Cultura

2 septiembre, 2014

Funky Buenos Aires

La escena funk de Buenos Aires ha crecido mucho en los últimos10 años. A las bandas jóvenes contagiadas por el género se le agregaron espacios de jams y hasta fiestas en pleno Palermo Hollywood. Se mezcla con el Soul, el R&B y el Hip Hop para encender una atmósfera setentosaque atrae cada vez más adeptos.

La escena funk de Buenos Aires ha crecido mucho en los últimos 10 años. A las bandas jóvenes contagiadas por el género se le agregaron espacios de jams y hasta fiestas en pleno Palermo Hollywood. Se mezcla con el Soul, el R&B y el Hip Hop para encender una atmósfera setentosa que atrae cada vez más adeptos.

Para entrar al bar hay que tocar timbre. De afuera sólo se ve una puerta normal con una pequeña E por encima. Eter Club pasa completamente desapercibido para cualquier caminante de Villa del Parque pero se ve que las redes sociales y el boca a boca funcionan. Cuando la puerta se abre hay que subir la típica escalera de PH al primer piso donde está el bar. Unos sillones grandes, unas mesitas, las paredes pintadas de verde oscuro y una luz tenue invitan a relajarse y a prepararse para lo que viene.

El funk se hizo popular en los 70 con el  genio de James Brown. Al grito de: “On the one!” el padrino del soul pedía a la banda poner el acento en el primer tiempo de cada compás en lugar del clásico acento en el segundo y cuarto. El ritmo también descansaba en una línea de bajo fuerte y la estridencia de la guitarra. No hay que dejar de destacar los gritos y aullidos característicos de Brown cuyo origen se ha querido rastrear en el canto  de África Occidental. Todo se combinaba con sus pasos de baile a los que les ponía nombres como “The Funky Chicken” “Mashed Potatoes” o “Camel Walk”. Luego de su origen como música bailable para discotecas, tuvo influencias del Movimiento por los derechos civiles. Los conflictos causados porla segregación que sufrió la comunidad negra en Estados Unidos se vieron reflejados en temas como “I’m black and I’m proud” del mismo Brown o “Ball of confusion” de The Temptations.

Héctor Bulgarini ya está en Eter, parado cerca de la barra, charlando con otros músicos. En su look relajado de remera y zapatillas nadie adivinaría que hace cinco años era un serio estudiante de la Universidad Tecnológica Nacional, inmerso en el mundo corporativo. Quizás su padre hubiese querido eso para él, cuando le prohibía escuchar a los Ilya Kuriaky y él los atesoraba clandestinamente en un cassette. Pero como todo lo que hemos vivido nos hace ser lo que somos,  hoy Héctor es saxofonista y muy organizado a la hora de armar las jams. Hasta publicó una lista de canciones que los músicos deberían conocer para que resulten mejor los ensambles. Parece que el método de este ex estudiante de sistemas funciona porque  hace ya un año que el funk juega de local todos los miércoles en Eter.

En el escenario el primer trío de jazz terminó de tocar. La guitarra y la batería se quedan, pero el contrabajo se va arrastrando pesadamente afuera del escenario. Cerca de ahí se disponen varias mesas bajas y sillones pero más atrás, hay un espacio vacío próximo a la barra donde los músicos esperan parados, charlando y tomando algo, su turno de tocar. Ellos son su propio público. Sumados al resto de la audiencia serán unas cuarenta  personas que todavía no dejan ver arrugas o canas. Un chico con una gran aureola de rulos negros dispone un teclado rojo lleno de botones y palancas que marca la diferencia con lo que va a venir. Está por empezar el funk.

Es difícil rastrear como empezó la movida en Argentina. En los 90 varios músicos, como el gran saxofonista Ricardo Cavalli, se fueron a estudiar a Estados Unidos, más precisamente al Berklee College of Music. Algunos de los que volvieron estaban empapados del groove del  funk y sabían cómo enseñarlo. Ellos son los que hoy forman a los músicos actuales como Héctor. llya Kuriaky and the Valderramas fue una banda de la misma época influenciada por el funk y el hip hop que es un referente para la movida actual. No es casualidad que hayan podido hacer un reencuentro hace sólo tres años atrás con una gran convocatoria de público. Otra vuelta exitosa de un pionero del género fue la del ex saxofonista de Los redondos, Willy Crook, quien se presentó  el  año pasado junto a más bandas en la segunda edición del Buenos Aires Funk Soul Festival en Niceto.

Si se pretende bailar y sacudir un poco las pelucas la fiesta Afromama de los domingos a la noche en Makenaya lleva seis años de vigencia. Comandada por DJ Lenni, empezó como una jam para músicos pero hoy explota más el lado bailable del funk combinándolo con otros ritmos como el hip hop, el pop y el disco, siempre en sus versiones negras.

La escena se completa con bandas jóvenes que componen temas propios como Lo’Pibitos o los Militantes del Climax. Los primeros grabaron Bienvenidos al Presente en el 2010, un disco que fusiona  el funk, el hip hop con toques de acordeón que remiten a ritmos locales como la cumbia. Actualmente están preparando su segundo disco.  Detrás de ellos,hay muchas bandas de covers de funk y soul como Mamashitas Groove o Livin’ Soul Project. Estas nuevas propuestas tienen una presencia muy fuerte en la agenda de Thelonious, uno de los bares jazzeros icónicos de Buenos Aires. La movida funk y soul se expande, genera nuevos espacios y todavía tiene mucho más que decir.

En Eter el pibe de rulos empieza a tocarlas chapas. No se escucha como un teclado normal, es parecido a un Hammond, ese teclado típico de los 70 que suena distorsionado. Las dos chicas al frente de la banda cantan un cover de Jill Scott. Tratando de sonar un poco negras, no hay nada de aguditos, la voz es gruesa y hasta carraspean por momentos. A diferencia de muchas de las jams de jazz, en Eter las cantantes son muy bienvenidas.  Los ensambles hacen temas cortos sin extenderse mucho con los solos  y dándole un lugar importante a la voz. Según Leandro Hernandez, el manager del bar, esta dinámica que combina el funk, mucho soul y los vocalistas hace a la jam más fácil de escuchar, más audible y más abierta a todo tipo de público.

Héctor, a un costado del escenario, no puede dejar de moverse. Su cabeza pega latigazos, su cuerpo se inclina hacia adelante y hacia atrás. Baila hasta cuando no toca. Eso es lo que le gusta del funk: “El tema del Groove,  los yeites del  bajo y de la guitarra a mí me hacen mover, me hacen sentirlo, movés la cabeza para adelante, como los negros, ¿viste? Eso es lo que me gusta”.Y eso también parece atraer a los músicos y no músicos porteños quienes, cada vez más, sacuden la cabeza al ritmo del funk.

 

Romina Daniela Blasucci 

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