Fútbol argentino

6 octubre, 2014

Héroes y villanos de un partido imposible

Magallán, Vigliano, Orión, Pezzella, Gallardo. En un superclásico donde el juego colectivo brilló por su ausencia, los altos y bajos de las individualidades marcaron el ritmo de un empate feo pero muy entretenido.

Magallán, Vigliano, Orión, Pezzella, Gallardo. En un superclásico donde el juego colectivo brilló por su ausencia, los altos y bajos de las individualidades marcaron el ritmo de un empate feo pero muy entretenido.

Veinticuatro horas de lluvia torrencial le hacen daño a cualquier campo de juego. Al Allianz-Arena, al Norman Lee de Berazategui y, por supuesto, también al Monumental. El Superclásico del domingo no debió haberse jugado en esas condiciones ridículas, con la posibilidad de desplegar una idea de juego absolutamente anulada.

Los primeros momentos del partido fueron, como no podía ser de otra manera, imprecisos. Con un campo de juego que, si bien aguantó lo mejor posible y no mostraba grandes charcos ni barro, tenía muchísima agua y frenaba la pelota al menor intento de asociación o arranque en velocidad. Así, el balón parado se convertía en la mayor esperanza de ambos equipos; casi la única.

Y fue con ese arma que un chico que casi de casualidad se encontró siendo titular en uno de los partidos más importantes del mundo amagó con convertirse en héroe. Tiro libre desde muy lejos para Boca, Carrizo que mete un buen centro al corazón del área, Rojas que se muestra más preocupado por agarrar de la camiseta a su marca que por evitar con armas limpias que cabecea, y Lisandro Magallán que logra zafarse y empujar la pelota al gol. 22 minutos del primer tiempo, y el Xeneize arriba1-0, abonando aquel mito del “ganar a lo Boca”.

El pibe que llegó en silencio desde Gimnasia, donde debutó muy joven y sufrió con 18 años un descenso, que fue capitán de la Selección Sub-20 hasta hace poco tiempo, que no logró afianzarse con la azul y oro y estuvo la pasada temporada a préstamo en Rosario Central, que volvió y se encontró detrás de Daniel Diaz, Juan Forlín, Mariano Echeverría y Claudio Pérez en la busca de un puesto. Las lesiones de los dos primeros, y los malos rendimientos del último lo encontraron formando la zaga en este encuentro crucial.

Después del tanto, River despertó. Aún sin poder desplegar su juego, fue muy superior y logró generar varias situaciones claras. Convirtió al arquero de Boca, Agustín Orión, en figura; sí, el mismo que fue villano en el clásico anterior, cuando erró en la salida y dejó el arco libre para que Ramiro Funes Mori anotara el tanto del triunfo millonario. Hasta que a los 40 minutos, Rojas le pegó al arco tras un rechazo, y Fernando Gago, en el área chica, rechazó con la cabeza. Sin lugar a dudas, con la cabeza. El árbitro Mauro Vigliano, a instancias del juez de línea, dio penal y expulsó al volante xeneize, a pesar de que no era el último hombre y la pelota parecía ir a las manos del arquero.

Para Boca entonces, héroes Magallán y Orión, y villano Vigliano. Para River, entonces, penal y el uruguayo Rodrigo Mora, en plena redención luego de su mala primera etapa, toma la pelota. Llega mal pisado a la pelota, producto del campo mojado, y la tira un metro arriba del travesaño. Villano Mora. El local podría haber modificado la historia del partido, irse empatado al entretiempo y con uno más.

Ya entrado en la segunda etapa, el partido se acható y, si bien no queremos ser repetitivos, es inevitable cargar las culpas en el clima. Boca, en ventaja y con uno menos, se metió atrás pero sin posibilidades de salir de contra, con la pelota muriendo en los charcos ante cada intentona de respuesta ofensiva. River, en tanto, no pudo hacer correr la pelota para abrir los espacios que la ausencia de Gago podría haberle otorgado.

La pierna fuerte y el cruce sin medir consecuencias se hicieron protagonistas. ¿Vigliano villano, decíamos? A los 10 minutos de la segunda etapa, Mercado fue muy fuerte, con las dos piernas para adelante, a trabar con Emiliano Insúa, que había ingresado. El árbitro solamente amonestó. ¿De héroes hablábamos? Gallardo entonces. El técnico millonario, a los 30 del segundo tiempo, se la jugó con dos cambios difíciles de comprender inicialmente: un volante por afuera, Augusto Solari, por el enganche, Leandro Pisculichi; y un defensor central, Germán Pezzella, por un mediocampista de recorrido, el uruguayo Carlos Sánchez. Pero, claro, Pezzella no fue a la cueva, al menos no a la propia: se paró de 9.

Solamente dos minutos después llegó un pelotazo frontal de Funes Mori, que encontró descompensada a la defensa visitante –todavía sin acomodarse a los cuatro delanteros que había propuesto el Muñeco-, el pibe de Bahía Blanca cabeceó, Orión no retuvo y de vuelta el central-delantero tomó el rebote y la empujó al gol. Héroe también, creado por Gallardo.

Y Orión, figura del primer tiempo, otra vez villano, como hace seis meses en la Bombonera. Es cierto: salvó muchas y falló solo en una. Es cierto también, la pelota mojada no ayudó; y también es cierto que sus defensores dejaron a Pezzela cabecear solo y ninguno fue a disputar el rebote. Pero se equivocó, le costó dos puntos a su equipo equipo, y quizás la última posibilidad de meterse en la disputa por el campeonato.

A River lo empujó la gente y fue, sin llegar con claridad –imposible- pero con intensidad. Así, se desguarneció atrás y Boca casi lo gana con un mano a mano de Chávez que, entre Barovero y el agua, evitaron que se convierta en el triunfo xeneize. Y la última fue del local, ya con 10 jugadores por la expulsión de Funes Mori: centro desde la izquierda, desvío y el pibe Boyé que se pasa en el cabezazo, le pega con el techo y la manda por arriba, desperdiciando el triunfo y la tapa del diario de mañana.

El superclásico del domingo tiene, entonces, con el empate puesto, un vaso medio vacío y uno medio lleno. Por la negativa, no se debió haber jugado; no se vio buen juego, ni siquiera un intento de. Por la positiva, fue muy, muy, intenso, peleado y por ende entretenido. En un marco donde el juego colectivo brilló por su ausencia, y con ese aire épico que dan los partidos embarrados, hubo héroes y villanos. Al final, todos quedaron a mano.

Nicolás Zyssholtz – @likasisol

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