16 septiembre, 2014
Siguen altas las banderas de la lucha, siguen latentes los sueños, sigue viva la memoria
Por Rocío Filippini Pons*. Se cumple un nuevo aniversario de aquel frío 16 de septiembre de 1976, fecha que cambió la vida e historia del pueblo argentino. Desde ese entonces las madres, las abuelas, las familias y el pueblo se unieron en la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia; en una lucha que no acaba y haciendo cuerpo a un lema que nos identifica: “Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera”.

Crédito: Talents United
Por Rocío Filippini Pons*. Se cumple un nuevo aniversario de aquel frío 16 de septiembre de 1976, fecha que cambió la vida e historia del pueblo argentino. Ese mes, donde tantos y tantas jóvenes fueron secuestrados, arrancados de sus hogares y de su vida, torturados, encarcelados y desaparecidos. Desde ese entonces las madres, las abuelas, las familias y el pueblo se unieron en la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia; en una lucha que no acaba y haciendo cuerpo a un lema que nos identifica: “Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera”.
En el andar joven de las nuevas generaciones, que día a día nos demuestran su compromiso y convicción para cambiar todo lo que deba ser cambiado, se refleja la viva rebeldía de aquellos compañeros y compañeras que hace casi cuatro décadas dejaron su vida por los ideales de un mundo mejor, que hoy nos hacen continuar en nuestra lucha y nuestra historia. Viviendo y siendo parte de una coyuntura política y social, de años marcados por la impunidad y el dolor, fueron partícipes de un movimiento que resistió y que dejó como legado los anhelos revolucionarios de un mundo mejor.
El 16 de septiembre nos cuenta, de manera errónea, la desaparición de 10 jóvenes de entre 16 y 18 años por ser impulsores de una movilización de estudiantes secundarios en la Ciudad de La Plata para exigir el boleto estudiantil. Más que estudiantes organizados en sus centros de estudiantes, eran militantes. Militantes de la UES y del Partido Peronista, militantes de la Juventud Guevarista. Zurdos, peronchos o radicales. Los pequeños subversivos, los mal educados. Activistas de sueños, valores, ideales y revoluciones. Militantes políticos. Muchachos y muchachas que no se dejaron convencer por el ojo ajeno; que salieron a transformar la realidad; que no mendigaron derechos, los construyeron; que no tenían vergüenza de sentirse golpeados por el dolor ajeno; que comprometieron su vida para forjar un futuro mejor.
Esos son los lápices que revindicamos y de los que nos sentimos parte. Décadas después, los mismos sueños transcurren en momentos complejos para nuestro pueblo y nuestro país. Levantamos las banderas que alzaron Claudia, María Clara, Francisco, Daniel y Horacio; las del boleto; las de los Derechos Humanos de ayer y de hoy; levantamos las banderas de la educación de calidad y del trabajo digno. Del feminismo y el antiimperialismo. Las banderas de la unidad y la de alegría. Porque los jóvenes de aquellos negros ’70 nos enseñaron que en las luchas aprendemos y enseñamos, que las derrotas duelen pero nos hacen querer ser mejores y que de las victorias tomamos más impulso para seguir caminando. Mantener viva la memoria. Plantarse y no rendirse jamás. Continuar escribiendo la historia de un pueblo que construye su libertad.
“Si ser subversivo es ayudar a los demás, es compartir el pedazo de pan, es enseñar. Si ser subversivo es creer, es luchar. Si ser subversivo es rebelarse contra quienes te oprimen. Si ser subversivo es tener esperanzas de un mundo mejor…¡entonces que viva la subversión!” (Palabras del padre de Manuel, un joven desaparecido durante la última dictadura cívico-militar).
* Militante de la Organización Estudiantil Lobo Suelto/Patria Grande – @RochiFilippini
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