Batalla de Ideas

21 julio, 2014

Mirando al lejano este

Por Ulises Bosia. La visita del presidente chino Xi Jinping es un hecho político de enorme relevancia en las relaciones exteriores de nuestro país. ¿Un paso hacia una mayor autonomía o un reforzamiento de la dependencia?

Por Ulises Bosia. La visita del presidente chino Xi Jinping es un hecho político de enorme relevancia en las relaciones exteriores de nuestro país. ¿Un paso hacia una mayor autonomía o un reforzamiento de la dependencia?

«Es un día fundacional en la relación de ambos países», dijo Cristina Fernández tras la firma de los acuerdos con su par oriental. La presidenta se caracteriza por elegir con precisión sus palabras, en especial cuando se trata de declaraciones públicas. Además agregó que tras una «primera etapa de asociación» entre las dos naciones, la visita del mandatario chino da inicio «al establecimiento de una asociación estratégica integral».

La “asociación estratégica integral” es una categoría de la diplomacia china que representa una superación de la idea de “asociación estratégica”, que trasciende los intereses comerciales y las posturas políticas comunes e involucra la cooperación tecnológica, científica y militar. Por lo que se desprende que la relación de nuestro país con el gigante asiático está dando un salto de calidad a partir de los acuerdos firmados.

Entre ellos se destacan el financiamiento para construir dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz que aportarán energía al sistema interconectado nacional y según el gobernador Peralta son un avance “histórico” para la provincia patagónica; un “swap” por 11 mil millones de dólares, que permite al Banco Central contar con un sólido colchón disponible ante otra eventual corrida contra el peso y finalmente un crédito por 2.100 millones de dólares para renovar la empresa Trenes Argentinos Cargas y Logística (ex Belgrano Cargas).

En este último caso, se trata de un proyecto clave para China porque a través de esta red ferroviaria es posible que los productos primarios de la pampa y el centro del país puedan ser exportados hacia Asia directamente mediante puertos chilenos en el Pacífico, ganando cualitativamente en competitividad por reducción de costos.

Además se realizaron encuentros entre empresarios de ambas naciones, que dieron lugar a la firma de múltiples acuerdos en otros terrenos, principalmente vinculados a la exportación de alimentos, pero también en el terreno de la minería, la pesca y la energía. El interés chino, evidentemente, está concentrado en los bienes naturales que poseemos.

¿Un paso a una política exterior más independiente?

Desde el punto de vista de un país económicamente dependiente como el nuestro, la aparición de un polo político y económico como el de los BRICS, encabezado por China, representa una oportunidad de lograr mayores márgenes de autonomía respecto de los Estados Unidos, la potencia dominante en nuestro continente.

Así lo expresó la propia Cristina, quien aseguró que «la relación entre China y Argentina pasa a ser una verdadera política de Estado, ya no es de un gobierno sino de un Estado que asume que hay un nuevo marco de las relaciones internacionales afortunadamente y la aparición de nuevos actores es provechoso para todos». Es decir, a la hora de las negociaciones con otras potencias, China le permite a nuestro país tener una carta más en la mano, un plan B ante eventuales reveses.

Así como también permite ganar un aliado de peso en cuestiones diplomáticas como la lucha por la recuperación de nuestra soberanía en las Islas Malvinas, que el gobierno chino acompaña a cambio de nuestro apoyo al principio de “una sola China” que sostiene el gobierno oriental frente a Taiwan, que pretende ser un Estado independiente. O también el respaldo chino al gobierno argentino en su disputa con los fondos buitres.

Ahora bien, estas consideraciones pueden llevar a una mirada ingenua de la relación entre una economía dependiente como la nuestra y una potencia eminentemente industrial como China.

Sobre todo porque en nuestra historia contamos con la experiencia de haber construido un modelo económico a partir de esa misma “complementariedad” con Gran Bretaña, a fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Ya sufrimos la enorme vulnerabilidad que implica que los principales motores de la economía dependan de los precios de unas pocas mercancías en el mercado mundial. Ya comprobamos también que en ese tipo de esquemas económicos el crecimiento de la industria y el mercado interno se encuentran subordinados a los circuitos de la exportación, y en particular, a un comercio bilateral fuertemente desigual. Y por sobre todas las cosas, ya hicimos una experiencia sobre la influencia que adquieren los intereses extranjeros dentro de nuestro país a partir de la asociación con sectores importantes del poder económico local, a nivel económico, político y hasta cultural.

Pensar el desarrollo de nuestro país a partir de la asociación subordinada con una potencia industrial ya resultó un fracaso en el pasado y nada hace creer que ahora podría ser diferente. Pero concedamos por un momento como hipótesis que buscar una inserción en el mercado mundial a partir de la explotación de los bienes naturales pudiera tratarse de una estrategia “realista” para el mundo de hoy, altamente interdependiente, que nos permitiera ganar en independencia económica.

En ese caso debiera discutirse el control público y estatal de los principales recursos de nuestra economía que continúan en manos de capitales extranjeros, la recuperación de los puertos actualmente concesionados, la nacionalización del comercio exterior hoy controlado por pocas decenas de empresas, la sanción de una nueva ley de inversiones extranjeras para reemplazar al actual texto neoliberal, entre otras medidas. Se trata de elementos imprescindibles para poder pensar en un país verdaderamente independiente, cuyo pueblo pueda tomar decisiones soberanas sobre la utilización de sus recursos naturales.

Pero como es evidente, cualquiera de estas medidas afectaría la “seguridad jurídica” de las inversiones extranjeras, sean chinas o de cualquier otra proveniencia, lo que contradice de manera clara esa estrategia de asociación con una gran potencia. Por lo tanto, la única forma de asociarnos a una potencia industrial como China es hacerlo manteniendo las actuales estructuras de la dependencia.

Sin embargo, existe otro camino. Es el camino de la integración latinoamericana, que nos permitiría apostar a un desarrollo industrial de gran escala en función del enorme mercado latinoamericano, así como también nos permitiría comerciar con grandes potencias desde una posición de mayor fortaleza. Pero eso exige una profundización de los pasos dados en la última década y un sacudimiento de la modorra en la que se encuentran los proyectos de integración, como ejemplifica el proyecto del Banco del Sur.

 

@ulibosia

 

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