16 septiembre, 2014
Rugby, un deporte que también juegan las mujeres
Cada vez son más las mujeres que se animan a incursionar en deportes que hasta hace un tiempo atrás eran practicados sólo por hombres. Tras dar sus primeros pasos a fines de 1985, la actualidad muestra que 29 años después el rugby femenino reúne más de 1000 jugadoras en todo el país que participan en torneos y competencias oficiales.

Cada vez son más las mujeres que se animan a incursionar en deportes que hasta hace un tiempo atrás eran practicados sólo por hombres. Tras dar sus primeros pasos a fines de 1985, la actualidad muestra que 29 años después el rugby femenino reúne más de mil jugadoras en todo el país que participan en torneos y competencias oficiales.
Con el transcurso de los años los juegos tradicionales como el fútbol, el básquet y tantos otros, se transformaron en actividades aptas para ambos sexos, incluso hasta mixtas en algunos casos, como sucede en el tenis. Con el rugby pareciera estar ocurriendo lo mismo, pero ya sea por la falta de difusión o por su conceptualización de juego violento, su crecimiento se produce de manera moderada. Además existe una mirada de la sociedad que lo estandariza como exclusivo de los hombres, por lo menos de esta manera lo cree la jugadora de Centro Naval, Cecilia Di Costanzo, que considera que a la mayoría de las personas todavía les resulta extraño que exista: “Hay deportes que están bien vistos que una chica practique y otros que no. El rugby es uno de los que no”, expresa Di Costanzo que además es entrenadora en su club.
El entorno que rodea a este juego contempla una de las visiones más conservadoras del ambiente deportivo. Muestra de esto es la puja histórica que existe entre los diferentes clubes de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), por la idea de abandonar el amateurismo y profesionalizar el deporte. Si bien ese es otro asunto, marca con claridad el modelo de pensamiento tradicionalista que conservan la mayoría de los equipos de Buenos Aires, y en este aspecto se ve involucrado el género femenino.
El último campeón del Top 14, Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), es una entidad donde el concepto de negación respecto de la mujer es hermético. Dentro de sus instalaciones ellas no pueden participar en la toma de decisiones; no se les permite ingresar a la sede social más importante, ni poseen los beneficios que sí tienen los socios del sexo masculino. Los dirigentes de esta institución se resistieron tradicionalmente a cualquier cambio que dispusiera una mayor equidad entre ambos sexos, y aunque Di Costanzo crea que esta es una discusión antigua, admite que es una realidad y que no todos los clubes abren sus puertas a las chicas que desean jugarlo. “Cuanto más tradicionales son, menos predisposición hay. Al contrario de lo que sucede con los varones, que gozan de cierto ‘status’, las mujeres somos consideradas ‘marginales’, ‘una chica bien’ no practica este tipo de deportes”, afirma Di Costanzo que es directora de mundonside.com, una página web especializada en rugby. Pero este no es un caso que se remonte a CUBA exclusivamente, que sería más bien un ejemplo extremo, sino también a los 90 clubes reconocidos por la URBA, donde solamente en 13 de ellos se enseña rugby femenino.
La mirada crítica que sostiene una parte de la sociedad respecto de este juego no incumbe sólo a los varones, sino también a las propias mujeres: “Otro prejuicio responde a la teoría de que somos ‘machonas’ o todas tenemos inclinaciones homosexuales”, declara Di Costanzo, en referencia al rótulo con el que a veces se conceptualiza a estas jugadoras. Maquilladas de rubores o con tierra mojada, bronceándose bajo el sol de una playa o quemándose el rostro durante toda la tarde en una cancha de césped, lavándose el pelo con cremas de todo tipo o refrescándose la cabeza con agua de un bidón, en todas la facetas las chicas rugbyers no dejan de ser mujeres, como cualquier otra.
Juan Manrique
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