Fútbol argentino

29 septiembre, 2014

Disfrutar con moderación

El buen juego del River de Gallardo agrada no solo a los hinchas millonarios sino también a los neutrales. Pero los últimos dos partidos demuestran que, aún al mejor equipo del torneo, no le sobra nada.

El buen juego del River de Gallardo agrada no solo a los hinchas millonarios sino también a los neutrales. Pero los últimos dos partidos demuestran que, aún al mejor equipo del torneo, no le sobra nada.

En la mayoría de los campeonatos futbolísticos del Mundo, no es sorpresa que el vigente campeón sea el equipo que mejor juegue. Sin embargo, el fútbol argentino es distinto. Se trata de un torneo tremendamente parejo por el nivel de presión y la dureza de las marcas dentro de la cancha, pero sobre todo, por la debilidad económica en comparación con ligas más importantes. Es por esta razón que los planteles no se mantienen por demasiado tiempo y los equipos que destacan no logran conservar sus figuras. Tanto se exacerbó esta tendencia en los últimos años, que el último bicampeón fue el Boca de Alfio Basile, en el Apertura 2005 y el Clausura 2006.

En el medio de este panorama poco alentador, apareció River. El actual puntero del Torneo de Transición -preámbulo del engendro de 30 equipos que vendrá en 2015- tuvo una génesis tumultuosa. La salida del técnico más ganador de la historia millonaria, Ramón Díaz, por desaveniencias con la nueva dirigencia encabezada por Rodolfo D’Onofrio, permitió la llegada de Marcelo Gallardo, ídolo como futbolista pero con limitada experiencia en el banco y sin lugar a dudas mucha menos “espalda” que el riojano.

Tras un mal partido en el debut frente a Gimnasia, donde le empataron sobre la hora y a punto estuvo de perderlo en la última, apareció un equipo demoledor. Con el toque de primera como filosofía de ataque y la presión en campo rival como postura defensiva, mostró una superioridad abrumadora sobre sus rivales que le permitió ganar seis partidos consecutivos, anotando 18 goles y recibiendo solamente 2. Como el Newell’s de Martino y el Vélez de Gareca, el River de Gallardo comenzó a perfilarse para marcar una época a corto plazo, el único existente en el fútbol vernáculo.

Pero en los últimos dos partidos, el barco imparable comenzó a hacer agua. La lesión de Matías Kranevitter, joven figura y termómetro en el mediocampo del equipo, fue un golpe duro. Los encuentros recientes comenzaron siendo derrota y lograron convertirse en empates, frente a Arsenal primero y a Lanús después. Más allá de los resultados -el club de Núñez, de hecho, mantiene el invicto transcurrida la mitad del certamen- lo preocupante fue la imagen.

Se lo notó más lento, menos fresco, con las mismas intenciones de antes pero sin la capacidad de llevarlas a cabo a un nivel similar. Con este análisis no se busca, de ninguna manera, quitarle méritos a un equipo que es lo más agradable a la vista de los últimos años, si no marcar que, en este contexto, no sobra nada. Ni a los otros 19 equipos, que permiten que, apenas con un buen comienzo, River marque diferencias tan claras, ni al propio Millonario, que demuestra a las claras que, aquello que funciona bien, igual está atado con alambres.

Es así que el ingreso obligado de Ponzio por Kranevitter modifica totalmente el rendimiento. Que sin sus goleadores, Teófilo Gutiérrez y Rodrigo Mora, detrás esperan juveniles que hacen sus primeras armas con los grandes, como Lucas Boyé y Sebastián Driussi. El equipo de Gallardo llegó a su techo muy rápidamente, antes de que aparecieran las lesiones y suspensiones. Encontró el equipo en la fecha 2 y lo sostuvo. Pero no tiene 22 intérpretes del planteo que pone en cancha.

Justo en este momento, que por ahora es un amago de bajón en el rendimiento, se le viene la prueba más importante, la que puede complicarle la historia o catapultarlo anímicamente hacia el campeonato: el superclásico frente a Boca, en condición de local. El domingo 5 de octubre, entonces, River deberá dar prueba de que, en circunstancias difíciles, puede demostrar lo que encandiló a propios y ajenos en estas primeras nueve jornadas. Sin embargo, ya hizo posible algo: demostrar que, aún en condiciones desfavorables, se puede jugar bien en el fútbol argentino.

 

Nicolás Zyssholtz – @likasisol

 

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