concreta. No debe olvidarse que en Estados Unidos y Europa, a pesar de los seis años que llevan de crisis económica, la hegemonía neoliberal continúa gozando de buena salud. América Latina continuará transitando una experiencia diferente, más ajustada a la realidad del mundo multipolar y permeable a la influencia china y rusa.
Sin embargo, el escaso margen del triunfo consolida una tendencia conservadora en un PT que a lo largo de estos doce años no tuvo la voluntad política de encarar las transformaciones estructurales reclamadas hace décadas por los movimientos sociales brasileños, encabezadas por la reforma agraria.
Los resultados de la primera vuelta en Uruguay, en una escala mucho menor, también confirman esta tendencia de continuidad del Frente Amplio, aunque el regreso de Tabaré expresa su ala más conservadora y la casi segura pérdida de la mayoría parlamentaria condicionará más aún su política, ya de por sí escasamente transformadora, siendo generosos.
En conclusión, las tendencias más claras marcan un corrimiento hacia posiciones conservadoras en un marco de continuidad en América Latina, algo que para ser revertido dependerá en gran medida del inicio de un nuevo ciclo ascendente de luchas populares. Cada vez con menos esperanzas, grandes sectores votan al PT o al Frente Amplio fundamentalmente porque saben que lo que tienen enfrente es mucho peor.
¿Y en nuestro país?
“Continuidad con cambios” es el eslogan mediante el que Daniel Scioli busca perfilarse en su carrera presidencial hacia 2015. Simplificando, su idea es partir del tercio kirchnerista del electorado a partir de las promesas de continuidad y conformar una mayoría electoral con el tercio que reclama cambios moderados, dejando el último tercio signado por el antikirchnerismo para sus oponentes.
Para ello necesita reafirmar su pertenencia al kirchnerismo y su fidelidad hacia algunas de las políticas más populares de la década, algo que pudo volver a comprobarse recientemente mediante su apoyo a la Ley de Abastecimiento, a pesar de la oposición beligerante del empresariado, o su respaldo a la gestión del ministro de Economía Kicillof en el tema de los fondos buitres.
Pero al mismo tiempo, debe hacer equilibrio y mostrarse abierto a los sectores opositores. Su participación en el coloquio de IDEA en Mar del Plata, un evento destacado del lobby del poder económico, busca transmitir este gesto de apertura, aun cuando en su discurso defendió la gestión oficialista.
Sergio Massa por su parte, también apostó a la formación de una mayoría a partir de una combinación de elementos de continuidad y de cambio. Sin embargo, su éxito depende de una preeminencia del cambio por sobre la continuidad. Al igual que en las elecciones del año pasado, la propia lógica electoral lo llevará a acentuar su perfil opositor para poder diferenciarse de Scioli, lo que representa una importante dificultad para llevar adelante su estrategia.
Macri, finalmente, sostiene una propuesta de cambio apoyada en el tercio antikirchnerista de los votantes. Pero sabe que con eso no podrá formar una mayoría de gobierno. Por eso también él declaró que si llega a la presidencia mantendrá la asignación universal y la estatización de YPF.
En el momento en que Scioli decidió no abrirse del Frente para la Victoria, apostó a que las tendencias prevalecientes en nuestra sociedad iban a respaldar a un próximo gobierno de tinte conservador pero con elementos de continuidad. Por eso es el sector político más afin con los resultados electorales en Brasil y Uruguay.
No son buenas noticias para nuestro pueblo.
@ulibosia
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