11 agosto, 2014
Cuando las propias víctimas son las que aplican justicia
Cuando la Justicia no actúa y son las propias víctimas quienes tienen que buscar a sus victimarios. Las mujeres como ejemplo más visible y, a su vez, invisibilizadas por el sistema. Opinión de Diana Maffía.

Cuando la Justicia no actúa y son las propias víctimas quienes tienen que buscar a sus victimarios. Las mujeres como ejemplo más visible y, a su vez, invisibilizadas por el sistema. La opinión de Diana Maffía.
Los últimos días fueron públicos dos casos en los que se verificaba la acción de víctimas de distintos tipo de delitos que tuvieron que buscar, señalar y garantizar que la Policía detenga a los victimarios y vayan presos.
Uno de los resonantes casos fue el de la joven que, entregada por sus propios padres para ser prostituida, luego de 13 años, logró que se condene a quienes la habían mantenido en situación de prostitución. En esta condena se incluye a un “cliente” que había abusado de ella por años, aún siendo menor de edad.
El otro caso tiene otras aristas, pero se vincula con el anterior por la búsqueda incansable de justicia por parte de Nélida Sérpico. Su hijo, Octavio, fue asesinado por un joven de su propio barrio, el Bajo Flores, en el año 2005. Nélida se dedicó a buscar al asesino de su hijo por cuenta propia, con la certeza de que la Policía no lo iba a buscar, y logró que llegue el Juicio al asesino.
En estos casos, como muchos otros que no llegan a los medios, el punto en común es que existe una ausencia del Estado percibida por las propias víctimas, las que no se resignan frente a esto y emprenden por su cuenta una búsqueda para que la impunidad no reine.
Acaso podemos comparar estos casos con el del film El Secreto de sus Ojos, película argentina ganadora del premio Oscar, en la que uno de los protagonistas “encarcela” en su propia casa al asesino y violador de su joven mujer porque la Justicia lo deja en libertad, en un entramado de complicidades políticas y judiciales.
Para profundizar el tema, desde Notas entrevistamos a Diana Maffía, doctora en Filosofía y directora del Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, además de reconocida militante feminista, quien señaló que “el sentido de que exista el Estado y se le conceda a un/a representante el poder en nombre de los ciudadanos, es que esas personas administren los bienes comunes y garanticen el cumplimiento de sus derechos (entre ellos, la seguridad, la integridad corporal, la vida). Cuando el Estado no asume esa función, regresamos a la justicia por mano propia que siempre favorece a los poderosos”.
Con relación al caso de la joven que inició juicio penal a sus padres por entregarla a una red de prostitución, a los proxenetas que la mantuvieron en esas redes por años y a un prostituyente que abusó de ella aún siendo menor de edad, Maffía remarca que “es conocido que delitos complejos y transnacionales como la trata de personas no pueden realizarse sin complicidad de fuerzas policiales, políticas y judiciales. Es menos evidente que la explotación sexual, además de estas redes delictivas y de impunidad, tiene un fuerte carácter patriarcal».
La entrevistada agregó: «Los varones consideran que pueden disponer del cuerpo de las mujeres, o bien como propiedad privada (y las asesinan cuando no se subordinan a ellos o pretenden separarse o formar otra pareja) o bien como propiedad pública”. Es decir, el entramado de impunidad tiene una fuerte base machista que podría resumirse en la idea de que las mujeres son objetos a ser controlados y/o consumidos por varones.
Este caso desnuda la larga cadena de complicidades frente a la situación de prostitución de mujeres y niñas. Diana Maffía grafica esto magistralmente: “Pensemos en una niña o adolescente que sin amparo, con el peligro de la complicidad policial (a la que pertenecía su entregador y quienes amparan la explotación) y con un Estado abandónico lleva adelante un gesto obvio pero heroico: pararse en la puerta de la empresa que lleva el nombre de uno de sus prostituyentes, encontrar que lleva una vida normal, que nadie lo hostiga ni lo busca (a pesar de estar buscado por Interpol, un organismo de seguridad internacional) e incluso gana millones contratado para fiestas patrias por ese mismo Estado que permite estos abusos”.
La referente feminista propone en ese ejercicio de imaginación, que detectemos “cuáles son las relaciones de poder entre varones y mujeres en la sociedad, para saber sobre la misoginia de las instituciones y la naturalización de los privilegios de los varones que hacen de sus intereses razones de estado”.
Un ejercicio necesario para pensar también una sociedad donde la equidad no sea solamente un eslogan y en la que la Justicia no interponga sus visiones de género, de clase, de privilegio, para ser realmente justa.
Ivanna Rezano
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