Economía

5 septiembre, 2014

Costos de producción, valor de la soja y divisas: ¿qué está pasando en el campo argentino?

Por primera vez en años cayó abruptamente el precio de la soja provocando un escenario donde no sea rentable cultivar en algunas regiones del país. El desarrollo del propio agronegocio que tantas ganancias generó hoy es su propio límite.

Por primera vez en años cayó abruptamente el precio de la soja provocando un escenario donde no sea rentable cultivar en algunas regiones del país. El desarrollo del propio agronegocio que tantas ganancias generó hoy es su propio límite.

El miércoles de la semana pasada fue un día oscuro para los productores, acopios, inversores, financistas y especuladores vinculados al mayor agronegocio del país: la producción de soja. Como se anticipaba desde hace unos días, las estimaciones de cosecha en Estados Unidos superaron la expectativa más favorable. El Departamento de Agricultura de EE.UU. libero un informe que estima la cosecha de soja para la campaña actual en 103,2 millones de toneladas. Esto provocó un efecto derrumbe en el precio internacional del commoditie.

En el país, la bolsa de cereales de Rosario (la referencia nacional para transacciones de cereales) llegó a registrar un precio de 2330 pesos la tonelada, cerrando en un poco menos 400 dólares y de esta manera rompiendo el que se suponía era un piso imposible de traspasar. Desde entonces se han registrado volúmenes muy bajos de transacciones.

La producción de soja y el fenómeno de los crecientes costos

La revolución verde llego a la Argentina en el año 1996 con el permiso de siembra para la biotecnología en Round Up Ready (RR1) en soja. La soja RR1 es una variedad resistente al glifosato, ingrediente activo del famoso herbicida elaborado por Monsanto (Round Up). Desde entonces, mucho químico ha pasado por los lotes: la producción de soja en Argentina fue en creciente ascenso y modernización.

Incentivada fuertemente por el incremento de los precios internacionales y el cambio favorable a los exportadores, el método conocido como «siembra directa» (técnica de rastrojo en la cual se siembra sin arado previo) se volvió el sistema predominante a lo largo y ancho del país. También el control químico de malezas y plagas fue continuo e infrenable ascenso. Así, se sumaron a la lista existente de agroquímicos aplicables toda una serie de complementos, refuerzos, aditivos y coadyudantes. La industria química de alta complejidad puesta en función de la producción de mayores rendimientos en soja.

Por supuesto, la contracara de este fenómeno fue la aparición de malezas nuevas y resistencias. Como pasó con el maíz, las biotecnologías fueron perdieron su efecto. Se descubrió que sin adecuado cuidado, la biotecnología «se rompe».

En lo que hace a malezas, el glifosato en su concentración más común (48%) fue crecientemente insuficiente para controlarlas. Se complementó entonces con 2-4 D, Dicamba, y otros ingredientes químicos. Aparecieron nuevos tratamientos, programas de control de malezas, ingredientes activos combinados, formulaciones más concentradas, formulaciones líquidas, granuladas. En insecticidas, paquetes con distintos químicos y modos de acción diversos.

De la mano del volumen de aplicación, se expandió tremendamente la industria química, liderada por de un puñado de laboratorios internacionales. Así también, se expandieron los costos de producción de la hectárea de soja. Este fenómeno no fue un problema en la medida que creció también la demanda china y el precio del comoditie. El productor gastó cada vez más, pero fuera de situaciones fortuitas como ruinas por temporales, o malas prácticas de siembra, todo marchó bien.

Ahora que la relación costos de producción / precios entra en tensión, emerge el problema real. El campo se encuentra altamente tecnificado, así como malacostumbrado al uso sin límites ni control alguno de aplicaciones de agroquímicos. Las prácticas químicas que tanto han enriquecido los bolsillos de los actores agro, son las mismas que ponen en jaque buena parte de sus negocios.

Caída de la superficie sembrada y la situación de las divisas

La campaña se soja cerró en mayo pasado, estimándose una producción total del orden de las 53 millones de toneladas. Campaña a campaña y contra todo pronóstico pesimista, la superficie de siembra de soja y con ella la superficie sembrable total, ha crecido.

No obstante, por primera vez en años, el cambio de escenario trae otra situación: la tierra con rendimientos marginales del NOA/NEA, puede no ser sembrada con los precios actuales. Es difícil estimar cuánto puede caer la superficie de Soja en esa región. No obstante, se espera también una fuerte caída del área de maíz, cuyo precio también está a la baja. Con lo cual, allí donde antes había maíz, la próxima campaña habrá soja. Y en zonas de bajo rendimiento donde había soja, tal vez ya no haya cultivos.

Pero más allá de la posible perdidas de zonas marginales, no se espera que cambie al grueso de las hectáreas de soja en el país. Sin embargo, el principal problema a nivel económico lo trae el precio, que golpeará la recaudación. Ya se estima entre 3 mil y 5 mil millones dólares menos que colectará el Estado por derechos de exportación.

Junto con el Estado argentino, pierden también los acopios y especuladores que mantuvieron hasta la fecha buena parte de sus saldos exportables sin vender, a la espera de una mejoría en los precios. Estos jugadores, que aguardaron mejores precios de transacción, posiblemente estén reordenando sus estrategias comerciales en este nuevo escenario internacional. ¿Qué pasará si los acopios vuelven a presionar sobre las condiciones de intercambio, para compensar sus pérdidas profundizado la devaluación? ¿Cuál será la respuestas del gobierno en este nuevo escenario de debilidad?

 

Gabriel Gallego

 

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