Cultura

21 julio, 2014

De punta en negro

El 23 de julio se festejan los 75 años desde la primera aparición del encapotado; Batman un superhéroe resistido y muchas veces cuestionado por las corporaciones de cómics que, aún así, no pueden prescindir de su irresistible popularidad.

El 23 de julio se festejan los 75 años desde la primera aparición del encapotado; Batman, un superhéroe resistido y muchas veces cuestionado por las corporaciones de cómics que, aún así, no pueden prescindir de su irresistible popularidad.

Batman incomoda. Incomoda su traje ajustado, incomoda su ambiguo compañero e incomodan sus extrovertidos enemigos. Incomoda al establishment cultural adicto a la corrección política de superhéroes intachables como Superman e incomoda al progresismo pop que desconfía de un héroe ricachón y playboy amigo de la policía local. Y sin embargo, a 75 años de su primera aparición, seguimos cayendo rendidos a sus pies como nunca.

Surgido de las plumas de Bob Kane y del injustamente ignoto Bill Finger, la primera aparición de Bruce Wayne/El Hombre Murciélago fue en las páginas del pasquín Detective Comics #27, con un origen más inclinado al género pulp, con clara tendencia a las historias de tiroteos y persecuciones más que al de piñas y patadas. Sin embargo pasó poco tiempo en tomar un curso más cercano al que estamos acostumbrados hoy en día: villanos extravagantes, inventos futuristas y la siempre inminente destrucción de Ciudad Gótica.

El claro objetivo del siniestro héroe era hacerle frente al bonachón de Clark Kent. Contra el altruista y tímido hombre proveniente de la clase campesina (que encima es extraterrestre), vestido con su brillosa capa roja y sus mallas azules nació un playboy multimillonario que reparte sus noches entre fiestas y espectáculos. Uno, superpoderoso de nacimiento gracias a su origen extraterrestre, el otro desgarradoramente humano, rescatando sus habilidades de sus millones de dólares invertidos en inventos que lo eleven por sobre los demás mortales.

La evolución de Batman fue y sigue siendo dolorosa. De sus orígenes pulp en 1939 abocado a resolver misterios con claras referencias a los artilugios intelectuales de Sherlock Holmes, a partir del número #33 y gracias a la cabeza del malogrado co-autor Bill Finger se empezó a vislumbrar la oscuridad del Príncipe Oscuro: el motivo por el cual Wayne se calzó la máscara y la capa fue por venganza. Su combate contra el crimen no es puro altruismo, su objetivo es limpiar las calles de criminales como los que asesinaron a sus padres.

Luego de encontrar un compañero de andanzas como lo fue Dick Grayson, el primer Robin, en el #38 de Detective Comics, la historia fue tomando caminos y adaptaciones diversas. Años después y con la posguerra a cuestas la corporación Warner compró DC, por lo que el mercado empezó a dictar las decisiones fundamentales que lo llevarían a Batman a fluctuar su estilo. Frente a una meseta que había frenado el ascenso de la popularidad del personaje se interpuso un obstáculo aún mayor: la idea de hacer una serie copó la escena. Así nació la adaptación televisiva protagonizada por Adam West, donde la oscuridad que dominaba el aire opresivo del cómic fue reemplazada por bailes a-go-go y coloridas onomatopeyas decorando las coreográficas peleas inundando las pantallas.

La ridiculización del héroe de Gotham no duró mucho y, luego de que Neal Adams y Dennis O’Neill tomaran las riendas en el cómic, no fue hasta que en la década de los 80, bajo plena dinastía Reagan, se revolucionara por completo la forma del Señor Oscuro. Frank Miller, un Lázaro de la industria, ya había resucitado a Daredevil, héroe de Marvel, años atrás y además escatimaba en talento a la hora de crear novelas gráficas como Ronin. Fue entonces que se encontró con la papa caliente en sus manos y así nació The Dark Knight Returns en 1986, mismo año en el que Alan Moore la rompía con Watchmen. Ambos planteaban un mundo alejado de la sanata edulcorada que construía la ficción de entonces.

Medios, clase política y superhéroes pateaban para el mismo lado, una mitad de la cancha desastrosa en la que el resultado eran razzias de fascistoides intentando “recuperar” las calles de los criminales, cuyo origen era explicado con conceptos cercanos al marxismo (denostado en aquella época). Era entonces cuando una vanguardia de antihéroes que, no tan lejos de esos grupos de una extrema-derecha steampunk, peleaban contra malhechores y héroes bonitos por igual. Es así como un Bruce Wayne ya retirado se pone la capa nuevamente para poner las cosas en su lugar y, claro, volver a disfrutar infringiéndole dolor a quien él considere lo merezca.

Cuando parecía que Miller le había devuelto a Batman el oscuro lugar que le correspondía, Tim Burton le tironeó la capa para llevarlo a un escenario de una extraña amalgama de colores pop. Intentando mantener un sesgo de impronta noir burtoniana las entregas Batman y Batman Returns colocaron a un Wayne a cargo de Michael Keaton frente a sus clásicos enemigos, como lo son un excelso Joker interpretado por Jack Nicholson, un dickensiano Pingüino en la piel de Danny De Vito y la sex-bomb Gatúbela de Michelle Pfeiffer. Cualquier esfuerzo para que el murciélago más musculoso del cómic se mantenga en la senda oscura fue abatido por Joel Schumacher y su Batman Forever. Con un Val Kilmer imposibilitado de mover el cuello y un Schwarzenegger en el papel de Mr. Freeze, la franquicia quedo totalmente desacreditada en 90 minutos (que parecen mil).

Tras algunos años en los que el nombre del batihéroe tuvo que ser pulido por diversas adaptaciones animadas, no fue hasta 2005 que el director Christopher Nolan (El Maquinista, Insomnia) le devolvió a Bruce Wayne el cinismo y la desfachatez para pisarle la cabeza al crimen. Con la trilogía Batman Begins, The Dark Knight y The Dark Knight Rises protagonizada por Christian Bale y las tres debiéndole mucho de su trama y atmósfera a Frank Miller, se confirmó el mundo trazado por ZachSnyder en Watchmen. Tanto en las obras de Nolan como en la adaptación de Snyder se plantea una hipótesis clara: ¿Quién vigila a los vigilantes? En un mundo donde no se arbitra a los árbitros son los propios superhéroes que, entre piña y patada, nos empujan a preguntarnos qué nos lleva a clamar por su ayuda si, después de todo son simples tipos que, enfundándose en mallas de latex, se arrogan la autoridad de impartir justicia. Eso es Batman. Felices tres cuartos de siglo incitando a la incomodidad.

 

Iván Soler – @vansoler

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