11 agosto, 2014
Transición ordenada
Remera blanca a vivos celestes y azules. A la altura del estomago dos franjas que formaban la bandera argentina sin sol en el medio pero con sponsor. Durante una década, esa fue la indumentaria marca registrada de la selección argentina de basquetbol. Hasta este 2014, donde los bastones verticales y los conflictos dirigenciales han copado la escena. Aparentemente el básquet ha sido futbolizado.

Remera blanca a vivos celestes y azules. Esas musculosas talle XXL -como mínimo- tenían a la altura del estomago dos franjas que formaban la bandera argentina sin sol en el medio pero con sponsor (AFJP primero, tarjeta de crédito después). Durante una década, esa fue la indumentaria marca registrada (modificaciones de estilo mediante) de la selección argentina de basquetbol. Hasta este 2014, en la previa Mundial de España los bastones verticales y los conflictos dirigenciales han copado la escena. Aparentemente el básquet ha sido futbolizado.
Sólo dos jugadores de los doce que iniciaron el cambio de paradigma del básquet nacional forman parte del plantel que disputará España 2014: Luis Scola y Andrés Nocioni. El subcampeonato mundial de Indianapolis 2002 se empezó a gestar en el Pre Mundial del año anterior en Neuquén. De allí en más todo es historia conocida. La primer victoria frente al Dream Team, el silbato que se tragó el griego en la final de aquel Mundial, la segunda victoria frente a -un incluso mejor- Estados Unidos, el oro olímpico de Atenas 2004, medalla de bronce en Beijing 2008 y el número 1 en el ranking FIBA, siendo el primer país –fuera de EEUU y la ex URSS- en conseguir ese puesto en dicha clasificación.
Esta generación de jugadores lo consiguió todo, excepto lograr que la revolución cambiara algo puertas adentro.
A los conflictos en la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) de las últimas semanas se suma que la Liga Nacional de Basquet (LNB) es más o menos parecida a la que era en 2002. A partir del año pasado se empezaron a implementar algunos cambios.
Los descensos fueron suprimidos por dos temporadas para que los clubes de la LNB inviertan ese dinero en la infraestructura nunca antes modernizada. Se mantuvieron los ascensos desde el Torneo Nacional de Ascenso (TNA) por lo que la cantidad de equipos en la categoría máxima de nuestro básquet subió de 16 a 18 y serán 20 al finalizar la temporada 2014/15. De a poco asoman algunas mejoras en la infraestructura de los recintos, pero siempre estará esa deuda de que no existe en todo el país un estadio multiuso que permita albergar un partido categoría NBA.
Manu Ginóbili –tetracampeón de la liga más importante del mundo- nunca pudo jugar con San Antonio Spurs en Argentina debido a la falta de un estadio que cumpla con las exigencias NBA. El bahiense, futuro salón de la fama en EEUU, tampoco podrá retirarse como corresponde de la selección nacional de básquetbol. Sus dueños –nunca mejor dicho- le bajaron el pulgar por una lesión que acarreaba desde antes de las finales frente a Miami en junio pasado.
Expresado en sus palabras: “Hay un 98% de posibilidades que nunca más juegue con la selección”. El 2% se lo dejamos a un partido despedida a pedido.
Aparición, gloria y ocaso. De Neuquén a Beijing, siempre con Ginóbili en cancha, Argentina nunca bajó del cuarto puesto en la clasificación de un torneo (Japón 2006 lo más bajo). La aparición en el mundo básquet en Indianapolis, la gloria consumada en Atenas con el Oro y en Beijing con el bronce para así transformarse en la mejor selección del planeta básquet.
Quizás, la última función de la Generación Dorada en todo su esplendor haya sido en el Preolímpico de Mar del Plata 2011. Pepe Sánchez volvió a jugar en la selección tras cinco años, Fabricio Oberto puso al retiro en suspenso por un mes para jugar ese torneo y este grupo de jugadores triunfó de local en una final de un torneo FIBA luego de siete años. La anterior había sido, ni más ni menos, en Atenas 2004. Un año después caería derrotada frente a Rusia en el partido por el tercer y cuarto puesto. Fin. En ese instante debió ser guardado el nombre de Generación Dorada.
La transición ha comenzado. Pepe Sánchez le pasa el mando de la base de la selección a Facundo Campazzo a través de Pablo Prigioni. Luis Scola le enseñará desde el ejemplo a Marcos D’Elía a como golpearse con los tipos más grandotes del mundo mientras encabeza el recambio de los dirigentes de la Confederación. El Planeta Tierra seguirá dando vuelta sobre su eje y difícilmente aparezca otro como Emanuel Ginóbili. Así como tampoco es muy probable que haya otro grupo de jugadores que se anime a usar dos franjas celestes a la altura del estómago.
Nicolás Valado – @nicovalado
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