23 julio, 2014
Riquelme y Boca, un romance eterno
Román se cansó del destrato de una dirigencia que ya, a esta altura, tiene una gestión con más items en el debe que en el haber. Pero el amor entre el hombre que mejor trató a la pelota en los últimos 20 años en este país y el hincha no llegó a ningún punto final, sino que es eterno.

Román se cansó del destrato de una dirigencia que ya, a esta altura, tiene una gestión con más items en el debe que en el haber. Pero el amor entre el hombre que mejor trató a la pelota en los últimos 20 años en este país y el hincha no llegó a ningún punto final, sino que es eterno.
El romance se terminó. Así graficaron varios medios la decisión de Juan Román Riquelme de no continuar en Boca tras las idas y vueltas en torno a la renovación de su contrato y a la aceptación de la oferta de Argentinos, el club que lo formó pero que -paradojas de un “billetera mata galán” hoy invertido- nunca lo pudo ver jugar con esa camiseta en Primera División. La determinación del crack, del mejor jugador de la historia xeneize, no pasa por lo económico, de todas formas. Román se cansó del destrato de una dirigencia que ya, a esta altura, tiene una gestión con más items en el debe que en el haber. Pero el amor entre el hombre que mejor trató a la pelota en los últimos 20 años en este país y el hincha no llegó a ningún punto final, sino que es eterno.
De Riquelme se dicen muchas cosas en estos momentos, y más después de la conferencia de prensa del domingo donde una no-opinión sobre Carlos Bianchi generó un sinfín de interpretaciones sobre la relación entre Román y el Virrey. Que es un tipo conflictivo, que pedía una fortuna a los 36 años, que su rendimiento en los últimos tiempos deja mucho que desear y que, en consecuencia, un club tan grande no debería realizar un esfuerzo económico para retenerlo y un sinfín de otras afirmaciones que no hacen más que olvidarse lo importante: el nuevo 10 del equipo de La Paternal es un extraordinario jugador de fútbol y, aún con sus limitaciones físicas, sigue demostrando que su talento es una excepción en un plano local de vuelo bajo. Bajo la premisa de reconocer que su edad lo acerca inexorablemente al retiro más temprano que tarde, hoy Boca pierde más de lo que gana con su adiós. Hay sobradas muestras de cuán afectado ha estado el nivel del equipo xeneize recientemente en ausencia de Román para darse cuenta del impacto de su decisión.
Aquel 10 de noviembre de 1996 ya está grabado en las retinas de todo hincha de Boca. Ese día, y con la 8 en la espalda, Riquelme -que todavía no era simplemente Román- hacía su debut con la casaca azul y oro en la Bombonera siendo señalado como la figura del partido en un 2 a 0 ante Unión. El técnico era Carlos Salvador Bilardo y el presidente del club, uno de sus enemigos favoritos con el paso del tiempo: Mauricio Macri. Sería el semestre en el que River, que venía de ganar su segunda y última Copa Libertadores, comenzaría uno de los grandes hitos de su historia: el tricampeonato local con la obtención del Apertura 96, Clausura 97 y Apertura 97. Pero prontamente vendrían las alegrías para Román y para Boca. En la segunda mitad del 98, Carlos Bianchi asumió la conducción técnica del equipo y confió en el joven talento -vale señalar que tenía apenas 20 años- para llevar los hilos adentro de la cancha. Desde entonces vinieron años gloriosos para el club de la Ribera. Con el tridente que completaban Martín Palermo y Guillermo Barros Schelotto, Boca logró un bicampeonato local con un inigualable récord de 40 partidos invictos, volvió a la Libertadores para ganarla 2 veces seguidas y llevarse la Intercontinental 2000 ante el Real Madrid.
Lo de Riquelme en ese lapso (1998-2002) tuvo páginas extraordinarias. Casi todo ese tiempo fue con Bianchi en el banco y sólo los primeros 6 meses de 2002 con Oscar Washington Tábarez. Su brillantez en la semi contra Palmeiras en el 2001, el pase gol a Palermo en la final contra el Real, el caño a Yepes en los cuartos de final del 2000 contra River (en una serie en la que convertiría en los dos partidos) son algunos de los momentos más significativos y popularizados del primer Román. A eso hay que agregarle cantidades industriales de asistencias, muchos goles en movimiento desde afuera del área y un momento imborrable el 10 de noviembre de 2001, cuando Diego Armando Maradona en su despedida se colocó la 10 de Boca con la inscripción “Román”. El más grande parecía cederle la posta, con ese gesto, a una especie de sucesor, capaz de ser ejemplo de lo que se puede hacer con ese número en la espalda. Esa etapa se terminaría a mitad de 2002 cuando el Barcelona lo compró y se fue a probar suerte a España.
Fue una larga etapa afuera, con un paso no tan afortunado por el conjunto catalán (aunque dejó sellos de su talento) y una actuación estelar en el Villarreal, equipo al que llevó a un 3er puesto en la Liga y a una semifinal de Champions League en la temporada 2005/2006. Allí en el duelo contra Arsenal falló un penal que podría haber sido decisivo, pero nadie olvida el rol vital de Román para hacer historia con un equipo desconocido en el continente.
Nadie pensaba que Riquelme podía volver a Boca y repetir algo como lo que había hecho en su primer ciclo con la camiseta xeneize. Sin embargo, el Villarreal lo cedió a préstamo y en apenas 4 meses lo del 10 fue descollante, permitiéndole al equipo que en ese entonces dirigía Miguel Angel Russo obtener una nueva Copa Libertadores. Es muy difícil describir esos 123 días sin adjetivos grandilocuentes. Pero la influencia de Román en ese conjunto fue determinante para una conquista que tuvo momentos muy sufridos (tenía que hacer 4 goles en la última fecha de la primera ronda para pasar, fueron ajustados los desenlaces en octavos y en semis), pero una final con una comodidad pasmosa: global de 5-0 a Gremio de Brasil. Fue un flash de fútbol exquisito antes de su regreso al Submarino Amarillo.
En el medio, Riquelme fue el 10 de Pekerman en el Mundial 2006 que terminó en cuartos de final en unos penales malditos ante Alemania. Y después, ya excluido del Villarreal por Manuel Pellegrini, Basile también le otorgó la misma responsabilidad aún sin tener competencia diaria. Pero esa es otra historia. En Boca volvería a jugar en 2008 hasta mitad de 2012 y luego a principios de 2013, otra vez con Bianchi en el banco, hasta los últimos días. Con menos capacidad física, pero con la misma magia de siempre, Román se encargó de dejar en claro de manera permanente su rol de jugador imprescindible en cualquier estructura, además de cosechar otros 4 trofeos. Aquí nos abstraemos de polémicas que haya tenido -y que quizás lo marcaron mucho en los últimos tiempos- y lo único que pretendemos es señalar que el placer de ver jugar a Juan Román Riquelme es algo que cualquier amante del buen fútbol debería experimentar. Por supuesto que la conjunción con Boca es la más firme, la más especial de todas las que el hombre de Don Torcuato ha vivido. Y al igual que las manchas, esos vínculos nunca más se borrarán.
Sebastián Tafuro – @tafurel
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