6 octubre, 2014
El frente externo y el frente interno
Por Ulises Bosia. Mientras la soja duerme en los silo-bolsas presionando por una devaluación y las computadoras de los operadores financieros procesan las compras del “contado con liqui” para esquivar el control de cambios, el gobierno se esfuerza por mantenerse firme en sus posiciones y no ceder ante la corrida cambiaria.

Por Ulises Bosia. Mientras la soja duerme en los silo-bolsas presionando por una devaluación que compense las pérdidas por el descenso de su precio internacional y las computadoras de los operadores financieros procesan las compras del “contado con liqui” para esquivar el control de cambios, el gobierno se esfuerza por mantenerse firme en sus posiciones y no ceder ante la corrida cambiaria.
En épocas de “sojas gordas” era posible conjugar altas tasas de rentabilidad patronal con mejoras cualitativas para el pueblo trabajador. En aquellos años entre el 2003 y el 2008, la esperanza de un capitalismo en serio encontraba una base material.
Más adelante, ante la crisis mundial y a medida que la estructura económica nacional empezó a crujir, el gobierno debió optar. Fue así que rechazó las respuestas de la ortodoxia económica y evitó llevar adelante políticas de ajuste. Al contrario, eligió el camino de arbitrar entre las grandes fuerzas sociales, lo que conllevó durísimos cruces con los mandamases del siglo XXI.
Pero llegado el 2014, llegó a la conclusión de que el déficit energético y la baja del precio de la soja hacían necesaria la llegada de inversiones extranjeras y el regreso al ciclo del endeudamiento, para poder enfrentar las presiones devaluacionistas y ejecutar una retirada ordenada. La devaluación, los acuerdos con Repsol, el CIADI y el Club de París fueron los deberes hechos en función de reconciliarse con los mercados. Sin embargo el “piquete” buitre frustró los planes.
En ese marco, nuevas presiones devaluatorias pretenden repetir la historia del año pasado, con el agravante de un cuadro recesivo de la economía. En el contexto de una estructura económica dominada por el capital privado y transnacional que no fue modificada en tiempos de bonanza, el gobierno sufre la debilidad del Estado para reorientar la situación.
Sin embargo, continúa aferrado con firmeza a sus banderas y apela a la movilización de sus fuerzas, que en distintos actos ya reunieron a cerca de cien mil militantes, lo que deja en claro que el kirchnerismo llegó para quedarse y que el liderazgo de Cristina no vence en el 2015. Y finalmente recurre a la agenda legislativa de la ampliación de derechos buscando recuperar terreno, introduciendo la discusión sobre la despenalización del consumo de drogas.
Los principales frentes de batalla son dos: el externo y el interno, ambos de alto voltaje.
El frente externo
En cuanto al litigio con los fondos buitres, Cristina decidió jugarse con todo a una defensa en términos políticos ante el traspié judicial. Con el agregado de que ya no solamente eligió como adversario a un puñado de especuladores de alto nivel sino al propio Estado norteamericano.
La complicidad del gobierno de Obama con la decisión de Griesa, el voto contrario en la Asamblea de la ONU ante la moción presentada por nuestro país para generar un marco legal internacional para las reestructuraciones de deudas y finalmente el comunicado de “la” embajada alertando a sus ciudadanos por la inseguridad terminaron por empujar a CFK a abandonar sus expectativas en una intervención favorable del gobierno demócrata.
Sin embargo, esto no significa que el gobierno haya cambiado su estrategia de enfrentar la escasez de dólares a partir de un regreso al endeudamiento externo y la llegada de inversiones. La nueva Ley de Hidrocarburos, orientada al estímulo de la inversión extranjera para lograr el autoabastecimiento, es la mejor muestra de la continuidad de esa orientación.
Por otro lado, en el marco de un mundo crecientemente multipolar, el distanciamiento de los Estados Unidos es la contracara de un acercamiento con Rusia y China.
El frente interno
En el frente interno las denuncias con nombre y apellido de banqueros destacados dejan traslucir una situación de enfrentamiento explícito. Tal como aseguró la propia Cristina el problema de la cúpula empresaria es principalmente político: quieren recuperar el control pleno del Estado, que perdieron tras la llegada del kirchnerismo. Concluyeron que con las correlaciones de fuerzas sociales actuales, deben pasar a la ofensiva y desplazar a un grupo político del gobierno que si bien les genera sumas millonarias, mantiene una autonomía política que no soportan.
La salida de Fábrega, quien gozaba del beneplácito de sectores del capital financiero, y la aprobación de la Ley de Abastecimiento, son síntomas de que la presidenta tomó nota de la nueva estrategia de distanciamiento planteada por el poder económico. Sin embargo, esta nueva frustración de la apuesta a un acuerdo con la “burguesía nacional” realmente existente no lleva a profundizar una vocación de dirigismo estatal de la economía.
Por otro parte, en función del recambio presidencial del año próximo, las multinacionales y sus socios locales pretenden algo más, que sea la propia CFK la que haga el trabajo sucio de un fuerte ajuste económico para que un siguiente gobierno pueda arrancar su gestión con mayores márgenes políticos.
¿Podrá el gobierno mantenerse firme en ambos frentes al mismo tiempo? Los antecedentes del año pasado no son nada buenos. Queda claro que el gobierno es muy duro de doblegar, pero al mismo tiempo, también que no está dispuesto a poner en discusión los equilibrios de fuerza del capitalismo nacional, sin lo cual el poder político de turno puede optar únicamente o por el sometimiento o por la resistencia ante la cúpula empresaria, pero difícilmente por una ofensiva sostenida de la soberanía popular y la justicia social.
@ulibosia
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