América Latina

19 septiembre, 2014

Dilma y el Partido de los Trabajadores de Brasil en su encrucijada

A pocos días de la elección en el gran país de América del Sur, la actual presidenta y candidata a la reelección, Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores de Brasil que representa, se encuentran ante una difícil situación luego de la consagración de Marina Silva como candidata presidencial.

A pocos días de la elección en el gran país de América del Sur, la actual presidenta y candidata a la reelección, Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores de Brasil que representa, se encuentran ante una difícil situación luego de la consagración de Marina Silva como candidata presidencial.

El debate político, ideológico y porqué no, moral, ha llegado a su punto más alto en estos días.  La campaña electoral está recorriendo tópicos de debate que van desde el derecho de los homosexuales, el manejo del petróleo que posee el país -recordemos que Brasil se ha transformado en potencia petrolera- y el rol del Banco Central del país, entre otras cuestiones claves.

Luego de tres períodos de gobierno del histórico Partido de los Trabajadores, los dos primeros por parte del ex presidente Lula da Silva y el tercero  y actual por Dilma, Brasil se ha movido zigzagueando entre políticas tradicionales de acuerdo con los mercados y políticas sociales de distribución del ingreso, aplicando programas sociales que intentan llegar a los sectores más humildes.

También se ha contribuido a la consolidación del bloque regional, ya sea en UNASUR o MERCOSUR, clave en la última década para América latina, luego del recordado “no al ALCA” que la mayoría de los países de la región dijeron allá por 2005. Sumado a esto, el reciente encuentro del BRICS (Bloque de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que pone en el escenario internacional a actores muy poderosos, puede ser considerado  como un desafío a la política imperial de los Estados Unidos.

Dilma, de 67 años, es la primera presidenta mujer del Brasil, país con más de 200 millones de habitantes.  Llegó a la presidencia de la mano del carismático Lula da Silva, quien la sumó a su gobierno primero como ministra de Minas y Energía y después como ministra de Gobierno.

La prensa brasileña construyó una imagen de “mujer dura”, casi autoritaria.  Frente a esto ella se encargó de plantear que “lo que es difícil no es mi temperamento, sino mi función. Debo resolver problemas y conflictos sin descanso. No me critican por ser dura, sino por ser mujer».  Seguramente a un varón con carácter fuerte no le hubieran correspondido los ríos de tinta que le tocaron a Dilma.

Como es recordado, en el año 2009, Dilma sufrió un cáncer linfático y un largo tratamiento para su curación. La enfermedad atravesó la campaña que la llevó a la presidencia, después de la cual se comunicó que el cáncer había sido curado.

En esta campaña en la que busca su reelección, Dilma atraviesa nuevamente momentos díficiles, más aún después de que aparezca con fuerza en escena la candidata Marina Silva, luego del fallecimiento de su compañero de fórmula en accidente aéreo, al que el prestigioso intelectual brasileño Emir Sader calificó de “sospechoso, por la forma, el tiempo y las consecuencias políticas” en su texto “Elecciones brasileñas y la reflexión conservadora en el espejo del mundo”.

Después de la aparición de Marina y su crecimiento en las encuestas, hasta con la posibilidad de ganar la presidencia en segunda vuelta, Dilma y el PT cambiaron los ejes de campaña apuntando los cañones directamente a la disputa con Silva.  El eje está puesto en marcar sus contradicciones, que son muchas, por ejemplo en la negativa a apoyar el matrimonio igualitario y el planteo de que el Banco Central sea independiente del Poder Ejecutivo.

Durante el año pasado, millones de brasileños, en especial jóvenes, salieron a las calles con varios reclamos: un sistema de salud colapsado, la necesidad de una reforma educativa, así como reformas en el sistema político apuntando a mayores niveles de participación.  Estas movilizaciones pegaron en el centro del gobierno de Dilma, quien respondió con algunas medidas importantes y algunas, según los manifestantes y opositores, insuficientes.

Las críticas también se dirigieron a la realización del mundial de fútbol, por los miles de millones de dólares invertidos en detrimento de fortalecer las políticas públicas. Aún así, Dilma sigue teniendo elevados índices de intención de voto entre los sectores populares.

Dilma y el PT se presentan como garantes de las mejoras logradas durante los últimos años y como la posibilidad de seguir aplicando políticas de transferencias de ingresos hacia los sectores más pobres, acusando a los partidos de izquierda de ser la “línea auxiliar de la derecha” cuando éstos señalan que fue durante sus gobiernos cuando más ganancias tuvieron los grandes grupos económicos brasileños.

Por otro lado aparece una fuerte Marina Silva, rodeada de representantes de los bancos y grupos financieros.  La encrucijada está abierta, el 5 de octubre, cuando se realizan las elecciones en Brasil, se empezará a develar el enigma.

 

Ivanna Rezano

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